THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

El dóberman ya no asusta

«Esa ‘derecha extrema, extrema derecha’ que como un martillo repite el líder socialista, y detrás casi todos sus ministros y cargos socialistas, no ha hecho más que empezar»

Opinión
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El dóberman ya no asusta

Borja Sémper. | Jesús Hellín (Europa Press)

Con sorpresa, y mucha ironía, acogió Borja Sémper, el portavoz nacional electoral del PP, el vídeo con el que abría fuego en la campaña electoral la división digital del PSOE. No habían pasado 24 horas desde el anuncio de Pedro Sánchez de disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones generales para el 23 de julio, cuando las redes del PSOE recuperaban el lenguaje más agresivo aprovechando un pequeño y evidente lapsus de Sémper en unas declaraciones televisivas. 

Tras un primerísimo plano de Sémper diciendo el lapsus, el vídeo viajaba hacia el pasado y recordaba al Rajoy del Prestige, al Acebes del 11M o al Trillo del Yak 42 con un montaje trepidante donde se suceden los planos de muchos dirigentes populares y el mensaje directo de que el PP miente. Un vídeo extraño empezando por la elección del protagonista. Pocos políticos tienen un perfil tan moderado y dialogante como Borja Sémper. Un tono que ya tenía en el País Vasco incluso en los peores años de ETA y que siempre ha mantenido en su carrera política. Hasta el punto de que cuando dejó la política activa por unos años protagonizaba el espíritu del diálogo abierto con su contrincante y amigo, el socialista Eduardo Madina en ‘La ínsula’ una sección semanal dentro de ‘Más de uno’ de Carlos Alsina en Onda Cero. Si ha habido, hay y habrá, alguien moderado, centrista y alejado de Vox en el Partido Popular, ese es Borja Sémper.

El vídeo ha sido sólo el chupinazo de lo que viene. Una declaración de intenciones del tono con el que quieren evitar una previsible derrota electoral y que recordaba el estilo que el propio PSOE utilizó en 1996, cuando todas las encuestas pronosticaban también una derrota abultada frente al PP de José María Aznar. Fue el vídeo del dóberman, la campaña del dóberman. En aquellos momentos tras 14 años de sucesivos gobiernos socialistas de Felipe González, todo apuntaba a un cambio y la llegada del Partido Popular al poder. Y jugaron con el miedo a lo que venía. El PP no había gobernado hasta entonces y era la primera vez que iba a gobernar la derecha en la democracia. 

Aquella campaña no le sirvió al PSOE. Ahora casi tres décadas después vuelven a intentar asustar con el mismo alarmismo. Solo había que escuchar a Sánchez en el Congreso reunido con todos sus ya exparlamentarios para ver que el mensaje viene del corazón de la Moncloa. Esa «derecha extrema, extrema derecha» que como un martillo repite el líder socialista, y detrás casi todos sus ministros y cargos socialistas, no ha hecho más que empezar.

Sánchez se ha podemizado en sus mensajes y de nuevo copia a los dirigentes de la fracasada y casi extinta Podemos en ese afán de unir en la idea al PP y a Vox.  Hasta los escribidores digitales de su perfil en Twitter ponen ya la etiqueta #VoxPP, todo junto, con el lema de ‘La mejor España o la peor derecha’. Mensajes contra medios, tertulianos y supuestas conspiraciones. Todo vale para un cada vez más «trumpista» Sánchez que acusa a los demás de todo lo que él hace. De nuevo como en los peores ejemplos de la política nacionalista, personalista y hasta peronista, Pedro Sánchez no tiene ningún complejo en identificarse él y su gobierno con «la mejor España». Como si la derecha o los más de diez millones de votantes al PP y a Vox no fueran españoles. 

Le puede la soberbia a Sánchez. No acudió a Ferraz en la noche electoral a animar a sus derrotados barones. No felicitó a Feijóo o al Partido Popular por su triunfo el 28-M. Ni siquiera la mayoría absoluta de su compañero Emiliano García-Page mereció esa llamada del líder socialista. Hubiera sido reconocer o tener que hablar con el único barón en enfrentársele con voz alta y que ha criticado los distintos derrapajes democráticos del propio gobierno de Sánchez. 

Sánchez no soporta las críticas. El tono de sus palabras en el Congreso fue de una dureza extrema no solo ya con el Partido Popular, sino contra todos los votantes que no le apoyaron. Algo inaudito, una desconsideración con los ciudadanos a los que casi, o sin casi, acusó de no saber lo que hacían. Ni una autocrítica. Nada. Es más, cuando asumió personalmente la derrota, lo hacía porque su ego es ya tan gigantesco que para Sánchez el PSOE es él. Es cuestión de apropiación del partido y no de humildad.

El partido socialista sale en tromba con los mensajes de miedo. No todo el partido. Muchos miles de cargos socialistas se quedaron en la calle el 28 de mayo y su entusiasmo está por ver. No todos cabrán en las listas. Tampoco muchos entienden el volver a incidir en una campaña de miedo. En un nuevo dóberman. Saben que el dóberman ya no da miedo. No dio miedo en las andaluzas, ni en las madrileñas, ni lo ha dado miedo en las autonómicas y municipales. Vox es el partido que más ha crecido y va a ser tercera fuerza política. Puede que sea determinante o no. No gusta a muchos pero la posibilidad de que apoye al PP no sería ya una novedad.  

Tiempos difíciles para un Sánchez que puede perder su Moncloa querida y de paso su presidencia europea a pesar de buscar una fecha que estimula la abstención. El calor y el voto por correo son factores externos que sí parece que asustan y enfadan mucho más que el dóberman. Y pueden morder más votos.

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