THE OBJECTIVE
Anna Grau

Por qué esto de Puigdemont era tan importante

«Costará salir de la mentira, pero por algo se empieza. Por ejemplo, por quitarle la careta de ‘exiliado’ a Puigdemont y empezar a tratarle como a un delincuente»

Opinión
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Por qué esto de Puigdemont era tan importante

Carles Puigdemont.

Se me ocurre que a lo mejor hay que explicar bien las cosas, tanto ruido y furia se han llegado a acumular. ¿Por qué era, es tan importante desinmunizar a Carles Puigdemont y devolverlo a España de una vez por todas? Vamos a tratar de contarlo claro y bien.

Vaya por delante que tiene un inmenso mérito lo conseguido por la Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo, presidida por el jefe de la delegación europea y secretario general de Ciudadanos, Adrián Vázquez. Doy fe del duro trabajo, bajo mucha tensión, llevado a cabo por Vázquez durante años. Yo misma le acompañé en su día a un programa de TV3 donde también iba a intervenir el abogado de Puigdemont, Gonzalo Boye. Vázquez tuvo que correr solo aquel encierro, esos sanfermines indepes en directo y en prime time, templando con una mano, mandando con la otra y valiendo más por lo que callaba que por lo que decía. Había que ser firme en lo político, exquisito en lo institucional (con euroórdenes pendiendo de un hilo, con cuestiones prejudiciales abiertas…) sin cometer ni un desliz que pudiera dar al traste con su entera credibilidad.

Habría sido incomparablemente más sencillo de no tener que hacer Adrián Vázquez el trabajo de todo un Gobierno español, cuya diplomacia en Europa (incluso la secretamente convencida de que ya tardaba y tarda Puigdemont en dar la cara ante un juez) tenía órdenes flagrantes y dolorosas de no intervenir. Sólo así se entienden muchas cosas. ¿De verdad alguien cree que las instituciones europeas van a tomar según qué decisiones incómodas, con todo el carísimo aparato ideológico del independentismo haciendo lobby internacional en contra, cuando el Estado miembro afectado, el que debería estar clamando en defensa de su propio poder judicial, se ponía y se pone al pairo? Los señores de Estrasburgo y de Bruselas, que no son tontos, probablemente se dieran cuenta de que Pedro Sánchez obraba según su conveniencia partidista y la de sus aliados en el Congreso. Pero lo que tenían sobre el papel era un Estado entero actuando como si se supiera culpable de algo y miedo le diera llegar hasta el final. Como si en España todavía mandara Franco y Puigdemont fuese una especie de Tarradellas.

Pues Puigdemont no es Tarradellas. Se parece bastante más a Luis Roldán. Supongo que no hace falta insistir en el bochorno mundial ocasionado por haber tenido que poner en busca y captura a un exdirector de la Guardia Civil.

«La justicia española se puede equivocar, pero lo que no podemos tolerar es que sea descaradamente a la carta»

Que el tema Puigdemont era y es muy grave para Cataluña y una vergüenza para toda España te lo reconoce hace tiempo por lo bajini cualquiera que tenga dos dedos de política y de frente, se llame Josep Borrell, se llame Esteban González Pons (quien llegó a lamentarse de que mientras se negociaba en Europa por el fugado, no se podía negociar con la debida firmeza por asuntos de vital interés para nuestro país, acuerdos comerciales y pesqueros incluidos), pero en voz alta y clara sólo lo ha dicho la delegación europea de Ciudadanos. Hasta hace cuatro días por lo menos. Hace ocho, yo misma me veía en la kafkiana tesitura de discutir en tertulias de radio, no ya si Puigdemont tenía o no tenía que volver… ¡sino si ni siquiera se le podía llamar prófugo de la justicia! Todo un Juan Manuel de Prada me llegó a decir en un Gabinete de Julia Otero que a él le «costaba» verlo así, mientras toda una Elisa Beni le defendía como si de un Nelson Mandela a la catalana se tratase.

En fin. La justicia española se puede equivocar, nadie es infalible (Europa sancionó una vez a España porque el juez Baltasar Garzón se negó a ni siquiera investigar unas denuncias por torturas cuando políticamente no le convenía…), pero lo que no podemos tolerar es que sea descaradamente a la carta. En un país donde hasta un yerno del rey ha entrado en prisión no se comprende la impunidad de gente como Puigdemont o, ya puestos, de José Antonio Griñán, condenado por los ERE, pero eximido de cumplir por una grave enfermedad que no se tuvo en cuenta en otros casos, como el de Eduardo Zaplana, ¿se acuerdan?

¿Será verdad que el 23-J nos permitirá despertar del sueño de la razón donde las condenas sólo se cumplen si el condenado las considera «justas» y si pides (como hemos pedido Maite Pagazaurtundúa y yo misma) que un etarra con delitos de sangre no pueda ser candidato electoral, te intentan convencer de que eso es inconstitucional porque sería como «agravar retroactivamente la condena»? Menos bulos, por favor: endurecer los requisitos electorales no quita ni pone condenas. Simplemente deja claras las cosas. Como cuando un condenado por pederastia no puede trabajar en una guardería, por mucho que haya cumplido su condena. Ni Gonzalo Boye cogería su defensa.

Desengañémonos. No hay atajos hacia la libertad ni hacia la normalidad democrática. De la que nos hemos alejado tanto, en algunas cosas, que nadie debe esperar que el 23-J, gane quien gane, sea una especie de purga de Benito. Costará salir de la irracionalidad, la mentira y el marasmo. Pero por algo se empieza. Por ejemplo, por quitarle la careta de «exiliado» a Puigdemont y empezar a tratarle como lo que es, un delincuente. Empecemos por ahí.

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