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Enero, el mes de la depresión: por qué nos deprime el primer mes del año

Despedirnos de la familia, de las vacaciones o simplemente topar con el mal tiempo puede minar nuestra salud mental

Enero, el mes de la depresión: por qué nos deprime el primer mes del año

Una mujer mira al exterior desde una ventana | Unsplash.

Los anglosajones hablan del ‘winter blues’ para referirse a la depresión en invierno, un fenómeno dentro de los trastornos afectivos estacionales (TAE) que en enero es especialmente intenso. No en vano, el 13 de enero se celebra el Día Mundial de la Depresión, una fecha para poner en valor a una patología de la salud mental con una altísima prevalencia.

Según datos de la OMS, alrededor del 3,8% de la población mundial sufre depresión. Una enfermedad que va más allá de estar de ‘bajón’ o de la concepción que podemos tener de que ‘es una simple cuestión de alegrar esa cara’. La pregunta es, ¿por qué enero es especialmente un mal mes para la salud mental?

A las claras desventajas del invierno, que afectan a un nivel fisiológico, se suman también las propiamente psicológicas. Menos horas de luz, peor tiempo y la ‘resaca’ emocional de los períodos y fiestas de Navidad se añaden a este peligroso cóctel.

Su sintomatología, igual que en cualquier momento del año, nos dará pistas de cuándo estamos realmente deprimidos. De hecho, en las culturas anglosajonas incluso se menciona la existencia del Blue Monday. O, lo que es lo mismo, el día más triste del año (coincidente con el tercer lunes de enero), pero no existen estudios que avalen que realmente lo es.

Lo que sí es cierto es que hay ciertos factores, tanto ambientales como personales, que condicionan que enero sea un mal mes para la salud mental. Los motivos, algunos de ellos obvios, pueden explicar con relativa facilidad por qué empezar el año nos sienta francamente mal.

Depresión en enero: dos caminos distintos

El frío y las pocas horas de luz juegan como factor ambiental para la aparición de las depresiones invernales. ©Unsplash.

No se puede obviar que, para el hemisferio norte, el incipiente invierno que sucede diez días antes de comience enero supone una pista climatológica importante. El solsticio de invierno es el día más corto del año en esta mitad del ecuador y eso se traduce en menos minutos de luz solar. Aunque vayamos recuperando minutos al crono durante estos meses hasta llegar a verano, la realidad es que hay una relación clara entre las horas de luz y la depresión.

No solo por el hecho de gozar directamente de menos luz, sino por la influencia hormonal que tiene. Durante los meses más oscuros, el cuerpo secreta menos melatonina. Interpreta de esta manera que debemos irnos a dormir antes, aunque sea una cuestión influenciada por las horas de luz. De esta manera, sentimos ese descenso de energía y de actividad de forma casi natural.

También sucede por una mera cuestión climatológica. El descenso de las temperaturas y la abundancia de lluvias o de mal tiempo sirven como cortapisa para la actividad física del paciente. Si durante el ejercicio físico liberamos endorfinas, éstas nos ayudarán a estar mejor. Por tanto, es obvio remarcar que la falta de actividad durante estas épocas supone descender el nivel de endorfinas, un potente desestresante, que nuestro cuerpo secreta.

Por este motivo, realizar deporte en casa, aunque sea de una forma más tranquila y simplemente para mantenerse en forma es una buena opción para intentar liberar a esas endorfinas dormidas. Topamos así con dos secreciones que deberíamos mantener a tono y que, sin embargo, en enero se empeñan en hacernos la puñeta.

El plano social y psíquico de los cambios de enero

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La carga de planes y actividades, amén de la vuelta al trabajo, pueden jugar en contra de nuestra salud mental. ©Unsplash.

Lógicamente, más allá del plano fisiológico, hay que hablar de un importante plano psicológico. Por exceso o por defecto, la Navidad es un período especialmente excitante y ese vacío lo palpamos también en enero. Amén de suponer para muchas personas el fin de unas vacaciones, más o menos largas, que terminan.

Pero no es solo el TAE asociado al tiempo o a esa depresión postvacacional la que nos importa en enero, sino también el estrés familiar. Durante la Navidad podemos, según explican desde Healthline, estar especialmente distraídos: preparativos, tiempo compartido o compras. Es decir, apenas hay espacio para pensar en los vacíos existenciales que nos rodean.

Una vez superada esa ‘sobredosis’ de estímulos, incluidos los negativos, enero desnuda nuestras miserias psíquicas. Una mala relación con algún familiar o la nostalgia de unas fechas en las que hay seres queridos que ya no están. O, simplemente, compartir unos días con personas que no verás en mucho tiempo, suponen pequeños reveses a los que hacer frente en enero.

La forma en la que se manifiesta es variada, cómo explica la American Cancer Society: «Estado anímico de tristeza o vacío, pérdida de interés en actividades antes agradables, cambios de peso, trastornos del sueño, falta de energía, sentimientos de culpa, cambios de ánimo o problemas de concentración».

Cómo lidiar con la depresión en enero

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Conviene diagnosticar el tipo de depresión y no confundirla con un trastorno afectivo estacional. ©Unsplash.

Es importante buscar un diagnóstico clínico que nos saque de dudas sobre el origen de la depresión. No será lo mismo un trastorno afectivo estacional, más o menos paulatino, que hablar de una depresión mantenida en el tiempo. La consecuencia de estos cambios, en según qué circunstancias, puede ser un detonante al que conviene prestar atención.

Para ello, ciertas pautas a tener en cuenta también pasan por los consejos que da la Sociedad Española de Psiquiatría, que incide en la psicoterapia y en la medicación como las dos principales vías de ayuda. En el caso de la primera, las opciones son varias. Se apunta así a las terapias cognitivas conductuales hasta las terapias interpersonales y dinámicas. Además de eso, también los grupos de autoayuda podrían ser de utilidad para tratar la depresión.

En los casos que esté diagnosticado y claro que estamos ante un TAE, hay ciertas terapias de exposición a la luz solar que han demostrado su utilidad. Aunque no son extrapolables a todas las depresiones, insistimos. En este caso, parte del éxito se debe a la relación que la luz solar tiene con la serotonina. También conocida como la hormona de la felicidad, el aumento de sus niveles implica una mayor sensación de bienestar, de relajación y satisfacción.

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