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Síndrome de Peter Pan: qué es y cómo identificar tu inmadurez patológica

Puede que pase desapercibido, pero si te comportas como un niño, actúas como un niño y piensas como un niño —más allá de los 30— puede que seas un niño

Síndrome de Peter Pan: qué es y cómo identificar tu inmadurez patológica

Un hombre joven levanta los puños con alegría | ©Freepik.

Son cerca de 120 los años que han pasado desde que el dramaturgo británico James Barrie escribiera su ya icónica obra Peter Pan, o el niño que no quería crecer. Lo que Barrie, escocés de nacimiento, no imaginaba hasta donde daría coletazos esta leyenda del teatro infantil. De hecho, lo que nació como obra de teatro, pronto hubo de ser adaptado como novela y que mucho más tarde daría lugar al síndrome de Peter Pan.

El argumento, conocido por todos, lo popularizó Disney, está en Peter Pan, ese niño que no tenía intención de crecer. Una forma de vida que, curiosamente, en la actualidad está menos ligada a la ficción de lo que parece. Acuñado por el psicólogo estadounidense Dan Kiley en la década de 1980, el concepto del síndrome de Peter Pan saltó del cine y la literatura a la vida real.

Utilizado para referirse a adultos que no aceptan sus responsabilidades, el síndrome de Peter Pan se vincula a la inmadurez emocional a partir de la treintena. Sería aquí donde Kiley empieza a poner el listón de lo que debería ser un adulto y del estancamiento de esos Peter Pan que postergan la edad adulta sine die.

El síndrome, que no tiene categoría oficial ni está catalogado dentro de ningún manual de psiquiatría o psicología, además afecta por igual a hombres y mujeres. Sin embargo, el síndrome parecería tener una mayor prevalencia en hombres, según apunta un estudio turco.

Un hombre joven levanta los brazos en alto en señal de alegría
Este síndrome afectaría con mayor frecuencia a hombres que a mujeres. ©Freepik.

La complicación, más allá de que es necesaria la intervención psicológica para comprender el alcance de este fenómeno, está en la dificultad del diagnóstico. Algo que Kiley apreció cuando sus pacientes eludían las responsabilidades adultas. A ello sumaba una forma de comportarse carente de madurez psicológica, bloqueando a los pacientes en una adolescencia perpetua.

Cómo poner cara al síndrome de Peter Pan

Según Kiley, los pacientes que mostraban esta conducta repetían ciertos patrones. Entre los que citaba, apreciaba ciertos niveles de narcisismo y de manipulación. Una realidad que además se consolidaba con cierta arrogancia o un cierto magnetismo hacia sus propias personas.

Sin embargo, tras indagar en esos sujetos, la realidad era otra. Bajo el paraguas sólido de la fachada de superioridad, Kiley apreció que el síndrome de Peter Pan escondía numerosas carencias. De esta manera, sus pacientes desechaban las obligaciones de la realidad por diversas causas. Entre algunos ejemplos, lo más citado es sacar a colación el fracaso personal y la poca autoestima, ambos relacionados con un carácter inseguro del propio paciente.

El problema, como es evidente, es que el síndrome de Peter Pan puede disimular más patologías. Ansiedad y depresión figurarían entre las derivaciones de este síndrome que también implica una sensación aumentada de soledad. Debido a la incapacidad del paciente por tomar decisiones o de buscar las decisiones más sencillas, su círculo social y sus posibilidades de compartir la vida decrecen, algo que perjudica a sus relaciones sentimentales. De hecho, podrían ocultar la llamada depresión enmascarada, de la que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.

Entre las formas de averiguar cuándo estamos ante un síndrome de Peter Pan, hay ciertas preguntas que nos podemos hacer. Eludir responsabilidades laborales, sociales o económicas es uno de ellos. Del mismo modo que si presta excesiva atención al ocio, intentando prescindir de obligaciones que le aten más de la cuenta.

También el hecho de recurrir a gente joven para acompañarse o de idealizar a la juventud y a la libertad que a ella asocia es frecuente. Además, son personas que rechazan estas solas y no contemplan la posibilidad de formar familia o tener hijos, lo cual llegan a considerar un lastre.

Por qué puede surgir el síndrome de Peter Pan

Un adulto con síndrome de Peter Pan levanta los puños
Infancias muy restrictivas, pero también muy permisivas, podrían influir en este síndrome. ©Freepik.

Seguramente, como identifica el psicólogo Manuel Escudero, el síndrome de Peter Pan brote por determinadas circunstancias de la infancia. Lo curioso es que pueden ser tanto patrones de infelicidad como infancias alegres y felices. De esta manera, ilustra que tanto infancias permisivas como excesivamente vigilantes podrían influir en el desarrollo.

Con este mimbre, también apunta a una sobreprotección familiar, ligada también a una falta del sentido de la frustración. Este grado de consentimiento y generación de niños mimados supondría alimentar la futura llama del síndrome de Peter Pan.

La falta de reglas y un comportamiento paternalista supondrían una pérdida de ciertas responsabilidades de cara a la edad adulta que la persona no habría aprendido. Esta carencia además puede vincularse a una incapacidad de dar amor si no se ha aprendido cómo durante la infancia.

Ante esas premisas, las soluciones en la edad adulta pasan por la psicología clínica, como también explican desde Cleveland Clinic. En ese supuesto, se debe insistir en la distinción de los roles personales en la edad adulta, además de aumentar el rango de pensamientos y por qué hemos pensado así durante largo tiempo.

También es clave que se aumenten las responsabilidades, focalizándose en la toma de decisiones y en ejercicios de resolución que, no obstante, deben también trabajarse desde la autocrítica. De esta manera, la persona que padezca el síndrome de Peter Pan comprenderá los actos y sus consecuencias. Todo ello enfocado a mejorar su autoestima, pero también a controlar la frustración que desembocara de actos erróneos.

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