THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

La cuchufleta del Sí

«La mímica del diputado de Junts, las risas de los suyos o su cuchufleta en el voto demuestran el poco respeto que le tienen al Parlamento»

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La cuchufleta del Sí

Congreso de los Diputados.

«Esto no es un patio de colegio», dijo la presidenta, refiriéndose al hemiciclo, y yo tuve mis dudas. Allí había folloneros, algún matón, varios pelotas, repetidores y otros fenotipos colegiales; igualito que en el recreo: será que no cambiamos nunca. Pero hubo uno que hizo una cuchufleta y yo pensé en su compañero de clase, hoy becado en Waterloo, donde algunos de sus viejos amigos le acusan de atiborrarse a caterings de categoría y decorar con lujo su cuarto de estudiante. Quizá mientan, por envidia o celos, con los viejos amigos vaya usted a saber.

El de la cuchufleta se levantó muy orondo y brillantón —buen traje, gafas de diseño y es probable que también caterings o restaurantes de categoría entre pecho y espalda— y con rostro satisfecho dijo un SÍ rotundo y grave, sus compañeros rieron, él también y después dijo NO, que parece que era lo que correspondía a todos los miembros de su grupo. Quiero decir que eso no lo dudaron los cronistas y no lo dudaron los miembros de la mesa, excepto la secretaria que había recogido su voto primero y defendía reglamentariamente que era SÍ, como así fue salvo en el conteo posterior. En fin, como el NO del «NO es NO», pero con el SÍ.

Ella, muy en su sitio, mantenía el SÍ mientras la prensa entera argumentaba en directo que, siendo tan amigo de Waterloo, se había confundido, un descuido, un error, pero seguro que su voto era negativo: no había otra. Como si les inquietara o molestara que un voto de Junts se fuera a Feijóo. ¿Era tan seguro? Hubo discusiones y finalmente acabó en voto nulo. ¿Lo era? ¿Era negativo o era positivo? En nulo se quedó y ese nulo sonó a capón para el desatento o gamberro que no ha hecho los deberes, chi lo sá. Sus compañeros seguían riendo. Privilegios.

Aunque en España sean legión, no soy politólogo, ni psicólogo, ni cronista político. Nada de eso soy. Pero sí soy insular y mediterráneo; o sea primo de italianos y griegos y no sigo por no continuar hacia Oriente y desorientarme. Y como tal me niego a la apariencia. ¿Qué hay detrás?, suelo preguntarme, si tengo tiempo de responderme. Malpensarse en cuestiones de política es ya una obligación. Y esta vez llegué a la conclusión que detrás del SÍ desmentido había un SÍ como la catedral de Girona. Y ese SÍ no se lo daba el diputado de Junts a Feijóo y al PP, aunque lo pareciera, sino que lo agitaba como reclamo ante Sánchez y el PSOE, «no te vayas a confundir con nosotros». Como quien dice: «Ojo, que podemos votar esto, sabemos hacerlo, ya ves». Y respecto a la mímica, las risas de los suyos o su cuchufleta en el voto, pues parecía también un recordatorio de que ese Parlamento no lo consideran su parlamento y que ahora que les dan tanto pisto, demuestran el poco respeto que le tienen, montando una juerguecilla. El humor medieval catalán del que habló otro catalán, el editor Carlos Barral, es decir, un humor feudal, preparlamentario.

«El SÍ era un SÍ amenazante a Sánchez y lo demás rozaba el pitorreo»

Mientras el gracioso del SÍ que lo fue todo —sí, no y nulo— salía del Congreso flanqueado y protegido por los suyos, todos dicharacheros menos él, mudo, más reiteraban su amistad los politólogos y comentaristas con el becario de Waterloo y más reforzaban mi suposición primera. El SÍ era un SÍ amenazante a Sánchez, «si no me das los cromos que prometiste te vas a enterar», y lo demás rozaba el pitorreo, como se vio en directo y en diferido; se lo estaban pasando bomba. Como en el patio del colegio después de una fechoría.

Y me acordé —creo que era él— de ese mismo hombre del SÍ que NO, de espaldas, en 2017, abandonando el Parlament de Catalunya después de la declaración de independencia de unos segundos y recordé cómo los suyos le gritaban traïdor y botifler —traidor y borbónico— por haber dado, él y su jefe, marcha atrás. Pensé entonces que ese hombre ya nunca más se dedicaría a la política, pero me equivoqué: ha pasado del Parlament al Congreso. Tal vez ahora me esté equivocando de nuevo, pero aquel SÍ parecía más armado que el NO posterior y a lo mejor fue eso lo que acabó convirtiéndolo en nulo.

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