Málaga 2026, un proyecto a la vez virtual y analógico, lleva ya desde su título una declaración de intenciones: se trata de una respuesta a Málaga 2016, aquel amago por ser la Capital Europea de la Cultura que tuvo como consecuencias, entre otras, la llegada de las sedes del Centre Pompidou y de la Colección del Museo Ruso de San Petersburgo. En él, a través de textos académicos y expresiones públicas, se da un discurso de disidencia respecto al oficialista: se cuestiona la utilización de la figura de Picasso para la transformación del territorio y de sus imaginarios, así como el proceso de instrumentalización de la cultura como recurso turístico.