THE OBJECTIVE
Cultura

Adictos al terror. ¿Por qué las películas de miedo revientan la taquilla?

Ponen a sufrir a la audiencia y crean legiones de seguidores; psicólogos y cineastas develan los secretos detrás de filmes como Anabelle, el largometraje de John R. Leonetti que este año estableció en Estados Unidos un nuevo récord para una película de terror al recolectar 29,5 millones de euros durante su primer fin de semana de exhibición.

Adictos al terror. ¿Por qué las películas de miedo revientan la taquilla?

¿Qué tienen en común Quentin Tarantino, Robert Rodríguez, Tim Burton, Ridley Scott, Martin Scorsese, Joel Schumacher, John Frakenheimer y Pedro Almodóvar? Además de ser cineastas, que todos fracasaron en el intento de aterrorizar a la audiencia con superproducciones. El prestigio de los apellidos pone en perspectiva la dificultad del género. Conectar con el público es tan complicado e inexplicable como los hechos sobrenaturales que inspiraban a algunas de sus cintas. 

Grindhouse (Tarantino-Rodríguez), Sweeney Todd (Burton), Hannibal (Scott), Shutter Island (Scorsese), 8MM (Schumacher), Dr. Moreau (Frankenheimer), La Piel que habito (Almodovar), son ejemplos de que se necesita más que a un director consagrado para que el miedo trascienda de la pantalla al espectador.

«La dificultad de hacer cine pasa por un buen guión que no precise de una megaproducción. Hoy en día, cualquiera tiene acceso a una cámara medianamente decente, a dispositivos móviles y a un ordenador con programas de edición, que son los mismos que se utilizan a nivel industrial», explica Damián Szifrón, director de la exitosa Relatos Salvajes, el filme más taquillero en la historia de Argentina y serio competidor rumbo al Oscar, que coquetea en algunos de sus segmentos con el cine de terror.

«Siempre digo que el elemento indispensable para cualquier historia de miedo, en realidad para cualquier historia, pero concretamente para una de miedo es tener personajes de verdad, creíbles. Que hagan que todas las situaciones terribles que suceden nos puedan afectar. Sin personajes de verdad no habría miedo. Puedo inventar una trama terrible de terror, pero si la ambiento en un hormiguero con hormigas no funcionará”, analiza el español Jaume Balaguero, reconocido por la exitosa saga REC, y responsable de dos títulos imprescindibles para los seguidores del género: Los sin nombre y Mientras duermes

«En ocasiones las ideas más sencillas y fáciles de ejecutar son las que mejor funcionan. No creo que tenga nada que ver con presupuestos; lo importante es que la idea funcione, al margen del dinero que se haya invertido para ponerla en práctica”, asegura para The Objective Joan Lafulla, propietario de Almasoscuras.com, sitio de referencia obligatoria en el mundo de habla hispana, para encontrar información sobre películas y relatos de horror.

¿Pasó en la vida real?

Una muñeca con poderes diabólicos no es, en apariencia, la idea más original para un proyecto cinematográfico. Sin embargo, basta observar la locura que ha desatado Anabelle para entender que muchas veces no se trata del qué sino del cómo. Pero, como diría Jack El Destripador, vamos por partes.

Anabelle es una precuela de un filme de bajo presupuesto que funcionó muy bien: El Conjuro. Conocida igualmente como Expediente Warren (2013), cuenta la historia de los esposos Ed y Lorraine Warren, investigadores de actividades paranormales que deben luchar contra el mal que habita en una casa maldita. No hay nada de novedoso en la trama, si recordamos a Poltergeist (1982). Incluso, hay tópicos que datan de El Legado Tenebroso (1927) y de los que echa mano Truman Capote en la adaptación que realizó de la novela de Henry James en The Innocents (1961).

Lo llamativo de El Conjuro fue su rentabilidad: costó 20 millones de dólares y recaudó más de 130. La fórmula la inició El Proyecto de la Bruja de Blair y Actividad Paranormal la explotó, literalmente. 

«Películas como Actividad Paranormal (2007), La Bruja de Blair  (1999),  o El Conjuro supieron conectar con un público muy mayoritario a nivel emocional. La idea funcionó. Y hoy en día, cuando algo funciona (sobre todo a nivel económico), se intenta exprimir hasta la saciedad; hasta que la fórmula se agote y deje de rendir económicamente”, observa Lafulla. 

La pregunta, entonces, es obvia: ¿por qué estas cintas, de directores menos consagrados, incluso debutantes, llegan tanto a la gente? Si se observa la estructura dramática de cada una de ellas se constata que los tres filmes beben del mismo pantano: la apariencia  real de lo sucedido. Para ello es clave la cámara que lo documenta.

Es así como llegamos al Mockumentary. Se trata de la unión de dos palabras: Mock (burla) y Documentary (documental). El origen del concepto es difuso, aunque se le atribuye al director Rob Reiner, quien supuestamente lo utilizó después de realizar la comedia This is Spinal Top (1984).

Reiner parodió todas las etapas de una banda de rock de una manera tan brillante que aún hoy hay quien cree que se trató de un documental sobre un grupo de verdad (curiosamente el éxito del filme sí generó varios discos). No obstante, fue a partir del éxito de El Proyecto de la Bruja de Blair que el terror se adueñó del término, si bien ya en 1980 Holocausto Caníbal había iniciado el camino. 

Bajos instintos

«El espectador busca emociones muy intensas en un escenario totalmente controlado (90 minutos en la butaca de un cine o el sillón de su casa)”, responde para este trabajo Jaime Burque, licenciado en Psicología y de los primeros en usar al cine como terapia. «Las emociones que nos proporciona la película de terror son en su mayoría miedo y angustia, provocando que nuestro sistema esté en constante alerta y segregando niveles muy altos de adrenalina”, continúa.

¿Es un masoquista, un loco, un «freaky», el que se sienta en una butaca a ver un filme de este tipo? “Es una experiencia equiparable a un parque de atracciones, una carrera de coches o un videojuego”, detalla Burque, quien trabaja como psicoterapeuta desde hace 10 años.

Jefrey Goldstein, profesor de Psicología social y Psicología organizacional de la Universidad de Utrecht llegó a la misma conclusión. Afirma que las personas que asisten a una proyección de terror lo hacen por el simple hecho de revivir una emoción básica: miedo. Así lo escribió en el libro «Por qué Observamos: La Atracción del Entretenimiento Violento«.

La revista LiveScience.com presentó un artículo en 2009, en el que aparecía la teoría de Goldstein, titulado «Películas de Horror: Por Qué la Gente las Ama«, agregándole una punto de vista biológico enriquecedor, el de Joseph LeDoux, neurocientífico de la Universidad de Nueva York.

El cerebro humano, según LeDoux, es tan complejo que puede razonar, meditar y preocuparse como el de ningún otro animal. Por lo tanto, el miedo es en parte una reacción biológica (defensa) pero también evolutiva, como las precauciones que se aprenden desde niño.

LeDoux, que ha revisado el comportamiento del cerebro, neurona por neurona, cuando es afectado por el miedo, dice: «Si usted tiene una buena imaginación, puede conectar los cables que producen el miedo, pensando en una situación que le afecte de esa manera». Sin embargo, no es sencillo y la respuesta es infinitamente más fuerte cuando la amígdala cerebral se activa espontáneamente. Esa podría ser la respuesta al por qué las personas regresan a una sala de cine: repetir la emoción básica en su esencia.

¡Y por eso los grandes estudios sacan las segundas partes! Anabelle destrozó en la taquilla a su progenitora: El Conjuro. En pocos días consiguió más de 150 millones de dólares (119 millones de euros) en todo el mundo, estableciendo nuevos récords de apertura para el género de terror en Colombia, Chile, Malasia, Filipinas, Singapur y Taiwán.

Dirigida por John R. Leonetti y producida entre otros por James Wan, quien es un veterano en esto de hacer mucho con poco (dirigió la primera Saw), estableció este año en Estados Unidos el mejor fin de semana de apertura para una película de terror con 37,1 millones de dólares (29,5 millones de euros). El filme también fue éxito de taquilla en Reino Unido, España, Francia, Italia, Alemania y Austria. Y aún le quedan mercados por estrenar. Eso sin contar lo que generará en Blu Ray y mercados caseros.

La democratización del terror

«Busco mucho más el terror psicológico que las escenas explícitas. Me atrae mucho que me asusten sin ver nada, provocando que yo tenga que imaginarme, qué puede estar ocurriendo, como en Allien o El Sexto Sentido«, reflexiona Burque. Lafulla es más directo cuando se le interroga sobre lo que espera encontrar en una cita con el género: «Diversión. Entretenimiento. Pasar miedo. Excitación…». Para ambos gustos y para muchos más, la televisión por cable tiene respuestas.

La euforia por los zombis (The Walking Dead) los vampiros (The Strain), el canibalismo (Hannibal) y lo sobrenatural (American Horror Story) ha desatado una sangrienta pelea por el rating. Según los datos que manejan las empresas de mercadeo, el típico consumidor de este tipo de series, es un hombre entre 15 y 45 años. Para ellos, la oferta se expande.

«Supongo que con el éxito, entre otras, de series como The Walking Dead (va por la quinta temporada), las productoras de televisión se dieron cuenta de que ofreciendo un producto de calidad, cuidado y ambicioso -tanto en el contenido como en la forma- podían llegar a un amplísimo abanico de espectadores. No únicamente a un público habituado al género terrorífico», razona Lafulla sobre el presente.

Burque profundiza: «Creo que tiene que ver con el ‘boom’ de las series, pero sí que podríamos reflexionar sobre la necesidad psicológica cada vez más visible en nuestra sociedad actual de intentar romper con lo cotidiano, en busca de nuevas sensaciones y experiencias. Es como una manera de «escapar» de una realidad que no nos gusta».

Jován Pulgarín

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D