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Cultura

David Mamet contra la inquisición 'woke'

El dramaturgo y guionista norteamericano expone sus ideas políticas, desacomplejadamente de derechas, en el reciente ensayo ‘Himno de retirada’

David Mamet contra la inquisición ‘woke’

David Mamet. | EFE

David Mamet (Chicago, 1947) es uno de los pocos escritores norteamericanos de relevancia internacional que se muestra desacomplejadamente de derechas. Sus ideas políticas quedan reflejadas en el combativo Himno de retirada, que acaba de aparecer en castellano de la mano de Deusto. El subtítulo es contundente: La muerte de la libertad de expresión y por qué nos saldrá cara. En realidad, no se trata de un ensayo unitario, sino de una recopilación de artículos publicados en la National Review. Esta histórica revista conservadora la fundó en 1955 el polemista William F. Buckley Jr., célebre por sus vitriólicos enfrentamientos en debates televisivos con su némesis Gore Vidal (hay un buen documental sobre el asunto: Enemigos íntimos, que pude verse en Filmin).

Mamet lleva ya publicados unos cuantos libros ensayísticos, sobre temas que van desde el arte del teatro al negocio del cine, pero ha ido mostrando un creciente interés por intervenir en el debate político, con un articulismo más visceral que sosegado, con momentos dignos de un Chuck Norris liquidando al enemigo con un bazooka

Lo que le da relevancia como polemista, se esté o no de acuerdo con sus tesis, es que estamos hablando del más importante dramaturgo estadounidense en activo. Fallecido Sam Shepard, solo podría comparársele en relevancia Tony Kushner, judío como él, pero en las antípodas ideológicas. Kushner tiene en su haber el hito de Ángeles en América, su monumental obra sobre el sida en el Nueva York de los ochenta; sin embargo, lleva tiempo más centrado en el cine, con sus colaboraciones como guionista con Steven Spielberg, que se iniciaron con la extraordinaria Múnich y han continuado hasta la recién estrenada Los Fabelman

David Mamet es historia viva del teatro americano gracias a piezas como Perversidad sexual en Chicago, American Buffalo, Oleanna (que en 1992 planteaba el tema de la verdad y su manipulación a partir de la historia de una alumna que denunciaba abusos de un profesor) y sobre todo Glengarry Glen Ross, inclemente retrato de una sociedad en la que todo está en venta. Galardonada con el Pulitzer, es una de las cumbres del teatro contemporáneo y fue adaptada al cine, como otras muchas del autor. Su producción escénica de los últimos años ha perdido algo de fuelle: vi en 2019, en su estreno en Londres Trigo amargo, con John Malkovich en el papel de un grotesco personaje inspirado en Harvey Weinstein, pero el intento de convertir el caso en una comedia muy negra no acababa de funcionar.  

Arte del engaño

Mamet ha dirigido también una decena de películas, las mejores de las cuales versan sobre el arte del engaño y la manipulación de la realidad (Casa de juegos, La trama) y sobre el honor y el sentido de la dignidad (El caso Winslow, la única que no parte de un guión propio sino de un magnífico drama del británico Terence Rattigan, y la incomprendida Cinturón rojo). Además, ha sido un cotizado guionista, con títulos como Los intocables de Eliot Ness o La cortina de humo, aquella película sobre un presidente americano que, para esquivar un escándalo sexual, se inventaba una guerra ficticia.

Himno de retirada aborda temas variopintos, incluidos algunos provocadores análisis culturales como la lectura del King Kong de 1933 como proyección de los miedos del hombre blanco medio hacia la fuerza física de los negros. Hay también un par de textos sobre la decadencia de Broadway, convertido en páramo debido, por un lado, al público cada vez más turístico que pide espectáculos de fácil digestión y, por otro, a las presiones de la corrección política que atenazan la creatividad. Sin embargo, lo que más peso tiene en el libro son los comentarios políticos sobre la deriva de Estados Unidos y la apropiación del discurso dominante por parte de las sucesivas mutaciones de la izquierda radical. 

Para entender el tono en ocasiones incendiario del autor es relevante tener en cuenta un par de cosas. Por un lado, el teatro de Mamet es célebre por la virulencia de su lenguaje, repleto de obscenidades y jerga callejera (si me permiten una anécdota, Jack Lemmon, que actuó en la versión cinematográfica de Grengarry Glenn Ross, dijo que la obra era «la jodida Muerte de un viajante»; es decir, como el clásico de Arthur Miller, pero con muchos tacos). 

El segundo aspecto a considerar es que no estamos ante un ponderado conservador al estilo británico, sino ante un libertariano americano. Es decir, un ultraliberal, una suerte de ácrata de derechas que defiende la libertad del individuo por encima de todo y está radicalmente en contra del intervencionismo del Estado. Esta es una corriente de larga tradición en Estados Unidos, que se remonta a los tiempos de la independencia, y es en nombre de la libertad individual que Mamet defiende cosas no siempre fáciles de entender desde Europa como la libre venta y posesión de armas. 

En Himno de retirada, el autor es perspicaz y contundente cuando critica los vicios de la nueva izquierda, ataca la cultura woke y ve las turbias maniobras políticas detrás de movimientos como Antifa o Black Lives Matter. Habla también de la tendencia a la autoflagelación de los blancos progresistas: «Al problema se lo llamó ‘la culpa de los blancos’. Los tejanos rotos, los piercings y los tatuajes obedecen al intento de los pudientes de proyectarse como criaturas de la calle. Y la culpa de los blancos procuró a los progresistas blancos la emoción de un sadomasoquismo placentero, como el de los piercings. (…) ¿Qué ganaron con ello los progresistas blancos? La mismo que al vestirse como los indigentes: la enfermiza fantasía de la condición de víctimas».”

Contra la neo lengua

Uno de los temas que más le preocupa es la manipulación del lenguaje, que es una de las armas de la cultura woke en el empeño de cambiar la realidad renombrándola con su estrafalario neolenguaje. Tirando de este hilo, apunta Mamet: «La izquierda, que lleva tiempo diciendo que los hechos son ‘engañosos’, ha llegado ahora a negar que existan siquiera: los hombres pueden dar a luz; los niños nacen sin sexo; todos moriremos por nuestros pecados medioambientales en diez o doce años».

Sin embargo, la agudeza que demuestra al analizar las fisuras del contrincante contrasta con la nula disposición a desmontar con la misma sagacidad las trampas del entorno ideológico en el que se siente más cómodo. Sorprende su acrítica admiración por Donald Trump, que no se quedaba precisamente corto en eso de manipular la realidad y el lenguaje para crear «hechos alternativos». Esta veneración por el personaje llevó al escritor incluso a apuntarse a las teorías conspirativas sobre el robo de las elecciones en unas declaraciones que después rectificó. 

Algunos de los discursos de Mamet son un buen ejemplo del peligro que se genera cuando una ideología como el libertarismo se mezcla con el populismo que representa un político como Trump. La democracia americana dispone de sólidos resortes para resistir embates, pero le costará recuperarse de la crisis reputacional que supuso ver el Capitolio asaltado por un bárbaro descamisado con la cara pintada y cuernos de bisonte. Y de esa foto, por muchas vueltas que se le quiera dar, el culpable último fue Trump. Es una lástima que alguien de la talla intelectual de Mamet se apunte al ensayismo de trinchera, que ve la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. 

Permítanme concluir con un bonito comentario que aparece en las páginas de Himno de retirada sobre el aprendizaje literario que proporciona el oficio de periodista: «No había mejor escuela para un escritor que el periodismo. O aprendías al momento, o te largabas: a hacerlo bien, a hacerlo rápido, a mantener la claridad y a darle un desenlace».

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