En los años ochenta se inventó en la corte pujolista la cosa del milenario catalán, y unos cuantos historiadores firmaron debajo —en las cortes nunca faltan historiadores ni filólogos—
En #elSubjetivo, Jorge San Miguel reflexiona aquellas identidades que «hacia fuera reclaman la pluralidad pero hacia dentro no toleran la disidencia».
En su artículo El teatro del terror, Noah Harari explica que los ataques terroristas tienen un impacto tan grande sobre nosotros porque nuestras pacíficas sociedades actúan como cajas de resonancia magnificando el impacto del terror. Es imposible que los terroristas logren sus objetivos, dice, pero sí pueden conseguir logros parciales si nos excedemos en la respuesta, renunciando a nuestros principios y haciendo que nuestras sociedades sean menos libres y plurales.
Observa el ensayista Nassim Nicholas Taleb en su libro de aforismos The Bed of Procrustes que los ciudadanos solían vestir ropa informal durante la semana y traje los domingos mientras que ahora sucede lo contrario. Ese cambio de costumbres no ha tenido nada que ver con las tendencias de la moda, sino con el proceso por el cual unos dioses agonizan mientras otros ocupan su lugar casi inadvertidamente. Cuando Pablo Iglesias se presenta con smoking en los Goya pero acude descamisado al Congreso de los Diputados sólo está señalando qué dioses merecen su pleitesía (el del control estatal de la cultura) y cuáles da por finiquitados (la democracia representativa).
En la primera escena de The Young Pope, la serie de televisión dirigida por el napolitano Paolo Sorrentino, un joven Papa de 47 años da su primera homilía desde el balcón del Vaticano y defiende la masturbación, el aborto, los anticonceptivos y la posibilidad de que las mujeres den misa. En resumen (dice él) “la libertad y el juego”. Los fieles aplauden enfervorizados mientras agitan sus banderitas de plástico.
Observa interesantemente el filósofo italiano Alessandro Ferrara que, si los comparásemos, los porcentajes de fieles que acuden al rezo en mezquita en países de mayoría musulmana, y de creyentes que asisten a servicios religiosos en un país occidental como Estados Unidos, no serían, verosímilmente, muy distintos. Tanto en un sitio como en otro la religiosidad está muy viva y nutre la identidad personal de una mayoría de ciudadanos. Sin embargo, de Estados Unidos decimos que es una sociedad secularizada y de países como Egipto, Pakistán o Irán, que no lo son. ¿A qué se debe?
Donald Trump ha provocado un quilombo fenomenal en su país. Ha firmado un decreto con cuatro disposiciones sobre inmigración: 1) Suspende la admisión de nuevos refugiados durante 120 días mientras se estudia cómo abordar la cuestión. 2) Impone una moratoria de 90 días para algunos países, siete en total, influidos por la violencia terrorista islámica. 3) Suspende indefinidamente la admisión de refugiados sirios. Y 4) Limita el número de refugiados anuales a 50.000.
A las niñas chinas les rompían los deditos y les vendaban sus extremidades inferiores en un aullido de dolor. El objetivo era lograr pies diminutos, más atractivos para el futuro esposo, inútiles para echar a correr. Era la versión asiática de «la mujer en casa y con la pata quebrada». La tortura duró mil años, hasta su prohibición por ley en 1949. Mao cambió el refrán: “el hombre es el cielo de la mujer”, por: “la mujer es la mitad del cielo” y se dinamitaron tradiciones.
Las terrazas de los bares, las calles, los paseos marítimos, las salas de conciertos, las estaciones, los mercadillos: ahí está hoy el frente.