THE OBJECTIVE
Jorge Freire

Una pandereta suena

«Si de resonar se trata, no puede resonar lo que no vibra. Y tanto las buenas como las malas vibras, como dicen los mejicanos, requieren que el ente que vibra esté desasido»

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Una pandereta suena

Una pandereta suena.

El sonido de la pandereta nos devuelve a la infancia, que es cuando empezamos a golpearla. ¿A qué suena la Navidad sino a instrumentos idiófonos? Estos, que deben su nombre a la mezcla del griego idio (propio) y phoné (sonido), son los que generan música con sus propias vibraciones. No requieren viento, como los aerófonos, ni cuerda, como los cordófonos, ni conocimientos básicos de solfeo siquiera. Representan el grado cero de lo musical: hasta un niño -o un adulto beodo- puede tocarlos. 

La idiofonía comparte raíz con idiocia pero invierte la lógica de ésta: idiota es quien sólo se preocupa por lo propio; la idiofonía, en cambio, exige ser propio y distinto para vibrar y hacer vibrar a los otros. El carisma funciona por un resorte paralelo. ¿No es acaso más carismático un borracho que agita una pandereta a los postres que un catedrático de conservatorio que nos deleita con un recital?

Metida en un cajón, la pandereta no resuena; tampoco si cinco manos se la disputan; incluso si un único pandereteiro, que sepa mucho de lo suyo, se preocupa más de tensar el parche que de percutirlo. ¿Hace falta añadir que la resonancia es un tema muy serio? Hartmut Rosa le ha dedicado sesudas reflexiones. Es, a juicio del filósofo alemán, la capacidad de sincronizarse con el mundo sin apropiarse de él. El entusiasmo del alpinista se debe a que la abrupta montaña se le resiste. Si ya la dominase, ¿qué gracia tendría ascenderla? Si quiero alegrar a la familia aporreando la pandereta, ¿para qué quiero un máster en musicología?

Muchos años después de publicar Ser y Tiempo, Heidegger escribió Gelassenheit, un texto tardío que se publicó en español como ‘Serenidad’. Como esa traducción resultaba confusa, la filósofa chilena Carla Cordua propuso cambiarla por ‘Desasimiento’. Así se llama la relación en que ni el sujeto retiene al objeto ni el objeto retiene al sujeto.

Si de resonar se trata, no puede resonar lo que no vibra. Y tanto las buenas como las malas vibras, como dicen los mejicanos, requieren que el ente que vibra esté desasido. Los instrumentos idiófonos -panderos, tambores, botellas de anís- están hechos para que cualquiera puede hacerlos sonar, moviendo y conmoviendo a los demás. Me sorprende que algunos usen «país de pandereta» como insulto. ¿País de pandereta? Y yo que me alegro. ¡Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra! 

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