THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Rushdie y Larry David en 'Curb your enthusiasm'

«’Estás envuelto en un polvo de estrellas sexy’, bromeó Rushdie sobre la ‘fatwa’ dictada contra él en un diálogo con Larry David»

Opinión
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Rushdie y Larry David en ‘Curb your enthusiasm’

El escritor Salman Rushdie. | Reuters.

Larry David, el guionista y actor protagonista de la serie de humor Curb your enthusiasm (título que podría traducirse como «modera tu entusiasmo» y se proyecta en HBO), es un iconoclasta de la contemporaneidad. Representándose a sí mismo, o sea a Larry David, un guionista y director riquísimo, jubilado, que vive en Los Ángeles, edifica su humor en las fronteras de lo políticamente correcto, transgrediéndolas sin cesar con la coartada del humor, o bien fingiendo que respeta tan puntillosamente las normas de respeto humano que al hacerlo pone de manifiesto su hipocresía y necedad. 

Así, su serie, justamente aclamada, tiene un valor balsámico: los muchos espectadores que se sienten hastiados ante la proliferación de normas de comportamiento y lenguaje exasperantes, los que se sienten asqueados por tantas prohibiciones y cautelas, se lo pasan fenomenal asistiendo a las transgresiones del deslenguado, egoísta y sociópata Larry; las celebran como una venganza, por persona interpuesta, contra la idiotez del mundo

Así, por ejemplo, si Larry una noche liga con una mujer y la lleva a casa, antes de ir al dormitorio la sienta prudentemente a su lado en el sofá y se filma con el móvil preguntándole si da su consentimiento para «acariciarla un poco» –cosa que no hace hasta recibir y tener bien grabado el plácet—, y luego pidiéndole permiso –toda precaución es poca- para «pasar al siguiente nivel» de intimidad… 

Así, por ejemplo, utiliza la muerte de su madre –desgracia que en realidad le es indiferente- como excusa ideal cuando alguien le invita a alguna fiesta o le convoca a algún compromiso fastidioso. Entonces alega con impostada melancolía: «Es que mi madre… acaba de morir».

«En 2007 dedicó toda una temporada de ‘Curb your enthusiasm’ a la historia de cómo montaba un musical que se titularía ‘Fatwa’»

Hace unos pocos años, en el 2007, dedicó toda la temporada de Curb your enthusiasm a la historia de cómo montaba una comedia musical de Broadway, un musical que se titularía Fatwa, sobre la historia de Salman Rushdie y la persecución a la que estaba sometido por publicar sus blasfemos Versos satánicos. El mismo Larry iba a encarnar al novelista inglés sobre el escenario, cantando y bailando claqué, y uno de los personajes principales, con voz de bajo profundo, representaría al ayatolá Jomeini. 

El problema es que el personaje de Larry suele decir lo primero que le pasa por la cabeza, y en un programa de variedades de la televisión, en el curso de una entrevista de promoción del musical, se permite algunas bromas desconsideradas con el difunto Jomeini: esto llega a oídos de los nuevos ayatolás de Irán –representados como un cónclave de idiotas—, que le imponen una fatwa.

O sea que cae sobre él la misma maldición que cayó sobre Salman Rushdie. El musical Fatwa tiene que cancelarse y Larry se pasa toda la temporada disfrazado con gafas y una peluca, receloso y tratando de mover influencias para convencer a los severos clérigos iraníes de que levanten la fatwa.

En un episodio, visita a Salman Rushdie: el auténtico Salman Rushdie, que hace de actor y se interpreta a sí mismo, sentado con él en un populoso restaurante. Y éste trata de convencerle de que en vez de ceder al pánico se fije en los «aspectos positivos» de la fatwa y disfrute de ellos. A continuación, el diálogo entre Salman Rushdie y Larry David:

-Salman: «… sí, tardé mucho, años quizá, en llegar al punto del que te voy a hablar ahora. Es un atajo. Sí, es verdad: da miedo, desconcierta, pero también hay compensaciones: a muchas mujeres tu situación les atrae»

-Larry: «No sabía que nada de esto pudiera atraerlas»

-Salman: «Eres peligroso. Hay mujeres preciosas a las que eso les encanta»

-Larry: «¿Incluso siendo yo?»

-Salman: «No eres exactamente tú, estás envuelto en fatwa, como un aura, como un polvo de estrellas sexy». 

-Larry: «¡Ah, caramba!» 

-Salman: «¡Pero deja de portarte como un cagado! Vas disfrazado. Eso no es sexy. Sé hombre, y el sexo de la fatwa llegará a ti»

-Larry: «¿El sexo de la fatwa?»

-Salman: «¡El mejor sexo está ahí!»

-Larry: «Vale… pero… la fatwa…»

-Salman: «Sí, claro, existe… pero ¡a tomar por saco!»

-Larry: (…)

-Salman: «Y ésa no es la única ventaja. Otra es que no tienes que ir a ningún sitio que no te apetezca. Por ejemplo, tu primo da un recital de poesía, de su patética poesía, y tú dices: “Lo siento, no puedo ir, fatwa”»

-Larry: «¡Uau!»

-Salman: Alguien te dice: «¿Puedes ir a recogerme en el aeropuerto? Y tú dices: No puedo, por la fatwa»

-Larry: «¡Es la vida padre!»

-Salman: «Sí, con amenazas de muerte»

-Larry: «Con amenazas»

En ese momento Salman percibe que dos lindas mujeres le están mirando y sonríen, insinuantes, desde otra mesa. Encogiéndose de hombros ante esta confirmación de su teoría sobre lo sexy que es la fatwa, se levanta y se dirige hacia ellas…

Y así acaba la escena. 

Cuando vi por primera vez esa escena, pensé que tanto Larry David como Salman Rushdie demostraban, ciertamente, una desenvoltura fantástica tomándose a risa la amenaza de muerte de la fatwa, y que quizá el sentido del humor les había llevado demasiado lejos. 

Luego pensé que en realidad el sentido del humor es la prueba de una superioridad intelectual, quizá también espiritual, sobre las contingencias de este mundo tan serio. «Nació con el divino don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese fue su único patrimonio», así empieza Scaramouche de Sabatini, con esta frase que, por cierto, asocio siempre con Terenci Moix, otro as del humor, al que le gustaba repetirla.

Terenci, que, estando en su lecho de muerte, recibió la visita de una amiga que le preguntó «¿cómo te encuentras, Terenci?», respondió: «En mi mejor momento como actriz y como mujer».

Fue a visitarle otra amiga, que desde la puerta le preguntó: «¿Quién te quiere a ti, Terenci?», a lo que respondió: «Tú. Pero preferiría que me quisiera Leonardo di Caprio».

Recordé el otro día la frase de Sabatini cuando el agente de Rushdie, Andrew Wylie, dijo que éste se está recuperando del atentado que casi se lo lleva al otro barrio, y que ya habla y… bromea, con su humor característico de siempre. En este sentido el último gesto de transgresión y superioridad de Rushdie ha sido no sólo no sucumbir a las heridas que le ha infligido el tal Hadi Matar (¡qué apellido tan ad hoc!), sino encima ponerse a bromear.

Al enterarse el agresor, ya preso, de que su víctima sigue con vida, sólo ha sabido decir que esto le «sorprendió» (según la entrevista concedida al Washington Post). 

No me extraña: Matar, cautivo en la cárcel y sorprendido, y su víctima vivita y bromeando, en un viraje argumental con un final totalmente inesperado para el espectáculo programado por Matar. Sobre la mortal seriedad y tosquedad intelectual que caracterizan al fanático se eleva una vez más la ligereza y el relativismo del espíritu cómico, signo de inteligencia. El divino don de la risa.

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