THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Candidatos asesinos, silencio indigno

«La indignidad está en el silencio de los socialistas cuando se les pregunta por la presencia de asesinos en las listas de Bildu»

Opinión
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Candidatos asesinos, silencio indigno

Funeral de Enrique Casas, asesinado por ETA en 1999. | Europa Press

Nada se puede criticar a Bildu por incluir en sus listas municipales a más de cuarenta condenados por terrorismo. Nada se puede exigir a Bildu por incluir a siete asesinos. Son siete los juzgados y condenados por asesinar. Alguno de ellos por asesinar a vecinos de esa localidad por la que ahora se presentan. Nada de ética se puede exigir Bildu que ha demostrado que no es el heredero de ETA sino la metamorfosis en partido de una banda terrorista de la que algunos de sus integrantes son candidatos. Unos terroristas a los que Bildu recibe en los pueblos cuando terminan sus penas como héroes salvadores. Un partido que nunca ha condenado de manera sincera el asesinato de casi mil hombres, mujeres y niños. Nunca. 

Tampoco se puede exigir nada a los votantes de Bildu. Durante décadas han jaleado esos asesinatos por las calles del País Vasco. El «ETA mátalos» era el grito de reconocimiento de esas decenas de miles de personas que no sólo no mostraron su repulsa, sino que también la ejercían en forma de violencia y acoso civil contras las viudas y huérfanos de los asesinados hasta el punto de que esas familias no pudieron ni vivir el luto en sus casas y muchos fueron obligados a huir del País Vasco. La inmoralidad de votar a un partido que incluye en sus listas a asesinos, de aplaudir a los verdugos, de aislar y acosar a las víctimas. Eso es Bildu y eso son sus votantes.

Eso es Bildu y todos lo sabemos. También Pedro Sánchez, el hombre que negó y negó y negó que fueran a pactar nunca con Bildu. Y lo hizo. En Navarra. Una comunidad que en estos años ha acelerado la disolución de su histórica identidad para integrarse en esa Euskal Herría que siempre quiso ETA. Un Pedro Sánchez que regaló a Bildu la exigencia etarra de salida de la Guardia Civil de la todavía comunidad foral. De momento ha sido expulsada solo la Guardia Civil de Tráfico, pronto veremos más cosas que nos volverán a entristecer. Ya casi el cien por cien de los presos etarras está en cárceles del País Vasco. Es lo único que ha hecho a la perfección el ministro de Interior, Grande-Marlaska. Un proceso planificado y perfectamente coordinado con el traspaso de las competencias penitenciarias al gobierno vasco. Sin retrasos. Y sin piedad. Sin piedad con las familias de las víctimas que ven como decenas de asesinos condenados disfrutan ya de un régimen de semilibertad que parece más un régimen de hotel que penitenciario. Al fin y al cabo, todos los presos etarras disfrutan de una habitación individual para ellos, como en un hotel. El resto de los presos, si no son etarras, pues apiñados. O trasladados fuera del País Vasco, que en ese caso no les importa nada a los nobles espíritus vascos que han reclamado siempre la cercanía. Pero era solo para los etarras. 

«La inmoralidad de votar a un partido que incluye en sus listas a asesinos, de aplaudir a los verdugos, de aislar y acosar a las víctimas. Eso es Bildu».

Nada se les puede exigir. Candidatos a concejales que han asesinado, votantes que han atemorizado, atentados que han puesto en riesgo la democracia, terrorismo social que ha hecho desaparecer los derechos más elementales de los vecinos que no pensaban como ellos. Y a ninguno, ni a los etarras, ni a los políticos de Bildu, ni a los votantes de Bildu, les ha importado la diferencia entre la vida y la muerte. ¿Qué se les va a exigir? 

Ya no matan, están ganando eso que se dice ahora de «relato» y lo que es peor están ganando la política por la indignidad de un gobierno que pacta con ellos. Nada explica mejor la aberración que vivimos que el hecho de que fueran diputados de Bildu los que tuvieran los honores cedidos por Sánchez de explicar la Ley de la Vivienda que se aplicará en toda España.

La indignidad está en el silencio socialista. Silencio del presidente, de los ministros, de los cargos autonómicos y locales socialistas cuando se les pregunta por la presencia de asesinos en las listas de Bildu. Silencio indigno para esas familias de militantes socialistas que fueron asesinadas por ETA. Silencio que nos recuerda el silencio de los vascos que por miedo no querían hablar de política en los años de plomo. Ahora el miedo es a que Sánchez pierda su Moncloa. 

Y no solo el silencio. Hay otra inmoralidad terrible también: la de presentarse con una equidistancia legalista para no criticar el hecho. Los que defienden que se luchó para que ETA dejara de matar y para que las reivindicaciones independentistas se encauzaran en el juego democrático, tienen razón. Pero olvidan que eso no implica la capacidad de declarar en voz alta la inmoralidad de incluir asesinos en sus listas. Cuando se pacta con Bildu se les da poder y voz, pero lo peor es que cuando se pacta con ellos se contamina, se ensucia, se mata la ética que nos ayuda a distinguir entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. No es ético pactar con ellos, ni tampoco es ético intentar silenciar y obviar la inmoralidad de Bildu

Llegan elecciones y como Sánchez previó nadie habla de sus indultos, ni de la derogación de la sedición, ni de la rebaja de la malversación. Ni siquiera se habla de la corrupción del Tito Beni en Canarias o de los nuevos datos sobre ‘Bro’ Puig en Valencia. Sánchez solo quiere que se hable del chorro de dinero que maneja desde el Consejo de ministros en temas como la vivienda, sequía o la formación profesional y así cada semana tapar todo lo demás. Cinco años ha tenido para descubrir que España se seca. Lo hace en campaña. 

Silencio indigno, pero ojo que, conociendo a Sánchez, y como ya ha hecho Irene Montero, acabará incluso asumiendo eso de que Bildu es libre de incluir al que quiera en sus listas y que esos candidatos ya han cumplido su condena. Y se equivocará. Porque muchos seguiremos recordando que son asesinos, que han asesinado y que sus manos están manchadas de sangre y pólvora. No lo olvidemos.

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