«Galdós sees himself in Spain and Spain, whether it knows it or not, has seen itself in Galdós for a century-and-a-half, and that mirror has not yet been broken or entirely tarnished»
«Galdós se mira en España y España, lo sepa o no, se ha mirado en Galdós durante siglo y medio y ese espejo aún no se ha roto ni velado del todo»
«Brines es, aparte del mayor poeta español vivo, el que con más insistencia y más sabiduría ha perseverado en celebrar lo que se ve, y celebrar los cuerpos y los días, la propia conciencia y la memoria, y en revolcarse en la nostalgia hasta encontrar placer»
«Este fin de semana, dentro de la ola de protestas contra el racismo que se está llevando a cabo en Estados Unidos, unos supuestos activistas la han tomado con la estatua de Cervantes en San Francisco»
«Harold Bloom siempre reclamó atención para los “grandes” de la literatura occidental: Chaucer, Shakespeare, Cervantes, Kafka, Woolf, Joyce…»
Como tantos otros escritores, académicos e intelectuales españoles, Américo Castro hubo de abandonar España a causa de la Guerra Civil. En julio de 1936 Castro tenía 51 años: catedrático de la Universidad Central, uno de los principales discípulos de Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos y miembro fundamental del mismo, antiguo embajador en Alemania, relevante figura en los ambientes de la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Estudiantes, reconocido colaborador en prensa y autor de un libro fundamental sobre Cervantes.
Desde hace algún tiempo tengo la intención -más que el proyecto- de recopilar un libro de greguerías de Ramón en el que ninguna de las greguerías las haya escrito Ramón.
A menudo un acontecimiento histórico importante tiene la facultad de fijar en nuestra memoria otro que habría sido dado al olvido por su insignificancia. Los norteamericanos de cierta edad recuerdan aún en su mayor parte qué estaban haciendo en el momento en que la radio y la televisión difundieron la noticia del asesinato de su […]
Este año se conmemora un centenario muy curioso. Se cumplen cuatro siglos de la aparición de la última de las obras firmadas por don Miguel de Cervantes Saavedra: ‘Los trabajos de Persiles y Sigismunda’. Es una obra póstuma, aparecida meses después de que su creador dijese basta y quedara sepultado en algún rincón del convento de las Trinitarias. Probablemente, este año nadie escribirá nada sobre la obra ni sobre su centenario. Es más, probablemente nadie leerá esta maravillosa recopilación de aventuras que ideó el maestro, ni este año ni nunca. Alguno pensará, incluso, que es el último centenario cervantino que nuestra generación soportará, por el momento, tras haberse fumado con papel de plata un par de efemérides alrededor del Quijote y otra, más reciente, alrededor de su muerte. Como ocurrió con todas estas fechas, la última celebración en torno al Persiles será un fracaso. Se paseará por la indiferencia del lector hasta perderse en el cementerio de obras maestras olvidadas. Sin remedio.