THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Resistir el ahogamiento económico

«La ambigüedad del Gobierno alemán de mayoría socialdemócrata o el irregular y débil apoyo militar del Ejecutivo de Sánchez a Kiev son ejemplos que revelan la potencial fragilidad del apoyo a la causa ucraniana»

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Resistir el ahogamiento económico

EP

La mayoría de los europeos ha vivido el verano al margen de la guerra que libra Europa en su frontera con Rusia. El colchón del ahorro acumulado durante los confinamientos pasados y el deseo de que nada estropeara las primeras vacaciones libres de todas las limitaciones impuestas en las anteriores, ha empujado a la gente a gastar con profusión. Ni la vertiginosa subida de los precios de la gasolina, el transporte, los hoteles o restaurantes ha frenado su entusiasmo. ¿Irresponsable? ¿Insolidario? Quizás. ¿Comprensible? Bastante. Eso de querer hacerse un poco el loco tras lo pasado, pero también antes de que se impongan las estrecheces económicas con la llegada de un invierno que se anuncia oscuro. Y no sólo por el ahorro energético que ha de imponerse. La incertidumbre económica se extiende por todos los frentes.

La inflación ronda los dos dígitos (9,1% en la eurozona y 10,8% en España) y no cede pese al giro restrictivo en la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). La crisis energética está abocada a recrudecerse con la llegada del frío y la interrupción del suministro de gas ruso, irreversible tras el cierre indefinido de Nord Stream 1 anunciado este viernes por Gazprom. Las expectativas empresariales están bajo mínimos debido a la fuerte caída de los pedidos futuros y los paros parciales de la producción industrial a causa de la falta de combustible y las aún deficitarias cadenas de suministro. La recesión en Europa parece inevitable.

De las herramientas disponibles para combatirla, la política monetaria es hoy adversa al ciclo. Para cumplir con el mandato del BCE de estabilizar los precios en torno al 2%, la autoridad monetaria ha anunciado que continuará subiendo los tipos de interés. Pero si la presión inflacionista no viene por un calentamiento de la demanda si no por un choque de la oferta, como es el caso, la restricción de la política monetaria puede agudizar la recesión. Por si fuera poco, el margen del banco central para frenar la subida de precios se ve limitado por la depreciación del euro frente al dólar en más de un 15% desde hace un año. Un porcentaje que hay que añadir al aumento de los precios en los mercados internacionales por los productos importados denominados en dólares, principalmente el petróleo y el gas. Si bien un euro más débil no ayuda en el combate a la inflación, sí puede ayudar a la recuperación al hacer más atractivos los bienes y servicios producidos por los 19 países que forman parte de la unión monetaria. 

La política fiscal, con el plan de estímulo Next Generation por valor de 800.000 millones de euros, sí es contra-cíclica, pero el vuelco en las circunstancias que ha supuesto la agresión rusa a Ucrania hace aconsejable una revisión en sus prioridades y objetivos. La transición hacia energías limpias se acelera, pero la necesidad de prescindir del crudo y gas rusos ha abierto la puerta a prolongar la vida de las centrales nucleares, consideradas hoy energías verdes por su baja emisión de carbono. Incluso Alemania, en cuyo gobierno de coalición están los Verdes, ha dado marcha atrás en su política de cierre de varias centrales nucleares. 

De forma que el Zeitenwende o punto de inflexión en la historia anunciado por Olaf Scholz tras la invasión a Ucrania, abarcaría hoy no sólo un cambio radical de su política de defensa y seguridad, con la inversión de 100.000 millones de euros en armamento aprobada hace pocos meses en el Parlamento, si no también una profunda revisión de su política energética. Salvo España, todos los países europeos han tomado ese camino. Y por eso es también inaplazable la reforma del mercado eléctrico en la que ya está trabajando la Comisión Europea parea modificar el sistema de fijación de precios. A la revisión y reforma del mercado energético y el fomento del ahorro energético ya puesto en marcha, cae añadir una tercera pata: la social. Así como los ERTE salvaron millones de empleos en la UE durante lo peor de la pandemia, los fondos deben servir para proteger a los ciudadanos y las actividades económicas más vulnerables a las subidas de los precios de la energía debe ser prioritaria. 

«La ambigüedad del Gobierno alemán de mayoría socialdemócrata o el irregular y débil apoyo militar del Ejecutivo de Sánchez a Kiev son ejemplos que revelan la potencial fragilidad del apoyo a la causa ucraniana»

¿Serán suficientes medidas como estas para amortiguar los efectos de la crisis? Y tanto o más importante: ¿servirán para evitar que las tensiones económicas y sociales dobleguen el apoyo mayoritario de los europeos a Ucrania en la guerra que libra contra tirano de Putin? Porque ese es precisamente el objetivo del autócrata ruso: hacer saltar por los aires la trinchera europea mediante el ahogamiento a las economías de la UE, dividir a la opinión pública europea y forzar a Ucrania a claudicar. Y ya hay voces partidarias de esa opción. Y lo más preocupante, no sólo en los extremos a derecha e izquierda, admiradores del autoritarismo del líder ruso los primeros y obsesionados anti-atlantistas los segundos. La ambigüedad del Gobierno alemán de mayoría socialdemócrata o el irregular y débil apoyo militar del Ejecutivo de Sánchez a Kiev son ejemplos que revelan la potencial fragilidad del apoyo a la causa ucraniana. 

Porque a medida que se deteriore la situación económica se intensificarán las apelaciones al sentido común, a ser realistas, con el fin de empujar a Ucrania a negociar. Pero, como bien reflexionaba Daniel Gascón en su más reciente columna de El País, esas apelaciones no son más que «una maniobra retórica para fingir que la mía es la única opción, porque el único interés general es el mío y lo sensato para todos es lo que me conviene en este momento». Y critica el argumento fantasioso de algunas de esas voces más moderadas que defienden la negociación para que evitar que el sufrimiento que generará la inestabilidad económica refuerce en Europa a los extremistas. «Para que no mejore aquí sus expectativas algo que podría parecerse a Putin conviene dejar que Putin gane allí». 

Para entender al colosal enemigo al que se enfrenta Europa y la importancia de resistir, aconsejo la lectura de El camino hacia la no libertad (Galaxia Gutemberg) de Timothy Snyder, publicado en versión original en 2018. El profesor de Historia de Yale University da todas las claves sobre el proyecto totalitario de Putin: sus métodos para alcanzar el poder y perpetuarse en él usando todos los mitos nacionales a su alcance. Snyder relata cómo Putin se ha beneficiado de la política de la inevitabilidad abrazada por Occidente tras la Guerra Fría, que creía en la inevitable llegada de la democracia allí donde operara el libre mercado y no prestó mucha atención a la deriva autoritaria del régimen ruso y su creciente hostilidad hacia un Occidente que considera decadente e impuro. Y por tanto enemigo todo él de la patria rusa. ¿Por qué quién sabe si a Putin le bastará con Ucrania? Las muy fundadas sospechas sobre su intervención en procesos electorales como las presidenciales estadounidenses en las que ganó Donald Trump como sus apoyos a Le Pen en Francia, Víktor Orban en Hungría o la extrema derecha en Italia, no dejan duda de sus ambiciosos objetivos. 

Snyder relaciona la figura mesiánica en la que se quiere erigir Putin con las ideas nacistas del pensador Ivan Ilyin, al que cita desde hace años en sus discursos. No importa si Illyn, cuyos restos trasladó a Rusia para darle un funeral con honores militares en 2005, fue un exiliado que huyó y despreció la Rusia bolchevique. A Putin le sirven sus ideas nacionalistas y antidemocráticas para reafirmarse en su proyecto totalitario. También echa mano de la gloria pasada del imperio soviético, de cuyos episodios más oscuros, incluida la gran hambruna que impuso Stalin a Ucrania en 1932-33 que costó la vida de casi 4 millones de personas, está legamente prohibido hablar. El máximo líder de la Iglesia ortodoxa apoya la guerra y tiene a su servicio al popular pensador religioso Alksander Duguin, líder anticomunista en el pasado, capaz de usar la ceremonia de homenaje a su hija víctima de un atentado mortal para reivindicar la defensa de la patria rusa contra los enemigos de un degenerado Occidente. La indignidad.

Y mientras las muertes misteriosas se acumulan. ¿La última? La del presidente del gigante petrolífero nacional Lukoil, que produce algo más del 2% del petróleo mundial y emplea a 100.000 personas. Ravil Maganov, que tuvo la osadía de promover en el Consejo de la compañía un comunicado apoyando el fin de la guerra, ha sido el último oligarca en morir en extrañas circunstancias. Es el último entre casi una decena de poderosos afines al Kremlin que han perecido en el tiempo transcurrido desde la agresión a Ucrania. La historia se repite. No sólo rima. Ese desprecio a las libertades, esos métodos criminales para reprimir toda disidencia… Valientes escritores dieron testimonio de todo ello cuando aún existía la Unión Soviética. La caída del muro de Berlín permitió a otros tantos tener una tribuna para contar sus horrores. ¿Pero, cuántos parecen haberlo olvidado hoy? 

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