THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Tierra quemada

«Esta es en realidad la obra de Sánchez, una política para convertir a España en un país de amigos y enemigos y destruir el Estado de derecho por siete votos»

Opinión
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Tierra quemada

Ilustración de Alejandra Svriz.

Edmund Burke escribió a finales del siglo XVIII que la dictadura de un charlatán se basa en halagar a la nación y, si es poco, en inventarse enemigos terribles. La intención del tirano es distraer la atención del observador para que no vea la tierra quemada, esto es, la ruina del Estado que gobierna. Ese es Sánchez y su política, un artificio para que nosotros, los observadores, no veamos la desolación que va dejando y aceptemos el vaciamiento de la democracia en su favor. Así, en realidad, en lugar de Tierra firme su libro debería haberse titulado Tierra quemada.

El presidente es un maestro halagando a los españoles de su cuerda y señalando enemigos. Fundamenta su charlatanería en decir a los buenos ciudadanos que son los grandes progresistas, ecologistas y feministas de Occidente, que tienen la suerte, porque así lo han querido, de contar con el Gobierno que ilumina el camino a la Humanidad. Es más, les indica que tienen la misión histórica de defender el progreso frente a los reaccionarios, y contribuir a la construcción de un muro que los contenga. Sánchez quiere que sus súbditos se sientan orgullosos no por lo que son, sino por lo que el PSOE quiere que sean.

Como si hubiera leído algo de psicología de las masas, Sánchez se dedica a construir enemigos. Los necesita. Es la lógica consecuencia de la tendencia del tirano a convertir su proyecto en un dogma, y a considerar que quien no lo acepta es un enemigo. De ahí que Sánchez hablara de levantar un muro contra la derecha y la izquierda aplaudiera, porque afuera quedan los otros, los extranjeros del progreso, los repudiables. Es ahí donde están el PP y Vox, claro, pero también sus votantes. A esta imagen contribuye buena parte de la prensa progre, que usa el lenguaje preciso para la exclusión de los enemigos.

«La estrategia del tirano charlatán es el ruido, el que la gente no se dé cuenta de que está desmontando la democracia constitucional»

A Sánchez le funciona este sistema de distracción, por lo que lo ha extendido a la política internacional. Así insultó a Israel y propagó las mentiras de Hamás, la organización terrorista que le felicitó. Del mismo modo ha vejado a Argentina, a donde no ha enviado ni a un triste ministro. El repudio a Milei es parte de la parafernalia de la distracción, del levantamiento del muro contra la derecha, y poco importa que el país suramericano lo haya elegido democráticamente y que dicho país siga siendo un Estado de derecho. En esto, las declaraciones de Abascal sobre Sánchez son torpes. Soltar que «habrá un momento dado que el pueblo querrá colgarlo de los pies» solo es útil al sanchismo.

Lo decisivo de la estrategia del tirano charlatán es el ruido, el disimulo, el que la gente no se dé cuenta de que está desmontando la democracia constitucional. Es preciso que sus votantes crean que su política autoritaria tiene una justificación suprema, un motivo con mucho más peso que la libertad o la separación de poderes. Y lo ha logrado. Sánchez ha conseguido cambiar la vieja razón de Estado por la razón de Partido, con la peculiar característica de que el Partido es él.

Esta es la Tierra quemada de Sánchez, una política para convertir a España en un país de amigos y enemigos, donde la paz, que es la democracia, es la guerra que resulta de destruir el Estado de derecho por siete votos. Todo en el presidente es distracción, como indicó Burke para el tirano charlatán. Luego, la gente despierta y dice que no volvería a hacerlo, como esos dos millones de votantes del PSOE que se arrepienten de su voto el 23-J, pero que sabemos que, distraídos otra vez por los halagos y monstruos de Sánchez, volverán a votar a la Iglesia del Progreso.

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