THE OBJECTIVE
Javier del Castillo

Ni están ni se les espera

«¿Lo mejor del Día de la Fiesta Nacional? En mi opinión, la presencia de la princesa Leonor vestida de militar y la destreza de la cabo Mari Carmen Gómez Hurtado descendiendo en paracaídas»

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Ni están ni se les espera

La princesa Leonor, vestida de militar, durante el desfile del 12-O. | Europa Press

Ya estamos acostumbrados y sus ausencias entran dentro de la normalidad. Forman parte de otras muchas ausencias que ponen en evidencia el compromiso de los presidentes de los gobiernos del País Vasco y de Cataluña con España. Íñigo Urkullu y Pere Aragonés ni siquiera se molestan ya en disculparse alegando otros compromisos ineludibles. Como tampoco lo hicieron los representantes del PNV o de ERC en la ronda de consultas del jefe del Estado, previa a la investidura, con las diferentes formaciones políticas.

A ellos el Día de la Fiesta Nacional nunca les hizo levantar. El himno de España y la concentración de banderas rojigualdas tampoco les motiva demasiado a participar en la Fiesta. Ni siquiera el día espléndido que hacía en la capital de España. Prefieren, eso sí, que la música de viento la escuche su próximo aliado, Pedro Sánchez, a su llegada a la tribuna, como también viene siendo habitual.  

Ni los 150 metros de distancia que separaban al público de esa presidencia ni la megafonía preparada al efecto impidieron escuchar el pasado jueves los gritos de «fuera, fuera» y «¡que te vote Txapote!», dirigidos al presidente en funciones. Lo que no acabo de entender es por qué los abucheos, pitidos y protestas siguen siendo noticia antes y después de esta celebración nacional. 

Hasta el presentador de TVE, Xabier Fortes, explicó que no hay que darle tanta importancia al asunto, porque los insultos son habituales cuando «un presidente socialista está en estos actos». Y cuando estaba Rajoy, también. Como también es habitual, cada 12 de octubre, que no participen en este homenaje a la bandera y a los caídos por España los Urkullus y Aragonèses de turno. Sería romper, por otra parte, con una arraigada tradición, con una costumbre identitaria implantada por sus antecesores en el cargo.

«Lo que no acabo de entender es por qué los abucheos, pitidos y protestas siguen siendo noticia antes y después de esta celebración nacional»

Con un Gobierno en funciones desde antes del verano, y en vísperas de una investidura otoñal cuyo resultado pasa inevitablemente por la aprobación de una nueva ley de amnistía, los nacionalistas vascos e independentistas catalanes podían haber tenido un pequeño detalle con Sánchez. «Es habitual que no estén», recordaba una y otra vez, de forma reiterada, el presentador de TVE. Le faltó, rematar la frase diciendo: ni están ni se les espera. 

Sí estaba el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, charlando amigablemente en la tribuna de invitados con el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón. Es muy probable que el dirigente castellanomanchego echara en falta las ausencias obligadas –porque así lo han querido los ciudadanos de sus respectivas comunidades– de Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán o Ximo Puig. 

Rodeado de presidentes autonómicos del PP, García Page miraba a uno y a otro lado, sin terminar de encontrarse demasiado a gusto en esa mañana soleada madrileña. Quizá preguntándose si nuestra Fiesta Nacional es realmente la fiesta de todos los pueblos de España, pese a los «habituales ausentes», y si esos «ausentes» son merecedores del trato ventajoso y privilegiado que les está dando el candidato a la investidura, Pedro Sánchez.

¿Lo mejor del Día de la Fiesta Nacional? En mi opinión, la presencia de la princesa Leonor vestida de militar y la destreza de la cabo Mari Carmen Gómez Hurtado descendiendo en paracaídas junto a la Plaza de Neptuno con la bandera de España.

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