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Rebeca Argudo debuta en la ficción con un 'thriller' de gente corriente

La periodista plantea un difícil dilema moral en la novela ‘Todos los hombres tristes llevan abrigos largos’

Rebeca Argudo debuta en la ficción con un ‘thriller’ de gente corriente

Rebeca Argudo. | Carmen Suárez

La periodista Rebeca Argudo debuta en la novela con uno de esos libros que se pueden leer de pie en la parada del autobús o disfrutar como una buena miniserie. Todos los hombres tristes llevan los abrigos largos (HarperCollins) empieza bien y termina mejor: con una venganza en forma de irresoluble dilema moral.

Un thriller de conciencia, protagonizado por gente corriente, en la onda de la moda del género true crime, las novelas de Harlan Coben y, por dar una pista española, La señora March, de Virginia Feito, con una estructura ingeniosa y eficaz. La historia es el largo manuscrito, que encabezado por la palabra «LÉEME», una mujer deja a su amante en la encimera de la cocina anunciándole que le abandona, de manera que el lector sigue la narración al mismo tiempo que la lee Martín, y se divide básicamente en tres capítulos «Antes de ESE día», «Después de ESE día» y «ESE día», clímax de una traición que marcará el destino de todos los personajes.

El larguísimo título obedece a un capricho, según reconoce la autora, columnista de THE OBJECTIVE, sin ninguna intención de ser descriptivo. «Es una imagen que me encontraba constantemente, desde la famosa fotografía de la revista Life de James Dean un día de lluvia en Times Square hasta referencias en canciones de Bob Dylan o en textos de Francisco Umbral. Y también por mi propia experiencia: en la vida las desgracias nos hacen pequeños, nos encogemos y todo nos viene grande».

Portada del libro

Novela de mujeres

Todos los hombres tristes… es una novela de mujeres, sobre cuatro amigas que no son ni víctimas ni vulnerables ni están empoderadas. Tampoco nos cuentan su experiencia vital a lo largo de tres generaciones algo que está tan en boga en la narrativa española actual, que casi empieza a convertirse en un género. «Son gente corriente, como las mujeres que conozco, que lidian con los problemas cotidianos, con los mismos fracasos y miserias que los hombres. No me interesan los estereotipos ni la mujer llorica ni todo ese rollo de que ser mujer es fatal pero al mismo tiempo somos fuertes. Todo a la vez no puede ser», explica Argudo, que describe a la protagonista como una mujer «tierna, y neurótica, un poco maniática y un poco ñoña, a la que le aterrorizan los cambios». Y justo ese es uno de las líneas de la novela: aquellos que se empecinan en que no cambie nada, involucran a los demás en sus problemas y acaban, por sus decisiones o accidente, alterándolo todo.

Tampoco encontrará el lector autoficción, una fórmula sobre la que Rebeca Argudo ironiza en diversos momentos a lo largo del libro. «Últimamente», dice, «ha habido como un auge de la autoficción que, en mi opinión, es la elevación de la escritura en redes sociales: hablar de uno mismo de manera idealizada. Así que me preguntaba cuánta ficción aguantaría la autoficción hasta que deja de serlo. ¿En qué límites debe mantenerse para serlo?».

La novela avanza ligera, cotidiana, creando una atmósfera de relaciones personales, donde hay humor y amistad pero también competencia, -quizá esa velocidad corra en detrimento en algunos pasajes de sombras más oscuras en algunos personajes y escenas- hacia su desenlace final, un día de vértigo escrito con talento y que constituyen las mejores páginas. «Ahora ya lo sabes todo» dice para acabar su confesión la protagonista, dejando a Martín y al lector ante un precipicio moral. ¿Qué decisión tomaría usted?

Todos los hombres tristes llevan los abrigos largos
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