Lo que dejó de ser: orígenes
«Gracia. Este fue el verdadero pasaporte de Jimmy Giménez Arnau –una especie de oveja negra con seguro y red– y supo aprovecharlo con desparpajo»
«Gracia. Este fue el verdadero pasaporte de Jimmy Giménez Arnau –una especie de oveja negra con seguro y red– y supo aprovecharlo con desparpajo»
Renacimiento rescata las crónicas que el periodista escribió en París entre 1909 y 1910 para el antiguo diario ‘El Mundo’
El columnista malagueño reúne una selección de artículos de actualidad en ‘Zona de confort’, su último libro
La descomunal y definitiva biografía de Peter Guralnick reconstruye la epopeya vital del rey del rock & roll
José Besteiro exhibe un conocimiento profundo del escritor y hace que su libro sea un necesario acto de justicia literaria
José Besteiro publica un apasionado ensayo sobre el escritor, evocación también de la España de la Transición
La Biblioteca Nacional organiza la exposición «Si me queréis, venirse» con motivo del centenario de la artista
Una nutrida tribu de columnistas rinde homenaje al ‘salvaje de bonhomía’ que lideró una forma de entender el género
La periodista plantea un difícil dilema moral en la novela ‘Todos los hombres tristes llevan abrigos largos’
«Yo los seguiré nombrando los mundiales, aunque se traten ya de unos Juegos de la Empatía que serán declarados no-binario»
«Poner la Guerra Civil en el epicentro de nuestra historia y borrar la Transición y la reconciliación responde a una estrategia de la izquierda y del nacionalismo»
«La libertad de ofender es necesaria, porque la ofensa siempre es subjetiva y los periodistas, como los príncipes, deben disponer de su palabra como un poder invisible y hasta una gracia divina»
«En España, un 64,8% de personas lee por ocio; el 52,8% compra libros y el resto directamente van a ver la cola, a «hacer» cola en las grandes Ferias»
Pérez-Reverte, Maite Rico, Paula Quinteros o Isabel Sebastián, entre otros, estarán presentes en el encuentro internacional «Valladolid en la Lengua»
«A algunos políticos profesionales es que les van más las norias de colores y la gastronomía, pero lo que le ha hecho ilustre a Madrid son sus escritores»
«Pasar a la Historia, alcanzar la fama, constituyen vanas aspiraciones de políticos arrogantes que se atribuyen la facultad de saber lo que el futuro dirá de ellos»
«Me apena que los grandes autores españoles estén ausentes de las universidades. Es una herencia cultural que las nuevas generaciones ni estudian ni conocen»
«Cuando empecé a leer a Umbral no sospeché que este muerto había vivido tan intensamente y estaba aún tan vivo entre nosotros»
«No sé si hay demasiada opinión en los medios y cada vez menos información; quizá lo que hay es demasiada gente leyendo opiniones mientras cree que se informa»
«Faltan valientes con apariencia pusilánime que no se casen con nadie y sepan contar los episodios nacionales de todos los días con el vitriolo necesario que escape de las babas sentimentales»
«Últimamente, escribir sobre Francisco Umbral es casi siempre escribir sobre lo que otros han dicho de él»
Era César González-Ruano «el último escritor vestido de escritor y viviendo de escritor que quedaba en Madrid», «la supervivencia lírica de la literatura en el periódico»
«Vivimos alegremente la era del eufemismo. La sociedad de hoy necesita que las palabras escondan, sugieran más que muestren»
Umbral murió hace diez años y a fe que le sigo echando de menos. Fue el primer escritor al que imité, algo por cierto no muy difícil, porque los genios son fácilmente parodiables (lo que es imposible de plagiar es la mediocridad). Luego esa voz me cansó, y hasta preferí registros opuestos, pero Umbral nunca dejó de ser uno de mis héroes. Yo era de esos que hubieran comprado el periódico sólo para leer su columna, que despachó a diario durante décadas, como quien da alpiste a pájaros adictos que saben que si faltan a su cita pueden perderse un artículo hecho en alejandrinos.
La última noche que entré en el Café Gijón era jueves y aquello parecía muerto y en silencio. No había humo, ni tertulias, todos descansaban en sus sillones, todo era espacio entre las mesas, y no había caras ni conocidas ni desconocidas, quizá una o dos a las que uno puede poner nombre. Sentado de espaldas a la barra se podía ver aquello, entre las cañas a 4,60 y la ración mínima de patatas, como un funeral alargado en el tiempo, como un viajar al pasado en un sentido estrictamente espacial. ¿Qué fue de las viejos cafés de tertulia?
Hoy tiene uno que ponerle el «presunto» a cualquiera, porque las querellas vuelan y jugarse el tipo tiene su gracia pero no hay que abusar
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