THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

¿Delatores en Hacienda?

«Tendría guasa que Sánchez procediera a emular una de las medidas tributarias de Franco, probablemente la más execrable de cuantas se adoptaron»

Opinión
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¿Delatores en Hacienda?

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Ha vuelto a sonar la música y de nuevo parece que en el Ministerio de Hacienda se plantean como posibilidad la de establecer un sistema para que el Estado premie económicamente a aquellos individuos que le proporcionen información sobre posibles incumplimientos tributarios de otros individuos. Ciertamente la delación no es la práctica más edificante entre las que puede llevar a cabo el ser humano, pero si es realizada para acceder a una cuantía económica huele aún peor. Y si el que paga al delator es el propio Estado, la inmundicia resulta ya insoportable. 

Puede entenderse la desesperación de los rectores de la Hacienda Pública que, tras llevar años con planes y normas antifraude sin fin, manifiestan ellos mismos que el fraude fiscal subsiste y en dimensión no despreciable. Esta subsistencia viene a suponer el fracaso de los reseñados planes y normas que, lejos de lograr su objetivo, solo han conseguido torturar a la generalidad de los contribuyentes, la gran mayoría cumplidores, que se ven obligados a sufrir las actuaciones inquisidoras y la errática variabilidad normativa de un Fisco obsesionado de modo enfermizo en el combate antifraude y decepcionado con sus escasos resultados en la lucha.

Lo expuesto puede explicar la desesperación antes reseñada, pero en ningún caso justifica o bendice que desde el Estado se pueda llegar a promover una sociedad en la que cada español se encargue de vigilar el cumplimiento de las obligaciones tributarias de sus semejantes, sea vecino, jefe, compañero de trabajo o incluso familiar. Se parece demasiado a la instauración de los denominados Comités de Defensa de la Revolución que instauró el castrismo en cada cuadra —manzana— de las ciudades de Cuba y que provocaron que muchos cubanos denunciaran ante las autoridades comunistas a sus vecinos acusándoles de falta de compromiso con la Revolución. El matiz estribaría en que los denunciantes de los CDR recibían prebendas dentro del partido único de la revolución castrista y los delatores españoles recibirían un puñado de euros pagados por el Fisco.

«Nada es descartable pues ya se sabe que con los gobiernos de Pedro Sánchez pasa como con la magia, que todo es posible»

No, la delación retribuida no puede formar parte del modelo de sociedad deseable. Y además no resultaría eficaz para el objetivo que se pretendería, pues probablemente lo único que se lograría sería que, con el aliento del premio económico y respondiendo a impulsos acuñados desde la envidia o desde la venganza, se denunciara a los citados vecinos, jefes, compañeros de trabajo, familiares, excónyuges … con escaso o ningún fundamento real. Serviría exclusivamente para dar rienda suelta a los más bajos instintos del ser humano o, a lo peor, también para que María Jesús Montero intente vendernos o presumir de lo mucho que hace en pro de la lucha contra el fraude, vete tú a saber.

Por otra parte, la idea dista mucho de ser novedosa. Es así pues no hace más que unos pocos años la Asociación profesional de Inspectores de Hacienda aprobó en su congreso anual una propuesta en dicho sentido, propuesta que no tuvo éxito alguno dentro del Ministerio de Hacienda y que concitó el rechazo del segmento de la opinión pública que sigue el día a día de la cuestión tributaria. Pero aún más, es que establecer el pago a los delatores constituye una medida que ya ha estado vigente en España. Fue durante la dictadura del General Franco, en la que el denunciante de cualquier contribuyente tenía derecho a percibir un porcentaje de la sanción tributaria que se impusiera al denunciado si el resultado sancionador obedecía al contenido y datos de la denuncia realizada.

Tendría guasa la cosa, que casi cincuenta años después de desaparecido el General, y tras exhumar sus restos con todo tipo de bombos, timbales y platillos, el Gobierno de Sánchez procediera a emular una de sus medidas tributarias, probablemente la más execrable de cuantas se adoptaron. Pero, pese a lo expuesto, nada es descartable pues ya se sabe que con los gobiernos de Pedro Sánchez pasa como con la magia, que todo es posible.

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