THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Cambio, pero ¿qué cambio?

«Estas elecciones deben servir para volver al pluralismo y abandonar la polarización. Ahí empezaríamos una nueva etapa política en España»

Opinión
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Cambio, pero ¿qué cambio?

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. | Europa Press

Esta sucia y desagradable campaña electoral está tocando a su fin, muchos nos alegramos y, además, aspiramos a que sea el comienzo de una etapa distinta en la vida política española. Es desde este punto de vista que no son unas elecciones cualquiera si no unas elecciones de cambio. Pero, ¿de qué cambio? Esto requiere una explicación, una explicación sosegada. 

No se trata, a mi parecer, de cambiar simplemente el partido (o coalición) que nos gobierna, es decir, pasar del PSOE al PP, con sus aliados respectivos, sino de cambiar el modelo político de gobernar, rectificar estos últimos cinco años en los cuales la vida política española ha estado dando tumbos y bandazos con una sensación de inestabilidad constante, transitando por caminos que más parecen peligrosas montañas rusas de un parque de atracciones de última generación que un ámbito reposado para deliberar y tomar decisiones de forma tranquila y serena. 

En estos dos últimos días, por ejemplo, el presidente Pedro Sánchez se ha ausentado de Bruselas un par de veces (donde estaba cumpliendo sus funciones de presidente del Consejo) para dar un mitin de 20 minutos en Huesca y otro en San Sebastián, regresando en ambas ocasiones inmediatamente a la capital europea, suspendiendo además su presencia en otros actos oficiales de la UE. ¿Era imprescindible su presencia en estos mítines electorales? Si es así, mal va un partido en el que una persona es irreemplazable; si no es así, pero él se lo cree, algún trastorno de personalidad padece, cuidado porque de líder a caudillo no hay más que un paso. Además, en ambos casos, el PSOE muestra su debilidad. 

«La gran baza del PP en estas elecciones es que no participó en los errores de 2018 y 2019»

En este estado de agitación, urgencia súbita e improvisación continua, vive la política española desde hace unos años. Los motivos de todo ello, en mi opinión, debe situarse en lo acontecido en los años 2018 (creación del contradictorio bloque de la moción de censura) y 2019 (rechazo de Ciudadanos a formar gobierno con el PSOE). La primera fue una decisión temeraria, la segunda una ocasión desaprovechada. Ambas denotaban la falta de calidad política de sus autores. 

Ya sé que no descubro nada nuevo, pero en la política (y en la misma vida) hay que saber dónde y por qué metiste la pata para después tener la posibilidad de averiguar cuándo y cómo la debes sacar. Errar es de humanos, no reconocer errores de ineptos. Así sucedió y en estos años hemos comprobado las consecuencias. Incluso la gran baza del PP en estas elecciones es que no participó en esos errores y no se le puede atribuir responsabilidad alguna, incluso su líder es nuevo en la política nacional. 

¿Cuál es el principal problema político de estos cinco años? Que hemos pasado del pluralismo de partidos a la polarización, a la formación de dos bloques (aunque uno de ellos es prácticamente inédito) en los cuales solo pueden llegar a pactos y acuerdos los partidos que se encuentren en el mismo bloque, nunca los partidos que conforman el contrario. De ahí proviene la desorientación de muchos electores. Cavilan que si voto al PSOE también voto a Sumar, Bildu, ERC y el PNV, y eso no lo quiero; si voto al PP también voto a Vox, y eso no lo quiero. Al votar a un partido voto a la vez a un bloque. ¿Qué hacer?, se preguntan. Todo ello en caso de que hecho el recuento de votos y distribuidos los escaños, ni PP ni PSOE alcancen mayorías absolutas o suficientes (más diputados que el bloque contrario). Pero esto no lo averiguaremos hasta la noche del domingo.

En unas elecciones generales el votante elige directamente a sus representantes —diputados y senadores— e indirectamente al presidente del Gobierno que, a su vez, designa a sus ministros. Por tanto, nuestro voto, además de legitimar democráticamente todo el sistema, contribuye a ambas funciones. Estos son los principios democráticos básicos del parlamentarismo que, por supuesto, admiten gobiernos de coalición o apoyos parlamentarios con otros partidos, pero deben ser afines, no radicalmente opuestos.

La polarización es más propia de gobiernos presidencialistas que parlamentarios y, tal como la hemos descrito, altera las consecuencias de nuestra intención de voto, especialmente si se entiende, como es el actual caso de España, que los bloques no son ideológicamente homogéneos sino contradictorios entre sí y, en consecuencia, con enfrentamientos en el interior de los mismos de difícil justificación pública. Esta es la confusión política que introdujo el bloque de la moción de censura (PSOE, populistas e independentistas) y que no quiso resolver Ciudadanos un año más tarde. 

«La polarización impide acuerdos y pactos entre afines»

Ello explica decisiones tales como los indultos a los autores del golpe de Estado contra el criterio del Tribunal Supremo, el desmesurado aumento del gasto público que no cesa y nos conduce a la bancarrota, la incomprensible supresión de la sedición, la rebaja de penas en la malversación o las leyes de género derivadas de las teorías queer. Una mezcla que resulta indigerible para muchos socialistas. Por tanto, la polarización (también denominada bibloquismo, feo palabro) impide acuerdos y pactos entre afines, en cambio fuerza acuerdos y pacto entre contrarios. 

Cuando antes decíamos que estas elecciones deben servir para cambiar el modelo político de gobernar nos referíamos a que si pasamos del pluralismo político (o bipartidismo imperfecto) a la polarización, ahora debemos llevar a cabo el proceso contrario, volver al pluralismo y abandonar la polarización. Este sería el gran cambio, ahí empezaríamos una nueva etapa política en España. 

Una vez desaparecido Ciudadanos, que desaprovechó la ocasión de ejercer como partido bisagra, este proceso inverso precisa que el PP gane con una amplia mayoría para no necesitar a Vox, que los resultados electorales castiguen duramente al PSOE de Pedro Sánchez para forzarle a dimitir y su partido tenga la ocasión de cambiar la orientación y aceptar las numerosas ofertas de Núñez Feijóo para llegar a acuerdos. En definitiva, que se vuelva a gobernar desde la centralidad, que ni el PSOE ni el PP pacten con sus extremos, sea el bloque de la investidura o sea Vox. 

Tenemos que pensar en clave de futuro, en reformas institucionales, económicas, fiscales y sociales. También debemos cambiar el clima político. Todo ello sólo será posible sin Pedro Sánchez pero también sería imposible sin el PSOE, sin un nuevo PSOE. El próximo domingo por la noche empezaremos a despejar las dudas. 

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