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Cultura

El criterio ahora lo impone el algoritmo, no la taquilla

THE OBJECTIVE ha conversado con Enrique López Lavigne, el productor de Apache Films, sobre la Ley del Cine, la realidad y la ficción y sus películas

El criterio ahora lo impone el algoritmo, no la taquilla

Enrique López Lavigne. | Carlos H. Vázquez

Se cuentan, por extensión, no pocos títulos producidos por Enrique López Lavigne (Madrid, 1967), un tipo que hoy cumple 56 años habiendo trabajado en Voy a pasármelo bien (2022), La abuela (2021), La llamada (2017), Verónica (2017), Un monstruo viene a verme (2016), Lo imposible (2012), 28 semanas después (2007), El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo (2004), Lucía y el sexo (2001), Los amantes del círculo polar (1998)… Y todo comenzó cuando de chaval rodaba con una cámara súper 8 películas con sus muñecos de indios y vaqueros. «La realidad es extrema. Sobre todo, es lo único que tenemos para agarrarnos», responde a THE OBJECTIVE el productor de Apache Films, que cree que cualquier perturbación o enmascaramiento de la realidad, que es la fantasía, siempre gira alrededor de la realidad, con lo que, al final, la realidad siempre es más extrema.

Preguntarle a López Lavigne qué diferencia hay entre la realidad y la ficción es buena cosa, pero valora que es una cuestión que es mejor hacerle a los creadores que a un «simple productor». No obstante, cree que la ficción es el intento de captar la realidad y de plasmarla en una creación de cualquier tipo. «Favorecía a la humanidad no siendo actor, supongo. Me parece muy complicado meterse en la vida de otras personas que no eres tú. Y me parece un acto de generosidad. Los actores hacen un trabajo que no siempre es fácil de representar. Y, desde luego, muchos de ellos no llegan a alcanzar la notoriedad. Es uno de los trabajos más complicados que hay en toda la cadena creativa. Y, además, muchos de ellos, casi todos, hacen aportaciones personales creativas en sus personajes, que de alguna forma no se retratan al final de la cadena de derechos y en lo que es el sueldo de actor», expone durante la entrevista realizada en un despacho de su productora Apache Films, fundada en 2003.

Un año después, en 2004, se estrenaba en cines El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo, película que Enrique rodó con Juan Cavestany. Pasados los años, el entrevistado contó con ironía que le rompieron el carnet de director en la cara mientras que a Juan le castigaron haciendo teatro: «Nos sentimos azotados y castigados en ese momento, cuando hicimos la película, que no era más que una travesura que se tomó demasiado en serio y que mucho más tarde se tomó de otra manera también. Lo que significa que nada es objetivo en su momento. Nos movemos en la subjetividad constante». Cree Lavigne que eso es una cosa que solo se puede valorar con el tiempo a través de una filmografía o en el momento en el que uno, en sus últimos días, en sus últimos minutos, hace una especie de retrato. «Siempre dicen que pasan imágenes por tu cabeza que reconstruyen lo útil o lo inútil que ha sido tu vida. Pues yo supongo que pasarán El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo y me reiré porque era una enorme broma. Lo pasamos realmente bien. Y ni era una película tan mala como decían, ni tampoco creo que fuera el germen del post-humor, que es lo que se dijo posteriormente». El film encerraba otras películas dentro y encerraba otros códigos que tanto Juan como Enrique han desarrollado en su obra posterior. 

Cartel de la película ‘El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo’

Sin embargo, El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo recuperó la inversión, recaudando 3 millones y medio de euros, casi 4, una cifra que Enrique Lavigne considera «muy importante». El primer fin de semana, recaudó 1,3 millones y fue número 2 de taquilla. «Yo creo que el carnet que nos quitaron fue el carnet de directores serios. De hecho, nos pidieron hacer una segunda parte. Pero ya estábamos muy lejos». El siguiente título producido por Lavigne fue la secuela de 28 días después: 28 semanas después, dirigida por Juan Carlos Fresnadillo. La cuestión es si un productor es la última película que ha hecho. Enrique responde a THE OBJECTIVE de manera afirmativa: «De hecho, en Hollywood, tú eres la última película que has hecho. Cuando vas a Los Ángeles, si lo pisas como triunfador, como ha sido para mí el caso de películas como 28 semanas después o Lo imposible, pisas la ciudad de los triunfadores como triunfador y notas en el clima y una actitud muy diferente hacia ti». Opina que esa cultura americana se ha importado. Y no habla solamente del cine, sino de todas las disciplinas que tienen el condicionante del éxito detrás. Pero, por descontado, no cree en ese axioma.

La Ley del Cine

A mediados de febrero de 2022, el Consejo de Ministros aprobó el Anteproyecto de Ley del cine y de la cultura audiovisual, que buscaba para el sector medidas que «puedan perdurar en el tiempo» dado que pasaron 15 años desde la anterior regulación, según declaraba el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, y recogía THE OBJECTIVE. Más de 350 creadores y trabajadores del cine y la televisión firmaron un manifiesto contra la Ley Audiovisual que se votaba en el Congreso con una denominación de productor independiente introducida por el PSOE que suponía «la sentencia de muerte para la industria audiovisual española tal y cómo la conocemos», tal y como publicaba este medio. Para Enrique Lavigne esto suponía una «tormenta perfecta».

‘Voy a pasármelo bien’ es última producción de Enrique López Lavigne

A finales de diciembre del pasado año 2022, el Consejo de Ministros aprobó el Proyecto de Ley del Cine y de la Cultura Audiovisual, así como la urgente solicitud de su tramitación parlamentaria con un nuevo texto. «La mayoría de los productores hemos sido críticos con ese equipo ejecutivo al que le marcaron un gol por a la escuadra, pero, al final, nos hemos reconciliado con este nuevo reglamento», contesta a THE OBJECTIVE Enrique Lavigne. «Además, el equipo en cultura ha sido sumamente brillante a la hora de elaborarlo y de entender de alguna forma la idiosincrasia del trabajo que hacemos, que ha ampliado las competencias y ha trabajado para que la diversidad no se ponga en peligro». Por otra parte, Lavigne destaca en esta conversación que así se ha dado espacio a las series, a los documentales y a una serie de productos audiovisuales que habían estado fuera del escaparate: «A mí me parece enormemente injusto que todo se esté siempre focalizando en la cultura, en el cine, cuando efectivamente se hacían un montón de productos audiovisuales que ahora mismo se consumen más que el cine».

Entre tanta oferta, ¿cómo se sabe lo que es bueno y lo que no? La realidad para el productor es que menos es más. Es decir: cuantos más productos audiovisuales se distribuyen en más plataformas y más canales de distribución, menos foco ponen los clientes o los espectadores en ese contenido audiovisual, menos importancia le dan y menos valor tienen «porque asistimos semanalmente a un número imposible de estrenos que absorber que, muchas veces, nos obligan a saltar de una plataforma a otra, a no respetar la duración de los productos audiovisuales y a dejarlos todos a los 5 o a los 10 minutos y consideramos que ya los hemos visto. Pienso que es una fase de menú libre y menú gratis, lo que se conoce como ‘all you can eat’». Ese hastío que Lavigne ve próximo, dará a lugar a otra fase después que será seguramente un «aftermath», un nuevo modelo en el que se espera que muchas de esas plataformas y catálogos se hayan fusionado y puedan volver de nuevo a una concentración mucho más sensata y sobre todo más abordable, más consumible de películas, de series, de documentales, llamadas por su nombre, con nombre y apellidos, «basados en la experiencia de gente que es apasionada del cine, de las series, de las narrativas, y que dejen de ser contenido».

El futuro

Una pregunta que Enrique López Lavigne se hace constantemente es dónde está el criterio. «El criterio está en el algoritmo, lo que antes era la taquilla, lo que antes era muchas veces la afluencia o la notoriedad pública de un libro, de una película o de un disco. Ahora mismo vivimos encerrados en un algoritmo que hemos creado nosotros mismos, que somos los clientes únicos, que somos los espectadores, que somos los que escuchan los discos y que, al final, fomentamos el que unos artistas puedan florecer y a otros no se les permita avanzar o ni siquiera puedan nacer». 

Reflexiona que esta trampa democráticamente regulada por un algoritmo matemático es difícil de eludir.  Es la trampa con la que se encuentran todos los días en las ventanillas de las plataformas cuando les dicen «esto no puede funcionar porque no se ha hecho todavía». Entonces, de alguna forma, piensa que el productor sigue siendo importante en la medida en la que arriesga su reputación, su dinero y, por supuesto, su empeño en su pasión, su tiempo y su energía al final, que es lo que lo que un productor transmite: en apostar por cosas que no se habían hecho hasta entonces. «Antes de poder llevar adelante La llamada, había una obra de teatro que habían hecho Los Javis (Javier Ambrossi y Javier Calvo). Curiosamente, esa obra de teatro no había recibido tanto interés por parte de las plataformas, de televisiones o de lo que fuera, y es solamente cuando los productores nos empeñamos en llevar adelante o cristalizar las fantasías de los creadores, donde las cosas se pueden enseñar y demostrar. Ahí tuvimos suerte. Ha pasado con otros proyectos, con otras películas, con otros creadores y creadoras. Pero en realidad hace falta alguien que arriesgue, alguien que decida salirse del camino, salirse de la norma», declara Lavigne, cuya última producción (Voy a pasármelo bien) enlazó a España con Latinoamérica, donde el idioma no es una barrera.

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