THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Sin refugio

«Todo apunta a que en un entorno tan volátil y plagado de incertidumbres la crisis va a para largo»

Opinión
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Sin refugio

Detalle de un ticket de la compra. | Europa Press

Los bonos estadounidenses a largo plazo han experimentado la caída más fuerte desde 1788. El índice bursátil americano Standard and Poors ha perdido 11 billones de dólares, con B de Barcelona. O lo que es igual y para hacerse una idea: el equivalente a la suma del Producto Interior Bruto (PIB) de Alemania, Japón y Canadá. En el caso de los valores de las compañías tecnológicas, su retroceso es equibarable a la suma del PIB de Francia y el Reino Unido. Así resumía el Financial Times hace pocos días el descalabro sufrido por los mercados financieros en todos los frentes. Porque 2022 ha sido un año en el que el capital y a diferencia de crisis financieras anteriores no ha encontrado refugio en ninguna parte. Ni en los bonos soberanos, un activo tradicionalmente más seguro, ni en los valores cotizados. La combinación de ambos, que suele componer la mayoría de las carteras, ha tenido los peores resultados desde 1932, cuando aún el mundo se recuperaba del catastrófico Crack de la Bolsa en 1929 que le sumió en la Gran Depresión. 

Vivimos una situación de policrisis, de shocks económicos y no económicos, de la que ninguna autoridad económica o monetaria se atreve a vaticinar cuándo saldremos. Las dificultades de los bancos centrales a ambos lados del Atlántico para contener la subida imparable de la inflación y su determinación para restringir la política monetaria aun a costa de empujar a algunas economías a la recesión; la crisis energética que podría agudizarse cuando se gasten en enero o febrero las reservas de gas acumuladas; la persistencia de los altos precios de los combustibles debido a la prolongación de la guerra en Ucrania que puede forzar a parar una parte de la producción industrial en algunos países europeos; el retraso en la lucha contra el cambio climático por dar prioridad a la seguridad energética; las tensiones comerciales mundiales que amenazan con extenderse más allá de China y Estados Unidos por las políticas proteccionistas emprendidas por el segundo; las dificultades para reestablecer las cadenas de suministro de componentes y materias primas procedentes de la primera potencia exportadora mundial por la restrictiva política cero Covid de Pekín y sus efectos negativos en el crecimiento del gigante asiatico y la región; la subida de los precios de los alimentos y la escasez de grano y su impacto en las poblaciones más vulnerables… 

Todo apunta a que en un entorno tan volátil y plagado de incertidumbres la crisis va a para largo. E incluso, como dice el Fondo Monetario Internacional (FMI): «Lo peor está aún por venir». Del 6% que creció el mundo en 2021, este año la organización multilateral prevé que lo haga en un 3,2%. Y en 2023, año en el que vaticina al menos un tercio de la economía mundial entrará en recesión, tan sólo un 2,7%. Y no hay que descartar que el FMI lo vuelva a revisar a la baja. En cuanto a la inflación, del 8,8% de 2022 esta pasará al 6,5% en 2023. 

«España sigue un 2% por debajo de cómo estaba a finales de 2019, antes de la pandemia, mientras que en el resto de Europa ha conseguido cerrar esa brecha»

España por el momento parece estar sorteando la recesión, con un crecimiento modesto pero positivo en el último trimestre, similar al tercero, cuando la economía creció un 0,2%. Aun así, España sigue un 2% por debajo de cómo estaba a finales de 2019, antes de la pandemia, mientras que en el resto de Europa ha conseguido cerrar esa brecha. Con respecto a la inflación, el gobernador Pablo Hernández de Cos rebajó esta semana el tono triunfalista del Gobierno que ahora saca pecho de que esta es la más baja de la UE. Su moderación está relacionada «de forma exclusiva», señaló, con el componente energético que se ha ido moderando desde finales de verano, pero el resto de elementos continúan al alza como demuestra la subida de la inflación subyacente. Aquella que excluye los componentes más volátiles: energía y alimentos. Si hay algo que podría ayudar a dinamizar la economía y compensar los efectos de las subidas de los tipos de interés del BCE sobre el consumo de las familias sería la ejecución de los fondos, pero esta sigue siendo deficitaria, añadiendo incertidumbre a la evolución de la economía. 

El vuelco de las expectativas económicas mundiales en un solo año ha sido colosal. De tener tipos de interés negativos en Europa y cero en Estados Unidos y contar con masivas inyecciones de liquidez en los mercados financieros a ejecutarse las más rápidas y contundentes subidas de los últimos 20 años. Y al igual que ese giro radical e inesperado de la política monetaria, la gran mayoría de las suposiciones de los inversores y agentes económicos se han volatilizado. 

Sólo una continuada moderación de los precios podrá darnos un respiro. Pero el BCE  ya ha expresado su determinación de seguir subiendo los tipos de interés hasta que las señales de bajada de la inflación sean bien patentes, aun a riesgo de lastrar el crecimiento económico. ¿Será entonces el momento de invertir de nuevo en los mercados financieros donde los precios de muchos valores hoy algunos consideran una ganga? Ese giro en el sentimiento de los inversores será la primera indicación de que estamos en el camino de recuperar la estabilidad. Pero quién sabe cuánto tardará.

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