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Hospital sirio Ahmad Hamish: aprender a vivir con las extremidades amputadas por la guerra

Muhammad tiene 11 años y vive en Raqqa, la que fuera la capital del Estado Islámico en Siria hasta 2017. Él solo recuerda una Siria en Guerra. A los dos años de haber nacido estalló el conflicto en el país. Camina lentamente, con muletas y acompañado de su abuela, que no se separa de él en ningún momento. Hace apenas unos meses pisó una mina y la explosión le destrozó su pierna derecha. Ahora se recupera en el Hospital Ahmad Hamish de Damasco donde todavía está adaptándose a la prótesis nueva que ha recibido. Es uno de tantos niños de esa generación perdida en Siria con la que tendrá que luchar el Gobierno de posguerra. Pero al menos, él ha sobrevivido al terror del Estado Islámico y hoy puede contarlo.

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Muhammad, de 11 años, recibe tratamiento en el hospital Ahmad Hamish de Damasco tras haber perdido la pierna derecha por una mina. | Foto: Rodrigo Isasi

Muhammad me mira, y en su cara no hay ni un atisbo de sonrisa, tampoco lágrimas. Toda expresión facial que pudo haber, ya la ha perdido. Me tiemblan las manos y apenas acierto a coger la cámara. Es sin duda la fotografía más difícil a la que me he enfrentado.

Se sienta en la camilla y empieza a quitarse el pantalón. Se quita también la prótesis y deja al descubierto el muñón de su pierna derecha. Es el momento de hacer los ejercicios para fortalecer la extremidad y que le ayudarán a adaptarse a su prótesis nueva. 

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Muhammad, de 11 años, recibe tratamiento en el hospital Ahmad Hamish de Damasco tras haber perdido la pierna derecha por una mina. | Foto: Rodrigo Isasi

El Hospital Mártir Ahmad Hamish se encuentra en el distrito de Damasco de Barzeh, a las faldas del monte Qasioun. Un edificio viejo que no ha cambiado apenas desde su fundación en los años 70. Algunas paredes con la pintura desconchada y un suelo de baldosa que ha visto tiempos mejores. Pero funcional, al fin y al cabo, y eso es lo que importa. Lleva su nombre en honor a un médico dentista que cayó mártir en 1973 en la guerra contra Israel, la Guerra de Yom Kipur o Guerra del Ramadán.

Aquí, muchos pacientes son soldados sirios que han perdido sus extremidades en los combates, pero también se atiende a civiles. Nos da la bienvenida una coronel sanitaria del Ejército Sirio. Me llama la atención. En España podemos contar con los dedos de las dos manos a todas las mujeres que ostentan el empleo de coronel. Aquí, sin embargo, son muchas. En Siria, el servicio militar es obligatorio para los hombres, pero voluntario para las mujeres. 

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Abdul Al Faisal, de 29 años y militar voluntario en el Ejército Sirio, recibe tratamiento en el hospital Ahmad Hamish de Damasco tras haber perdido la pierna izquierda en un combate en Harasta. | Foto: Rodrigo Isasi

Lo primero que se le hace a un paciente que llega al hospital con una herida en la pierna por una mina o metralla es ver si la tiene amputada por encima o por debajo de la rodilla. Eso marcará el uso de una prótesis o de otra.

Luego comienzan con los ejercicios para fortalecer los músculos en la extremidad dañada y, una vez colocada una primera prótesis, con los ejercicios de equilibrio. «El paciente no sale de aquí si su equilibrio no es bueno», me dice el joven Ammar, que a sus 24 años es fisioterapeuta en este centro médico. Este proceso dura entre dos y tres meses. «Durante los primeros días, el tratamiento es intensivo, y el paciente tiene tres sesiones: mañana, tarde y noche».

Una vez que los pacientes abandonan el centro médico, pueden regresar siempre que sea necesario, para hacer ajustes en su prótesis, por ejemplo.

Un soldado sirio realiza ejercicios con su nueva prótesis en el hospital Ahmad Hamish de Damasco. | Foto: Rodrigo Isasi

Es en la parte de abajo del hospital donde fabrican las prótesis y las órtesis. Un fuerte olor a resina y a productos químicos que no distingo inunda el ambiente. Nadie lleva mascarilla. Supongo que están acostumbrados. Sobre un armario descansan cerca de 10 o 12 piernas. Una decena de prótesis que esperan a su futuro dueño. Justo enfrente, se agolpan los característicos zapatos negros de las órtesis de pierna.

El hospital cuenta con una máquina de fabricación canadiense que es capaz de crear una prótesis simple en 12 minutos, aunque cada prótesis necesita un tratamiento posterior de en torno a tres horas para ser adaptada a cada paciente. Eso me asegura el general sanitario del Ejército Sirio que me acompaña y que no suelta en ningún momento el tasbih -rosario- que lleva en la mano.

En 2014-2015, el período más duro de la guerra, el hospital fabricaba unas 160 prótesis al día. Ahora, con los grandes combates militares a punto de acabar y con un largo período de posguerra por delante, fabrica unas 30 cada jornada.

Prótesis básicas de miembros inferiores en el hospital Ahmad Hamish de Damasco. | Foto: Rodrigo Isasi

Una prótesis de pierna completa puede llegar a tener un coste de entre 10.000 a 14.000 dólares, y una de brazo articulado electrónico con hasta 14 funciones distintas puede llegar a costar unos 40.000 dolares.

Los pacientes no pagan ni una libra siria por ellas. Aquí todo está subvencionado por el Estado: desde la propia prótesis hasta el tratamiento, la atención psicológica y el posterior seguimiento médico. En un país en el que el salario mínimo mensual es de aproximadamente 47.000 libras siriasunos 100 euros según la tasa de cambio oficial, un ciudadano con un trabajo normal jamás podría costearse este tratamiento.

Solo hay un límite en la subvención estatal. Si el paciente llega con los dos brazos amputados, sólo recibe una de estas prótesis más completas, no dos, por el elevado coste de las mismas y porque se entiende que con un brazo ya puede ser funcional.

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Una prótesis de pierna completa como esta, fabricada en el Hospital Ahmad Hamish de Damasco, puede llegar a tener un coste de hasta 14.000 dólares. | Foto: Rodrigo Isasi

Aquí, como en muchos otros hospitales de Siria, faltan algunos medicamentos y material médico específico, «por las sanciones internacionales». Esa la frase que más escucho durante mi estadía en el país árabe. Un discurso que parece ensayado, pero que en parte, no deja de ser cierto. Las duras sanciones económicas de Estados Unidos y la Unión Europea contra Siria, y un Gobierno que ha centrado todos sus esfuerzos en derrotar militarmente al Estado Islámico, hacen que los ciudadanos sirios noten la ausencia de algunos fármacos.

Las sanciones internacionales, la subida de precios, el daño a la industria del país por los combates y la crisis económica y social en el vecino Líbano están asfixiando a la debilitada economía de Siria.

A apenas unos metros de Muhammad, me encuentro con Abdul Al Faisal, de 29 años. Antes era taxista en Damasco, pero decidió alistarse voluntariamente en el Ejército Sirio para luchar contra el Estado Islámico. Durante un combate en Harasta, a las afueras de Damasco, fue alcanzado por los fragmentos de diferentes materiales generados por una explosión. Perdió la pierna izquierda, pero aún así tuvo suerte, algunos de sus compañeros no sobrevivieron al ataque. Ahora se recupera en el hospital Ahmad Hamish de Damasco, a la espera de recibir una prótesis.

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Abdul Al Faisal, de 29 años y militar voluntario en el Ejército Sirio, recibe tratamiento en el hospital Ahmad Hamish de Damasco tras haber perdido la pierna izquierda en un combate en Harasta. | Foto: Rodrigo Isasi

Le pregunto que qué espera de su nueva vida. «No te preocupes, todo está bien», me dice, orgulloso de haber luchado por su país. A su lado, otro militar sirio se ejercita en una máquina de gimnasio. No tiene piernas. Ninguna de las dos.

Ahora, la misión de estos dos soldados ya no es combatir al Estado Islámico, es aprender a vivir con los recuerdos y sin las extremidades que les arrebató la guerra, la maldita guerra.

Un soldado sirio que ha perdido las dos piernas en una explosión, recibe tratamiento en el hospital Ahmad Hamish de Damasco. | Foto: Rodrigo Isasi

*Consulta todos nuestros reportajes de Siria de nuestro enviado especial Rodrigo Isasi*

 

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