THE OBJECTIVE
Eduardo Laporte

La distopía y el fentanilo

«En el peor de los mundos posibles, quizá vivamos en el mejor, en esta España nuestra. Éramos felices, pero nunca lo supimos»

Opinión
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La distopía y el fentanilo

Una bolsa requisada por la Policía de Washington que contiene el opioide sintético fentanilo disfrazado de oxicodona. | Europa Press

Ya podemos hablar de otras cosas. El País nos dio permiso el lunes pasado con ¡un editorial! sobre los deberes veraniegos de los niños en pleno río revuelto electoral. Gracias, Pepa Bueno. Hablemos, por ejemplo, de esa distopía en que se va convirtiendo nuestra vida. Como esa «representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana» es cada vez menos futura y más presente. 

Se aprecia en los culos. Porque hay culos distópicos, culos 2023, que son esculpidos a golpe de gimnasio, spinning, stepping y twerking, de tal modo que se convierten en prominentes glúteos con aspecto de sandía que invita no al refresco sino a una lujuria recauchutada como de videoclip de reguetón. Como el bum del ácido hialurónico que ha traído esa proliferación de rostros con aire de pato mareado o el síndrome del labio salchichoide. 

O la estructura muscular del rostro de Ana Rosa Quintana que le impide hablar con claridad a pesar de ser la comunicadora más mimada de la tele —¿chatarra?—, con esas líneas de fuga made in bótox que añaden más tensión a la que quiere inocular en su audiencia. 

Más elementos distópicos los encontramos en los posados omnipresentes de los contactos de las redes sociales que lucen cuerpo de tal modo que, visto uno puede tener su gracia, pero acumulados en tropel no generan sino un rechazo cósmico, la sensación de que la fealdad moral ha ganado la partida. Porque en su breve ensayo sobre la belleza, Frédéric Schiffer hablaba de gente guapa y gente bella. Y este último grupo es aquel que no ostenta de su supuesta belleza hasta en la sopa, sino que la gestiona según arte, que decían los boticarios de antaño. 

Falta belleza, falta alma, como denunciaba hace más de veinte años Javier García Sánchez en una novela así titulada, y sobran drogas. Véase este espeluznante reportaje cámara en mano en el barrio de Kensington, en Filadelfia, para darse cuenta. La culpa de todo la tiene el fentanilo, un opiáceo cien veces más potente, en su poder narcótico, que la morfina, y tan barato que cualquier desgraciado se puede proveer las dosis necesarias para arruinarse la vida o acabar con ella. 

«¿Llegará la verdadera distopía en toda su crudeza? ¿Atravesará el fentanilo la frontera atlántica como lo hizo el grafiti?»

Lo apreció Rosalía en su visita a ese Hollywood en las antípodas del glamour y así se lo canta a su sobrino Genis en G3 N15

Estoy en un sitio que no te llevaría

Aquí nadie está en paz entre estrella’ y jeringuilla’

Estrella’ de mármol, cortada’ en el suelo

Papelas por la calle donde pasean los modelo’

¿Vamos hacia eso? Porque seguimos siendo receptores de lo que se cuece en Estados Unidos, como ese líder de la banda que sigue marcando la pauta, tenga o no razón, esté o no desfasado. Lo decía hace poco mi amigo Recaredo Veredas: «Le estoy cogiendo mucha manía a USA. Fentanilo, grasa, sectas, pistolas, todo cutre, todo chungo». 

Lo comentaba otro amigo con respecto a la persona que contrata para labores de limpieza. Colombiana ella, seguía de luto por el asesinato a sangre fría de su hermano por un quítame allá esas pajas. En el peor de los mundos posibles, quizá vivamos en el mejor, en esta España nuestra. Éramos felices, pero nunca lo supimos. Es más, quisimos incluso desbaratar aquella felicidad. Cioran siempre dijo que España era el paraíso, y que ojalá hubiera elegido Madrid en lugar de París para huir de su Rumanía natal y pegajosa. 

¿Llegará entonces la verdadera distopía en toda su crudeza? ¿Atravesará el fentanilo la frontera atlántica como en su momento lo hizo el grafiti, saltando de los túneles de Chicago a las vaguadas de los trenes de cercanías como esporas de aerosol? En Estados Unidos, es la primera causa de muerte por sobredosis, con cien mil víctimas mortales en 2021.

¿Por qué te metes esta mierda?, venía a preguntarle a un yonki el tal Zazza, en su incursión por la Filadelfia más lumpen. «Hay algo que no funciona en mí». ¿Y en ti?

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