THE OBJECTIVE
Manuel Llamas

El futuro será nuclear

«La energía nuclear resulta imprescindible para alcanzar las metas de reducción de emisiones a medio y largo plazo sin llevarse por delante la economía»

Opinión
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El futuro será nuclear

Ilustración de Erich Gordon.

Algo está cambiando en el mundo de la energía y ese cambio, desde luego, es a mejor. Lo cierto es que no hay mal que por bien no venga. Tras décadas de absurda e irracional demonización, la energía atómica empieza de nuevo a ganar protagonismo en el mix eléctrico como consecuencia del encarecimiento de la luz y los problemas de suministro de gas y petróleo derivados de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebra estos días en Dubái (COP28) ha marcado un relevante punto de inflexión, y no tanto por los nuevos esfuerzos y compromisos internacionales para tratar de reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera, sino por el histórico acuerdo que han firmado más de 20 países para relanzar la energía nuclear a nivel global.

En concreto, un total de 22 gobiernos se han sumado a la Iniciativa Net Zero Nuclear, cuyo objetivo consiste en triplicar su producción de energía atómica en el horizonte de 2050 para contribuir positivamente a la reducción de emisiones contaminantes. Los firmantes iniciales son Estados Unidos, Bulgaria, Canadá, Emiratos Árabes Unidos, Eslovaquia, Eslovenia, Finlandia, Francia, Ghana, Hungría, Japón, Marruecos, Moldavia, Mongolia, Países Bajos, Polonia, Reino Unido, República Checa, República de Corea, Rumanía, Suecia y Ucrania, pero el acuerdo está abierto a nuevos participantes.

La importancia de este compromiso es doble. En primer lugar, porque pone punto y final a la absurda y contraproducente exclusión de este tipo de energía como fuente fiable para, en teoría, combatir el cambio climático, tras el veto expreso que introdujo Alemania en la COP6 celebrada en Bonn en el año 2001, fruto de la fuerte presencia que ya entonces tenía el movimiento ecologista en la principal potencia económica de Europa. Un ostracismo que, por desgracia, se intensificó de forma muy sustancial tras el tsunami que barrió la ciudad japonesa de Fukushima en 2011.

«Esa transición energética es imposible, salvo que por el camino se pretenda arruinar a países ricos y que los pobres sigan en la miseria»

Y, en segundo término, porque esta iniciativa avanza un modelo alternativo y mucho más eficiente ante la desastrosa política verde consiste en disparar sin más la producción de renovables para sustituir a los combustibles fósiles. Esa particular transición energética es, hoy por hoy, imposible, salvo que por el camino se pretenda arruinar a países ricos, al tiempo que los pobres permanecen sumidos en la miseria. Es lo que se conoce popularmente como «decrecimiento», que no es más que el comunismo de toda la vida, pero maquillado bajo ropajes ecolojetas.

La energía nuclear no sólo es necesaria, sino que resulta imprescindible para alcanzar las pretendidas metas de reducción de emisiones a medio y largo plazo sin llevarse por delante la economía y, por tanto, el bienestar de la población. Es una fuente estable, barata y limpia, de modo que prescindir de ella es una absoluta sinrazón. Sin embargo, dado que a veces el sentido común es el menos común de todos los sentidos, hay gobiernos que optan por empobrecer a sus respectivos países con tal de imponer su sectarismo ideológico. Es el caso de Alemania y España, dos excepciones a nivel mundial, puesto que son los dos únicos países que, teniendo centrales operativas, han decidido cerrarlas.

Los resultados de semejante despropósito ya empiezan a ser visibles. La economía alemana, otrora indiscutible locomotora de Europa, no levanta cabeza. El cierre de la nuclear ha elevado su dependencia del gas ruso y el aumento de las renovables no logra compensar las grandes ventajas que otorga la energía atómica en cuanto a la fiabilidad en el suministro y la estabilidad en el precio. La industria, que casi representa el 30% del PIB alemán, está perdiendo competitividad a chorros y la consecuencia no es otra que el estancamiento económico, además de un fuerte encarecimiento de la luz para las familias.

España, si bien no completará hasta 2035 el cierre de los siete reactores que todavía siguen funcionando, también sufre las consecuencias de su desorbitada apuesta por las renovables, iniciada hace ahora 20 años. El precio medio de la electricidad ha subido de forma sustancial. Las familias pagaron el pasado año la séptima factura más cara de Europa, rozando los 30 céntimos por kilovatio hora, un 19% más que la media de la zona euro, a pesar de la famosa «excepción ibérica» decretada por el Gobierno. Además, si se compara con el mix nuclear de Francia, se observa que los españoles pagaban de media un 30% más que los franceses en 2007, mientras que en 2022 esa diferencia fue del 76%. Y todo ello sin contar que la renta media en España es inferior.

«De completarse el cierre nuclear, España empezará a sufrir apagones en los próximos años»

Asimismo, España fue el segundo país entre los grandes emisores del mundo que más incrementó las emisiones de CO2 a la atmósfera el pasado año, según los datos presentados por la organización Climate Trace en Dubái. Las emisiones totales de España alcanzaron los 355 millones de toneladas, un 10,5% más que en 2021, tan sólo superada por Venezuela, cuyo aumento fue del 21% interanual.

Y lo peor de todo es que, en caso de completarse el cierre nuclear, España empezará a sufrir apagones en los próximos años debido al fuerte desajuste existente entre oferta y demanda de energía, según advierte Red Eléctrica. Y es que, por mucho que aumente la capacidad instalada de renovables, el sistema necesita una fuente de respaldo estable y segura para garantizar el suministro de electricidad ante la ausencia de viento, sol y lluvia. Sin nuclear, España tendrá que quemar más gas natural, con el consiguiente aumento de las emisiones de CO2, para evitar cortes de luz. Y España no produce gas.

La política energética de España es, en definitiva, un despropósito, al igual que la de Alemania. Y mucho más ahora que la nuclear vuelve a estar de moda y por encima es «verde», según reconoce la propia UE. El mundo cuenta en la actualidad con 422 reactores en funcionamiento en un total de 33 países, que producen más del 10% de la electricidad mundial, pero hay, al menos, otras 58 unidades en construcción en un total de 18 países, con lo que su peso seguirá creciendo. El futuro será nuclear o, directamente, no habrá futuro. Y España, una vez más, ha decidido descolgarse.

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