THE OBJECTIVE
Soraya Rodríguez

El hijo de Frankenstein

«¿De verdad piensa Casado que puede ocupar el espacio de centro moderado en España y Europa haciendo depender la gobernabilidad de Vox?»

Opinión
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El hijo de Frankenstein

Pablo Casado. | EP

No voy a hablar del excelente libro de Almudena Grandes La madre de Frankenstein, sino del relato de saldo que inventó el presidente de Castilla y León para convocar elecciones anticipadas en plena sexta ola y con la variante ómicron descontrolada.

A estas alturas todos sabemos cuáles son las verdaderas razones de la convocatoria: la presión de Casado y Egea para obtener un resultado electoral similar al de Ayuso en Madrid y desactivar el liderazgo de la presidenta madrileña en las peleas internas del partido. Una estrategia a la que ha cedido de buen grado Mañueco, que tiene un complicado calendario judicial por corrupción que se activará a partir de marzo de 2022. 

Nada que ver con las infamias y falsedades de las que acusa Mañueco a Francisco Igea, un socio parlamentario que le permitió mantener la presidencia cuando perdió las pasadas elecciones y ha sido fiel a lo pactado, votando en contra de la moción de censura presentada por PSOE el pasado marzo.

Mañueco nos intenta convencer de que su decisión de romper la coalición se debe a la traición de Cs en la negociación presupuestaria de algunas partidas con la formación Por Ávila que el PSOE de CyL podría apoyar posteriormente, y que esto supondría el germen de una moción de censura que acabaría con un gobierno Frankenstein en nuestra Comunidad.

Casi sonroja parafrasear esto y no imagino cómo puede verbalizarlo el presidente sin vergüenza ninguna o escapársele alguna sonrisa al intentar vendernos tal majadería.

Al PP le encanta la expresión ‘gobierno Frankenstein’ acuñada por Alfredo Pérez Rubalcaba cuando debatía con pasión si los socialistas podían traspasar las líneas rojas de pactar con partidos independentistas que acababan de perpetrar un golpe de estado a nuestra democracia o con quienes habían sido el brazo político de ETA y no eran capaces de condenar los crímenes de la banda y pedir perdón a las víctimas y a la sociedad por haber amparado y justificado tanto dolor. 

Esta especie de ‘vendedor de todo a cien’ que es Mañueco abusa ahora de la expresión hasta el agotamiento para decirnos sin sonrojo que cualquier acuerdo entre Cs, PSOE y Por Ávila constituiría un gobierno contra natura para los intereses de esta comunidad autónoma. Solo un gobierno del PP con mayoría absoluta o, en su defecto, con el apoyo de Vox sería un gobierno decente que salvaguardara los derechos de castellanos y leoneses.

Y esta es la cuestión, la verdadera cuestión que subyace en la estrategia del partido de Casado: en la estrategia brutal y miserable que utiliza para destruir a su socio de gobierno, que le permitió mantener el poder institucional en su mayor debacle electoral. Mas allá de los eslóganes que el PP de Castilla y León va a usar en esta estrambótica campaña en la que nos ha metido, creo que este debe ser el debate central que interpele no sólo a Alfonso Fernández Mañueco sino a Pablo Casado, artífice de este adelanto electoral

¿Es Vox un socio más decente que Ciudadanos para el PP? ¿Es mejor interlocutor Abascal que Inés Arrimadas? ¿Está garantizado mejor para Mañueco el derecho a la salud de los castellanos y leoneses con un partido antivacunas que con Verónica Casado, prestigiosa ex consejera de salud que se ha dejado la piel gestionando esta pandemia con los resultados que él ahora sin vergüenza exhibe como propios? ¿Es el objetivo del PP combatir lo que representa el centro liberal en la UE y no los propósitos de la extrema derecha? ¿De verdad piensa Casado que puede ocupar el espacio de centro moderado en España y Europa haciendo depender la gobernabilidad de Vox?

Hay más preguntas. ¿Todos en el PP piensan igual? ¿No hay nadie que se atreva a abrir el debate de las líneas rojas que un partido demócrata y constitucionalista no puede traspasar? ¿Que la voladura por los aires, no solo de nuestra organización territorial sino también de los derechos fundamentales y libertades de más de la mitad de la población, las mujeres y colectivos señalados por Vox, dañaría de forma irremediable nuestra democracia, nuestra convivencia cívica? ¿De verdad no hay nadie en este PP dispuesto a dar una batalla intelectual y política para decir que tan monstruoso es dejar la gobernabilidad de España en manos del independentismo secesionista cuyo objetivo es la demolición del estado como dejarla en manos del nacionalpopulismo de extrema derecha que representa Vox? 

Las líneas rojas existen para todos los demócratas, y defenderlas es una obligación, no una opción. Sé que no es fácil hacerlo en el PP, como no lo fue hacerlo en el PSOE, pero créanme que mereció la pena.

Vox es el aliado de Orban y Salvini en Europa; su referente en América Latina es Bolsonaro. Representa el nacionalpopulismo que, abrazando la identidad nacional, declara abiertamente su hostilidad hacia todos los valores europeístas. 

Agitar las banderas del odio con consignas demagógicas para dividir a la sociedad es la carta de presentación de la ultraderecha, la extrema izquierda y el independentismo secesionista en Europa. Ninguno de ellos es socio aceptable para los demócratas europeos, y no deberían serlo tampoco en España. 

Los extremos se retroalimentan e intentan justificar su existencia en el miedo, el frentismo social y la destrucción de la democracia liberal. La aparición de Vox fue la consecuencia de los pactos contra natura de Sánchez, pero no es la solución para acabar con ellos. La única respuesta posible para salir adelante es la moderación y el diálogo entre demócratas en defensa de nuestra convivencia cívica, de las instituciones democráticas y de los derechos de los ciudadanos libres e iguales en la nación española.

Ya que Casado ha decidido convertir Castilla y León en un laboratorio de pruebas de su estrategia electoral nacional, es importante que debatamos sobre ella. ¿A qué escenario aboca esta estrategia? A destruir a Ciudadanos, que el único socio posible de la derecha sea la extrema derecha. ¿Están dispuestos los ciudadanos constitucionalistas de centro moderado, los socialdemócratas que se apartaron del PSOE de Sánchez al elegir éste como socios a los que siempre había combatido el viejo PSOE, los que se apartaron del PP de Rajoy asqueados por la corrupción, a aceptar este escenario? ¿Dispuestos a resignarse a que la única opción para la gobernabilidad sea un gobierno Frankenstein de Sanchez o la del hijo de Frankenstein de Casado?

No lo creo. No nos lo merecemos. 

Albert Rivera cometió muchos errores, y lo ha pagado en las urnas, pero no mayores que los de Sánchez y Casado. Todos ellos nos han llevado a una polarización y sectarismo insoportables. Por eso, un partido de centro liberal, demócrata, constitucionalista y progresista en la defensa radical de los derechos y libertades de todos los españoles es más necesario que nunca.

Ojalá estas elecciones sirvan para mantener el espacio del centro, para que desde ese espacio que ocupa Cs se garantice que los extremos, los radicales de izquierda y derecha, no son una opción aceptable para la gobernabilidad de España.  En mi opinión, Paco Igea es un candidato perfecto para representar este mensaje.  

Los ciudadanos de Castilla y León podrían ser un banco de pruebas, sí. Para lanzar este mensaje al PP de Casado, a aquellos cuyo sueño de acabar con el gobierno Frankenstein produce monstruos: un gobierno de España con ministros como Abascal, Olona u Ortega Smith sería un digno sucesor de su padre, un verdadero hijo de Frankenstein.

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