THE OBJECTIVE
Javier Benegas

Israel y la vergüenza

«Quienes pretenden censurar Twitter no lo hacen para frenar la mentira, sino para cercenar la difusión de la verdad e impedir que los removamos de sus poltronas»

Opinión
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Israel y la vergüenza

Ilustración de Alejandra Svriz.

El imaginario ataque israelí al Hospital Al-Ahli (Hospital Bautista) de Gaza constituye una de las páginas más negras del periodismo. En España, la actitud de los diarios ha sido tan vergonzosa que me ha traído a la memoria aquel bochornoso «#salimosmásfuertes» que reprodujeron al unísono en sus portadas el 25 de mayo de 2020, cuando el Gobierno socialista tuvo a bien poner fin a su inconstitucional confinamiento.

En el bulo del hospital de Gaza no es que fallaran los mecanismos de control que supuestamente deberían tener los diarios, y de hecho tienen los más pudientes, es que sus responsables ni siquiera se preguntaron cómo Hamás había podido contabilizar en minutos centenares de supuestos cadáveres ocultos bajo toneladas de presuntos escombros de un hipotético hospital bombardeado. Difundieron la noticia tal cual en las redes sociales con el único aval de la organización terrorista Hamás. La misma organización criminal que pocos días antes había asesinado a más de mil civiles, mujeres, ancianos, niños y bebés incluidos.

Con este bulo han quedado demostradas tres cosas muy importantes. La primera, que Twitter una vez más ha hecho su magia. La segunda, que Twitter no es una red de desinformación, sino que hay quien lo usa con ese propósito. Y la tercera, que los principales desinformadores que operan en Twitter son a menudo los medios de información convencionales.

«La apuesta por el ‘clickbait’ de los diarios ha hecho que la verificación o el más elemental control brillen por su ausencia» 

Desde luego, no todos los diarios que difunden bulos y groseras manipulaciones lo hacen porque sean afines a quienes las promueven, aunque esto desgraciadamente suceda en demasiados casos. Ocurre que la apuesta por el clickbait de los diarios, que convierte la inmediatez y el impacto en los principales valores de una notica, ha hecho que la verificación, la contrastación o el más elemental control brillen por su ausencia. 

Pero no voy a analizar los males de la prensa nacional, porque hacerlo requeriría no ya una pieza separada sino varias. Además, no sería del todo justo. Al fin y al cabo, la prensa extrajera también se ha cubierto de gloria, incluida la BBC, ese medio antaño prestigioso que en la actualidad recomienda en sus hojas de estilo no emplear las palabras terrorismo y terrorista… ¡para enfatizar su imparcialidad! O The New York Times, cuya portada del 18 de octubre de 2023 quedará en los anales del periodismo basura, porque además de reproducir el bulo de Hamás a toda pastilla, utilizó la fotografía de un lugar diferente para que pareciera el hospital falsamente destruido. 

Lo que me interesa es advertir la amenaza que representa para nuestra libertad la pretensión de la Unión Europea de controlar las redes sociales, precisamente en base a la idea de que sirven para propagar la desinformación y alterar el orden democrático. Una creencia que surge tras la inesperada victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre de 2016 y que se reforzaría más tarde con el Brexit. 

El análisis pormenorizado ha demostrado que esta creencia era en sí misma un bulo. Las redes sociales no ponen en riesgo a las democracias. Al contrario, resultan extremadamente eficaces a la hora de identificar y marcar a los propagadores de bulos, arrinconarlos y reducir su influencia a círculos restringidos de fanáticos, tontos útiles, canallas y mercenarios que ni ponen ni quitan gobiernos. Si acaso, las redes sociales suponen una amenaza para los políticos, europarlamentarios y excancilleres conniventes con regímenes autocráticos, como Rusia, China, Qatar o Marruecos.  

Sin embargo, la Unión Europea ha seguido utilizando el mito de la desinformación para avanzar con paso firme hacia el control y la censura en las redes sociales. Y a tal fin ha alumbrado la Ley de Servicios Digitales (DSA, por sus siglas en inglés) que, con el pretexto de proteger a los ciudadanos de estafas, el manejo indiscriminado de datos personales e incluso de todo lo relacionado con el abuso infantil, permitirá controlar los contenidos de las redes sociales. Tal y como repite el Comisario europeo de Mercado Interior y Servicios, Thierry Breton, uno de esos autoritarios pedantes que de un tiempo a esta parte nos ha tenido a bien regalar la Universidad de Harvard, se trata de «prevenir la desinformación en las elecciones». Casualmente las elecciones europeas de 2024 se presentan especialmente reñidas y, sobre todo, desafiantes para un statu quo bruselense que ha perdido los papeles.

Hasta ahora Twitter ha sobrevivido a quienes pretendieron convertirlo en una red monoteísta, al impulsivo Elon Musk y al mainstream dizque progresista que se enseñorea de Occidente. Y lo ha hecho, en beneficio de todos, incluso de los más necios, porque la participación a concejo abierto sin exclusiones y sin posibilidad de escapar al escrutinio público es lo que le da sentido

«Twitter podría desaparecer en Europa por decisión de su dueño. El viejo continente apenas representa el 9% de su tráfico»

Acabar con un ecosistema que opera de esta manera es difícil pero no imposible. De hecho, Según Business Insider, Twitter podría desaparecer en Europa por decisión de su actual propietario. La razón es que el viejo continente apenas representa el 9% de su tráfico total, mientras que las sanciones que contempla la DSA pueden ascender al 6% de la facturación global de Twitter.  

Que esta red social abandone Europa sería una catástrofe porque ¿qué herramienta sino Twitter podría haber retratado ante la opinión pública con tanta claridad el antisemitismo rampante de los pradas y belarras?, ¿no ha sido acaso esta red social la que ha echado por tierra en tiempo récord el mostrenco bulo del hospital de Gaza, cuyo objetivo era incitar al odio y a la violencia contra los israelíes?, ¿No ha sido gracias a Twitter que el mundo ha podido comprobar qué es y a qué se dedica Hamás y también sacar a la luz la connivencia de izquierdistas y reaccionarios antioccidentales travestidos de salvadores de occidente? 

Twitter puede parecernos un entorno hostil y perjudicial porque es un poderoso imán para chiflados, resentidos, sinvergüenzas, tontos útiles, oportunistas y miserables. Sin embargo, tiene truco. Twitter primero los atrae con su poder de difusión a golpe de clic para después hacerles caer en la trampa de la sobreexposición, donde sus chifladuras, odios e intereses los empujan a retratarse, a inmolarse a la vista de todos, porque esa es su naturaleza, la naturaleza del escorpión. Así pues, sospecho que quienes pretenden censurar Twitter no lo hacen para frenar la propagación de la mentira, sino para cercenar la difusión de la verdad e impedir que los removamos de sus poltronas.

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