THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

A vueltas con El Prado

«El museo ha cogido un protagonismo involuntario, debido a las declaraciones del nuevo ministro de Cultura sobre un hipotético reparto autonómico de sus fondos»

Opinión
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A vueltas con El Prado

Ilustración de Alejandra Svriz.

Además de la Corona —que es la clave de bóveda—, siempre he creído que hay otras tres instituciones esenciales en la cohesión nacional: la Seguridad Social, el Museo del Prado y la Real Academia de la Lengua. Antes estuvo también la Iglesia, pero ahora es la misma Iglesia la que no sabe dónde está. 

Esta semana, el Museo del Prado ha cogido un protagonismo involuntario, debido a las declaraciones del nuevo ministro de Cultura sobre un hipotético reparto autonómico de los fondos del Prado. Antes de rasgarnos las vestiduras y empezar a lanzar venablos envenenados —ya bastan y sobran con los que vuelan por la plaza pública—, deberíamos aclarar la visión de las cosas. Lo primero es que un ministro que acaba de aterrizar en el cargo, no suele tener ni idea de los asuntos de su ministerio. Puede haber excepciones y puestos a elegir a alguien de izquierdas, yo preferiría a sir Anthony Blunt (lo que le iría muy bien al Prado, por cierto: además de fino estudioso del arte, era el conservador de las colecciones reales en Inglaterra). Pero Blunt está muerto y habría que resucitarlo, cosa que no es impedimento para el gobierno pues lo hizo con Franco sacándolo de su tumba y paseándolo en helicóptero con Bolaños de chevalier servant —hay tradición: en Valencia ya lo hicieron a caballo con el Cid— y lo ha hecho ahora con Puigdemont, que reposaba un sueño no sé si eterno en su panteón de Waterloo y está el hombre en plan joven saltamontes. 

Pero tampoco hay que exagerar: convenimos en que el ministro aún es bisoño en la materia y que le precede la murga de los nacionalistas sobre que habría que trocear el Prado, lo que no es más que otra forma de incordiar y tocar las narices a lo que ellos llaman el Estado español. Si a eso le añadimos la resistencia que opuso la Generalitat de Catalunya para devolver los frescos románicos de Sijena —que por mucha Franja que exista pertenecen a Aragón—, se comprende una cierta susceptibilidad respecto al asunto del trajín de los fondos del Prado, sin Timoteo Pérez Rubio que valga. Sí, el que fue marido de la gran Rosa Chacel y que estuvo en el traslado de las obras del Prado durante la Guerra Civil para salvarlas de un posible bombardeo. No se desvíe y sigamos con el asunto…

«No se trataría, quiero creer, de sacar las grandes piezas del museo y repartirlas por el territorio nacional»

… Que no debería salir del criterio de los técnicos del museo, que son los verdaderos conocedores de los fondos y su posible disponibilidad —o no— para el viaje con retorno. Porque no se trataría, quiero creer, de sacar las grandes piezas del museo —y el Prado las tiene innumerables— y repartirlas por el territorio nacional, no. No se trataría de ceder a Velázquez, Goya, la pintura flamenca y tutti quanti, sino de sacar a pasear los fondos ocultos y airearlos con las condiciones bien reglamentadas y la tutela del Prado, que es su propietario en nombre del Estado. Yo he visto obras que pertenecen al Louvre en museos de Bellas Artes de Burdeos, Toulouse y Nancy, por ejemplo, y nación más centralista que Francia no la hay en Europa occidental. Pero también es verdad que ninguna región francesa exige la autodeterminación o independencia y el peligro de perder las obras cedidas es inexistente. Otro gallo cantaría, sospecho, si no fuera así.

Los que visitamos El Prado con cierta frecuencia —cada vez que aterrizamos en Madrid— tenemos la confianza puesta en su director Miguel Falomir —funcionario de la casa, antes responsable de la sección de grabados y hacedor de magníficas exposiciones últimas— y queremos seguir viendo en El Prado lo que siempre hemos visto en El Prado: desde Velázquez a Goya, desde Patinir al Bosco y desde Van der Weyden a Brueghel et alii. Incluso el alucinante y divertido cuadro del ascensor queremos seguir viéndolo en El Prado cada vez que vayamos al museo y esto sólo son algunos ejemplos de una de las mejores, si no la mejor, cámaras de las maravillas del mundo mundial. 

El nuevo ministro de Cultura citó en su toma de posesión a Jorge Semprún, que los más mayores que él, recordamos con gratitud, en mi caso incluso personal. Pues ojalá siga encomendándose a Semprún y las cosas, al menos en cuestión museística, no empeorarán. Ya es mucho.

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