THE OBJECTIVE
Fernando Fernández

Semana de excesos y bancos centrales

«Con el llamado escudo antiopas, ‘el Gobierno de la gente’ le acaba de decir al pequeño inversor que los intereses de España aconsejan que pierda su dinero»

Opinión
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Semana de excesos y bancos centrales

Ilustración. | The Objective

Hablar de economía puede parecer una frivolidad cuando el Gobierno sanchista ha perpetrado el mayor ataque al espíritu constitucional y definido su guion para una democracia iliberal. Una democracia de trincheras en la que media España se impone a la otra por decreto, en la que se premia la deslealtad y el golpismo institucional, se legisla con nombre y apellidos y se ignoran todos los mecanismos de control y garantía. Algunos apologetas aún le llaman a esto progreso. Pero cada uno ha de continuar con sus cosas. Y las mías son la política económica y sus excesos.

Esta semana iba de bancos centrales pues coinciden en el tiempo las últimas reuniones este año de la Reserva Federal americana y el Banco Central Europeo. Pero antes no puedo dejar sin comentar la última ocurrencia intervencionista de la factoría monclovita. Con la excusa ya habitual, y falsa pues en la diversidad europea hay siempre ejemplos para todos los gustos, de que cuando Europa se tira por un barranco España debe ser la avanzadilla que mida su profundidad, el Gobierno blindará dos años más a las grandes empresas y las protegerá de la entrada del indeseable capital extranjero, el llamado escudo antiopas que ahora se extiende también a la venta de partes, filiales o activos estratégicos. Para publicitar la faena, la prensa gubernamental acude a una supuesta y anónima «opinión experta», pese a que la autoridad correspondiente, Rodrigo Buenaventura, presidente de la CNMV lleva meses pidiendo públicamente la retirada de la norma. Pero ¿por qué iba la vicepresidenta a mostrar respeto institucional si su jefe se ha ciscado sin despeinarse en el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Consejo de Estado y las asesorías jurídicas de Congreso y Senado?

«La norma antiopas es puramente extractiva, pues solo beneficia a las élites»

El «Gobierno de la gente» acaba de meterle un palo a los millones de familias españolas que han confiado en la Bolsa sus ahorros suscribiendo fondos de inversión. Y les ha hecho un favor a los actuales dueños de las empresas que, con poco capital y sin temer que la competencia les robe la cartera, pueden seguir dedicándose a devolverle la gracia al Ejecutivo a cambio de algunos fondos europeos. La norma antiopa es puramente «extractiva», en terminología de Acemoğlu y Robinson, pues solo beneficia a las élites. Se explica que no justifica en el neo-mercantilismo tradicional del despotismo ilustrado que nutre intelectualmente al sector leído del Gobierno, que no es tan grande ni tan leído la verdad. Una vez más, la autonomía estratégica se traduce en proteccionismo rancio. El pequeño inversor, los millones de jubilados españoles, pierden riqueza potencial en nombre de los intereses nacionales. Gracias a un gobierno jeta que se ha asegurado la permanencia pactando con los enemigos declarados del Estado.

La gente ahorra para invertir buscando una rentabilidad con la que completar su pensión. La rentabilidad puede venir en forma de dividendos, pagos periódicos a los accionistas que son función de los beneficios, o de alzas en el precio de las acciones compradas, las plusvalías. Si algún gran inversor considera que una empresa no es todo lo eficiente que debiera, estará dispuesto a comprar la compañía. Normalmente hablará primero con los actuales propietarios y gestores para contarles sus intenciones y propiciar un cambio negociado de gestión y enfoque. Si estos se enrocan, lanzará una oferta de compra, una opa hostil. El pequeño accionista solo puede beneficiarse. Si confía en los opantes, se queda en la compañía y espera el incremento en dividendos. Si no se fía, aprovecha la subida en la cotización bursátil que suele acompañar a toda opa y vende haciendo plusvalías. Pero el «Gobierno de la gente» le acaba de decir que se aguante, que los intereses de España, así con un par, aconsejan que pierda su dinero. Los dueños actuales respiran, continúan con sus ineficiencias y el Gobierno les pasará la factura por otro lado. Así funciona en España el progreso.

Pero vayamos a los bancos centrales, quizás la única institución que ha escapado de la voracidad de nuestro Gobierno. Los analistas esperan que las reuniones de esta semana aclaren dos cosas: el ritmo de subidas pendientes de tipos de interés y el nivel objetivo al que llegarán en este ciclo. Y andan un poco confundidos porque se están emitiendo señales contradictorias. La mayoría piensa que los tipos subirán más despacio, a golpe de 50 puntos básicos cada reunión, en vez de 75 o 100 como hasta ahora. Pero eso no significa que subirán menos, ni menos tiempo. De hecho, la opinión mayoritaria es que acabarán subiendo más, para situarse en el 3% en Europa y el 4% en Estados Unidos. Y permanecerán a esos niveles todo 2023 y el primer semestre del 24. Por cierto, en este contexto de mercado la ley antiopa es un atraco aun mayor, pues priva al accionista particular de una de las pocas posibilidades de ganar dinero en este ciclo.

«Las políticas fiscales siguen siendo expansionistas y dificultan la contención de la inflación»

La política monetaria continuará en modo restrictivo por varias razones. En primer lugar, la economía real todavía no parece haberse resentido de las subidas anteriores. Tanto el crecimiento como el empleo están resistiendo mejor de lo esperado las consecuencias de la guerra de Ucrania y el endurecimiento de las condiciones de financiación todavía no parece haber hecho mella. Claro que crecemos menos, pero no tanto menos como se temía. En segundo lugar, los datos de inflación no son buenos. Si bien es cierto que la inflación general ha bajado, la subyacente sigue subiendo. Lo que refleja que las subidas de precios se están generalizando más allá de lo que podría explicar el shock energético. Esto es lo que más preocupa a las autoridades monetarias, que hayan cambiado las expectativas de inflación, que la gente haya internalizado que los precios van a seguir subiendo y quiera protegerse. Hay síntomas preocupantes en la negociación colectiva, la actitud de los sindicatos parece haber cambiado en toda Europa, véase la amenaza de huelga de los propios funcionarios del BCE. ¿Si los expertos no se fían de ellos mismos, quién va a confiar en ellos? En España, los sindicatos parecen querer aprovechar el ciclo electoral y los apuros del Gobierno. Por último, las políticas fiscales siguen siendo expansionistas y dificultan la contención de la inflación. Así se alimentan las espirales inflacionistas. Así pues, las autoridades monetarias no tienen más opción que mantener y prolongar el endurecimiento de las condiciones financieras. El crédito seguirá siendo caro y escaso todo el año que viene, por lo menos. A partir de ahí, que cada uno haga sus números.

Los períodos inflacionistas terminan provocando reacciones inesperadas. Les confieso, y es un pequeño apunte final para viciosos de la política monetaria, que me ha sorprendido extraordinariamente la última ocurrencia de Blanchard, un prestigioso economista que lo ha sido todo en la academia y en la política económica. Argumenta ahora que los bancos centrales deberían subir su objetivo de inflación, el famoso 2%, al 3% o 4%. Cierto es que la teoría de la inflación necesaria no es nueva. La formalizó en los ochenta uno de sus maestros y predecesor en el FMI, Stanley Fisher. Pero en política monetaria, como en el fútbol, la oportunidad, el tempo, lo es todo. Aprovechando que Blanchard es francés, ¿se imaginan cambiar la regla del fuera de juego o de los penaltis antes de la semifinal con Marruecos. Apestaría a favoritismo y arruinaría la poca credibilidad de la FIFA. Los bancos centrales son de las pocas instituciones que están manteniendo su independencia en estos tiempos de desatado intervencionismo. No están sobrados de credibilidad tras su retraso en responder al choque inflacionistas. Ya lo tienen bastante difícil. Ahorrémosles al menos el fuego amigo. Dejemos el virtuosismo estético para mejores tiempos.

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