THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Narciso ante del espejo

«Sánchez convoca elecciones generales por puro interés personal. Se va. Que otro pague el fin de fiesta. Piensa en obtener un puesto en la OTAN en septiembre»

Opinión
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Narciso ante del espejo

Unsplash.

El adelanto electoral es una muestra de lo que es el sanchismo. Sánchez mismo en su mismidad ha sido más que suficiente para tomar la decisión. Se lo preguntó al espejo, y su imagen contestó: «Vete ahora, Pedro, no te manches con derrotas. Es un pueblo desagradecido e insolente. No te merecen. Tú vales mucho más, amor mío. Y piensa que puedes volver porque te van a necesitar». 

Sánchez convoca elecciones generales por puro interés personal. Se va. Que otro pague el fin de fiesta. Piensa en obtener un puesto en la OTAN en septiembre de 2023, fecha de la renovación de sus cargos. Las fechas encajan. También quiere evitar la censura del Comité Federal, sobre todo teniendo en cuenta que en la noche del domingo los derrotados no le cogieron el teléfono. Menos aún está en sus planes el presentarse en el Senado frente a Feijóo con una derrota en la mochila, o consultar con el Consejo de Ministros. No lo soporta su ego. 

La huida era la solución a su situación personal. Nadie en su sano juicio llama a las urnas después de un varapalo como el que sufrió el domingo. No está en ningún manual de estadista, ni siquiera en la guía del patriota de partido. Con un electorado sumido en la moral de la derrota, y una oposición crecida, cualquier estratega que se precie aguanta hasta la fecha límite para revertir la situación. O agotar el tiempo para que la derrota sea lo más suave posible. O al menos para que Sumar y Podemos reconstruyan el bastón que necesita a su izquierda. Pero a Narciso ya le da igual. 

«De lo que habla la gente de la calle es de las ganas que tiene de volver a votar NO a Sánchez en el nuevo plebiscito»

Es una huida contando con el borrado de las huellas. Sabe que puede contar con el coro sanchista que ha dejado en los medios, y la vergüenza que embarga a muchos del partido por haberse sometido al líder. He leído en el diario sanchista de la mañana que Pedro Sánchez es el nuevo Príncipe que retrató Maquiavelo. Ahora no se hablará de la derrota del 28-M, dice la corifea, sino del porvenir. Qué más quisiera el PSOE de Sánchez que así fuera. De lo que habla la gente de la calle es de las ganas que tiene de volver a votar NO a Sánchez en el nuevo plebiscito que ha convocado para el 23-J. Los sanchistas están tan alejados de la realidad que no se dan cuenta de que la ciudadanía quiere rematar la jugada en las generales.  

El asunto es más simple. Sánchez se quita de enmedio. Esa es su costumbre. No quiere que le manche la derrota. Lo mismo pasó cuando renunció al escaño en octubre de 2016 para no abstenerse en la investidura de Rajoy, como hizo el grupo socialista. Ya tuvo suficiente cuando sacó el peor resultado de la historia del PSOE en 2015. Ahora su ego es mayor. No cabe en Moncloa. Un revés electoral anula su autopercepción de estadista todopoderoso e infalible. Eso de hablar en nombre del pueblo y que el pueblo te dé la espalda en las urnas debe quedar para Podemos, piensa, pero no para un presidente que vino a pastorear a España hacia el paraíso ecofeminista de justicia social. 

Narciso cuenta con que el tiempo borre las huellas de su Gobierno. Piensa volver en loor de multitudes. Sabe que ha dejado el PSOE como un erial, y que sufrirá una derrota el 23-J y, quizá, en las siguientes. No tendrá oponentes y la memoria es flaca, débil, de pez. La nostalgia es propia de esta izquierda sentimental y la va a utilizar. Lo hizo en 2017, cuando lo echaron tras el fraude electoral en el propio Comité. Es consciente de que las bases socialistas le quieren. Y puede ganar unas primarias. La vida es así. O al menos eso es lo que le ha dicho a Sánchez su espejo.

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