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Cultura

Esos grandes amores de Hollywood

El periodista catalán Jordi Bernal recoge en ‘Amores cinéfagos’ 24 historias de esas que, como se suele decir, traspasan la pantalla

Esos grandes amores de Hollywood

Audrey Hepburn y Gregory Peck en la película 'Vacaciones en Roma' (1953).

Amores cinéfagos es un libro lleno de chispazos, resplandores y hasta eventuales llamaradas; también de platos rotos y vajillas que vuelan por los aires. De tórridos romances, y fugaces caprichos, de amores que duran lo que una vida, pero, por sobre todo, de complicidades. De un amor que va y viene, de la pantalla a la vida, un amor por el cine y por la vida. Y es que esto es precisamente lo que se ha propuesto el periodista barcelonés Jordi Bernal: dar cuenta del catálogo de las formas, modos y patologías que adquiere el amor. «Partiendo de la mitología del cine hollywoodiense he querido bajarlo a la realidad, a las relaciones de pareja» cuenta, al teléfono (un elemento bien cinematográfico, por otra parte). Y así lo explica, en la introducción a su libro: «En el principio fueron Ava Gardner y Frank Sinatra. Con ellos inicié en la revista Jot Down una sección que pretendía dar cuenta de distintas tipologías del amor a través de parejas formadas en el seno de la industria del cine.

De esta manera, Amores cinéfagos quería ofrecer un amplio fresco de la realidad de las relaciones sentimentales sometidas al filtro de la mitología cinematográfica». De aquellas espitas este fuego. Y es que para Amores cinéfagos, el libro, Bernal ha recuperado los 17 textos publicados en su momento en la revista cultural y le ha sumado siete inéditos. El libro trae, además, un prólogo de Sabino Méndez, con quien el autor coincidió en la Facultad de Filología y Comunicación (en aquel entonces Facultad de Filología y Letras) de la Universidad de Barcelona.

Portada del libro

Es precisamente Sabino Méndez quien destaca uno de los mayores rasgos de la prosa de Bernal: la fascinación. Dice así: «Jordi tiene la gracia de abordar el tema de la fascinación desde un desapasionamiento, casi una frialdad, que opera usando el instrumento de una minuciosa acumulación de datos». Y es que cada uno de los relatos, más que estampas, más que un conjunto de indicios y verdades es, como nos dice el propio autor, «un artefacto narrativo». Y añade: «Más que historias son como cuentos, en los que se intenta desentrañar distintas formas del amor a partir de las relaciones de los personajes del cine, ya que nos permiten entrever las diferentes clases de parejas que luego nos encontramos en la realidad».

El gran argumento

¿Y por qué el amor? Pues porque ya lo decía Truffaut, que «el amor es el único argumento posible, el argumento de los argumentos». Y es que, además, el origen de este libro está en el amor al cine. Una relación freudiana, que nace con El hombre tranquilo, pero sobre todo con La diligencia. Con las películas de aventura, como El halcón y la flecha o Capitanes intrépidos; ese cine clásico americano que seduce a los más niños (pero también a los mayores que quieren dejar de serlo). De ahí nació su fascinación, que llega hasta la actualidad. Parafraseando a Rafael Alberti, dice Bernal: «Yo nací, respetadme, con el cine de Hollywood».

Así, si el cine está repleto de mitologías, quizá la más evocadora, central y humana sea la que involucra las pasiones, que andan desperdigadas por entre todo el resto de motivaciones humanas; el amor, por tanto. Y es en el cine clásico donde éste todavía mantiene un halo de misterio, un enigma que quizá no acabemos de entender, el amor. De ahí que Bernal haya buscado en ese caladero, el de Rita Hayworth y Orson Welles, el de Katharine Hepburn y Spencer Tracy, el de Marilyn Monroe y Arthur Miller, el de Ava Gardner y Frank Sinatra, entre tantos otros. Amores que a nuestros ojos son muy atractivos, «precisamente por ese punto de misterio», nos dice Bernal. Además, sostiene el autor, «el cine clásico hollywoodiense es como el rock and roll clásico, a lo mejor lo han igualado, pero nadie lo ha superado».

Preguntado sobre los diferentes tipos de amores que se exhiben en el libro, sobre sus preferencias o sobre aquel por el que se siente más atraído, dice Jordi Bernal que, para él, «es uno que es muy difícil de conseguir, pero creo que cuando se consigue es de lo más atrayente y muy bonito; se trata de esas historias de amor que se convierte en amistad. Cuando se reconduce la pasión en una verdadera amistad, que es lo más infrecuente. Pienso, por ejemplo, en el caso de Diane Keaton y Woody Allen, que acaba convirtiéndose, con el tiempo, en una gran historia de amistad». Y añade: «Creo que incluso puede llegar a ser mucho más rica que otra meramente amorosa».

Nos confiesa Bernal que la elección de los personajes biografiados que aparecen en este libro comenzó por su interés en el caso de Ava Gardner y en el de Richard Burton y Elizabeth Taylor, pero que, poco a poco, y tratando de crear un fresco lo más amplio posible, donde cupiesen todas las formas del amor, fue construyendo un equilibrado manojo de personajes que bailan entre su gusto personal y la tipología de relaciones.

Peces de celuloide (nadando en la misma pecera)

Escribió la actriz Lana Turner en su autobiografía, Lana. The Lady, The Legend, The Truth, que «en Hollywood éramos como peces nadando en un acuario, siempre los mismos peces, pero formando diferentes combinaciones». De ahí que se perciba en esta selección cierta inevitable endogamia. Pues son siempre gente de la industria que acaban encamándose, ennoviándose, casándose o tirándose, entre ellos, los trastos a la cabeza. Lo cual, empero, trae una segunda capa de valor al libro: y es que la pasión por sí mismos (una de las formas del amor que también se explora aquí es la vanidad, el ego; no se pierdan el texto que Bernal le dedica a Orson Wells) y los otros se entremezclan con la pasión por el cine. Bernal nos confiesa que, con el libro, ha intentado transmitir «esa emoción por el cine y por el amor, y esa atmósfera cinematográfica que provoca el hecho de tener un pie en el presente y otro en el pasado». Para el autor, hay una película que ejemplifica perfectamente esto: Licorice Pizza (2021), de Paul Thomas Anderson. En ella, toda una serie de personajes extravagantes se enamoran y la película está atravesada por un gran amor al cine, y se deja notar la mitomanía del celuloide por doquier. 

Jordi Bernal. | Cedida por el autor

Sobre los textos se ha de decir que son casi biografías destiladas. Los hay algunos más narrativos y otros en los que asoma de una manera más explícita la documentación y adquieren un cierto tono de crónica de romances. De cualquier forma, todos ellos tienen una voluntad narrativa y están estructurados con arreglo a una función dramática. Bernal hace gala (pero no exhibe, cuidado) un extenso conocimiento de los personajes y de sus circunstancias, lo que sirve, en última instancia, no solo para contextualizar a los personajes en su momento histórico, sino también para trazar una panorámica de la evolución de los usos amorosos en la industria del cine.

Preguntado por sobre cuál de todas estas historias es la que más le gusta, cuenta el periodista catalán que siempre le ha tenido mucho cariño a la historia de amor de Gena Rowlands y John Cassavetes, porque es una relación «de vivir por y para el cine». También quiere destacar la relación que mantuvieron Meryl Streep y John Cazale, «que tal vez entre los lectores no se conozca tanto; una relación muy breve, pero muy intensa». Jordi Bernal tiene claro qué es lo que le gustaría que aprendiesen aquellos que lean su libro, pues que «el amor tiene momentos muy complicados, pero que vale la pena vivirlo». Dicho queda.

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