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Viento nuevo

Sé mi hermano o te mato

«Ocho años de Ximo Puig en el Gobierno valenciano fueron para su hermano una renta de afecto torrencial»

Sé mi hermano o te mato

Ximo Puig, expresidente de la Comunitat Valenciana

Ximo Puig es el señor del peluquín sin peluquín. Ximo Puig es el señor del bisoñé cuyo pelo es natural. Ximo Puig es el tío de la no peluca que le gusta tomar el pelo a sus vecinos. Duerme, mudo y feliz, plácidamente en el palacio de la culpa. Siempre habló mucho con los ojos, y las orejas, pero ahora más, cuando mira hacia dentro. Casi un millón de euros (900.000 euros) dio a las empresas de su hermano Francis Puig (cien mil al año) mientras fue presidente autonómico y gobernó esa oenegé de mordidas llamada PSPV-PSOE.

Bienaventurado quien cuida de su hermano porque de él será el reino de los cielos. Bendito quien a su hermano protege como buen samaritano. Ocho años de Ximo Puig en el Gobierno valenciano fueron para su hermano una renta de afecto torrencial y así levantó sus medios de comunicación locales: Els Ports Radio, Nord TV, Semanari Comarcal, Comarques Nord (curiosamente, la pasta la pedían siempre en castellano, para no atragantarse). Quién no va a cuidar de su hermano, quién. El negocio iba de publicidad institucional, publicidad pública, y mejor un hermano que cualquier notas de la calle.

Eran pocos los besos y cheques del respectivo Portal de Transparencia de la Generalitat. Ximo decidió dar otros 719.136 euros para la promoción del valenciano entre 2015 y 2023 (a ver si el hermano Paco aprendía a pedir las cosas como se estila por esos lares). A pachas, con mucha risa y un jilguero en la garganta: Comunicacions els Ports (582.717 euros) y Mas Mut Produccions (136.419 euros). Paco masticaba subvenciones de concurrencia competitiva, otorgadas por la Consejería de Educación, mientras se deshacía en besos pegajosos y con mucha saliva a Ximo, que le mojaban el cabello como si saliera de la ducha y de ahí la confusión general capilar y capital.

Las empresas del Hermanísimo, Francis Puig, Paco a la oreja del iPhone, respiraban con los cien mil euros de alpiste anual y novecientos mil al acabar el feliz mandato. Hubo multas de por medio (2020) de un pico barato (16.801 euros) pero no pasaba nada porque la familia es para siempre y las subvenciones siguieron manando en la fuente alta, cálida y sanguínea. Ximo y Francis: uña y carne, los hermanos eternos y colorados. Incluso cuando Ximo perdió las elecciones, dicen por allí, preguntó a la ministra de Ciencia, Diana Morant, qué pasaba con Francis. Tras la huerta valenciana, tan llena de naranjas rumanas, le ofrecieron a Ximo el retiro dorado en París como jefe de la Delegación Permanente de España ante la OCDE y todos se alegraron por Francis, como debe ser, porque no es nada personal, solo negocios y la familia es lo primero. El Juzgado de Instrucción número 4 de Valencia mantiene viva la causa por fraude en el cobro de subvenciones (años 2015 y 2018) pero la luz parisina es única, muy blanca al alba, amarilla en la entrada precisa de la noche cuando los perros flacos beben de los charcos más negros y hacen el amor junto a las farolas dobladas y apagadas entre ladridos suaves.

Francis y Ximo: las dos caras de la moneda pública, que no es de nadie y acaba en el bolso de quien la muerde con los dientes mientras vuela por el aire. Ximo y Francis: cooperantes en la promoción de la lengua cooficial en medios de comunicación con mucho unto, mucho enjuague y mucho mejunje para evitar caries y otros agujeros. Las reparaciones del aire acondicionado de Francis, en sus garitas y gateras, también las pagaba Ximo con las debidos apaños, porque con calor no hay quien hable, y el valenciano requiere temperatura fría para vocalizarse como mandan los cánones, con mucho hielo picadito en el vaso bajo chorros dorados como cascadas. Facturas de electricidad, telefonía, seguros, asesoría, abogacía, alarmas de seguridad y demás hoscas casuales se repetían, sí, convocatoria tras convocatoria, similar a las noches y los días, los soles y las lunas, el calor y el frío. El director general de Política Lingüística, Rubén Trenzano, parece ser que pasaba por allí y tampoco ha cantado las duplicidades divertidas de la Generalitat bífida y esos hermanos guapos como las dos caras de Jano. En ocasiones, para justificar subvenciones, recurrían al alquiler de la casa de otro familiar Puig, muy activo también con el valenciano gitano.

El equipo de Delitos Económicos de la Policía Judicial lleva 400 páginas. Las de prosa rocosa son las que detallan cómo la empresa Mas Mut abonó facturas para pagar el alquiler del domicilio particular de Jorge Puig, el tercero de los hermanos soberanos: una vivienda sin el rótulo de la productora, localidad de Penyarroya de Tastavins, unifamiliar a dos alturas, con pequeño huerto a la derecha, ideal para un limonero, y un solar a la izquierda, sí, óptimo para templar muchos aceros interiores en slip de baño. Los archivos audiovisuales de las mercantiles infantiles de los Puig no estaban firmados por dichas productoras y muchos de ellos fueron realizados por los Mossos d’Esquadra (desmantelamiento de droga, etc) cuando el protocolo habitual era su distribución gratuita entre medios de comunicación. Los Puig, a dos carrillos, no dejaban pasar una. El palacio de la culpa (¿francés?) lo es del silencio para el caradura mayor de todos los riegos ilegales: Ximo Puig. El otro (Francis) dice sin decirlo lo mismo que escribió Chamfort, a un tiempo lúcido y escéptico, entre bocado y bocado sin mucha hambre: «Sé mi hermano o te mato».

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