THE OBJECTIVE
Juan E. Iranzo

El valor del empresario

«En los últimos años los poderes públicos dificultan la actividad empresarial mediante el deterioro de la seguridad jurídica y el incremento de impuestos»

Opinión
1 comentario
El valor del empresario

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá. | Alejandra Svriz

La gran mayoría de las escuelas de pensamiento económico se han enfrentado al dilema de la creación de valor. Para los fisiócratas tan solo lo genera la tierra; para los mercantilistas es el comercio quien lo hace. En el caso de los marxistas consideran que tan solo el factor trabajo lo crea. Para los neoclásicos tanto el capital como el factor trabajo generan valor; por lo que para que el capital produzca valor, es necesaria la intervención fundamental del empresario. La economía de mercado incorpora esta figura del agente empresarial como un factor determinante en el éxito del proceso de creación de valor.

La economía de mercado no representa tan solo el contexto en el que el empresario puede actuar, sino la condición misma de su propia existencia, su razón de ser. La figura del empresario solo es comprensible bajo un supuesto de libertad. Este concepto global abarca la contratación de los factores productivos, la fijación de precios, consecuencia de la libre competencia y la innovación y exploración de las oportunidades que el mercado ofrece.

El juego del libre mercado garantiza que los agentes, a través de la búsqueda del beneficio individual, contribuyan al bien común del conjunto de la sociedad, guiados en gran medida por «la mano invisible”. El sector público también tiene un papel relevante, regulando el marco de actuación de las empresas y creando un marco institucional que facilite la actividad económica y empresarial.

El desempeño de la función empresarial tiene como objetivo último, según M. Friedman, optimizar el beneficio, con lo que en competencia se genera un gran beneficio social, produciendo eficientemente los bienes y servicios necesarios. Adam Smith afirmaba «que deseaba que su panadero, operando en un libre mercado, quisiera ganar mucho dinero y no que desease hacerle feliz», porque de esa manera podría satisfacer eficientemente la demanda del cliente, en precio y/o calidad del producto.

«Un mercado competido obliga al empresario a producir bienes y servicios de la mejor calidad y/o más baratos»

En definitiva, un mercado competido obliga al empresario a producir bienes y servicios de la mejor calidad y/o más baratos. Esta búsqueda del mejoro producto al menor precio impone a la economía un continuo dinamismo creador, que se traduce en un enriquecimiento de la libertad humana en todas sus manifestaciones.

El beneficio que obtiene al final el empresario, por su trabajo, dedicación, riesgo e innovación, es solo una parte pequeña del resultado total de su actividad empresarial. Puesto que además de generar rentas por la remuneración de los factores productivos capital y trabajo, el empresario paga sus impuestos que se redistribuirán por las autoridades, y abastece de los recursos necesarios para satisfacer la demanda de los consumidores finales. Según un estudio del Centro Diego de Covarrubias del valor total generado por la empresa, los accionistas tan solo se benefician del 5%; sin embargo como consecuencia de la alta presión fiscal, al sector público le correspondería el 53%.

El proceso de creación de valor se incrementa exponencialmente mediante la demanda de inputs intermedios a otras empresas, lo que genera un efecto multiplicador, como consecuencia del «juego» del libre mercado y de la acción empresarial, que se traduce en un incremento de la riqueza para el conjunto de la sociedad.

Lógicamente, el empresario no satisface tan solo eficientemente la demanda de los consumidores, sino que también la provoca mediante la innovación de la oferta, poniendo en el mercado nuevos productos. Es la llamada Ley de Sey, «la oferta crea la demanda». Existen infinidad de ejemplos, como es el caso de las telecomunicaciones.

El empresario, empeña su esfuerzo y sus recursos financieros en la creación y el descubrimiento de nuevas oportunidades empresariales y en el desarrollo y potenciación de dichos proyectos. Es un agente fundamental en la creación de valor y por tanto de riqueza. La identificación de oportunidades de mercado y su posterior explotación eficiente, inciden en el crecimiento económico, en la creación de empleo y en el desarrollo de la sociedad.

«En los textos de enseñanza media se tacha al empresario poco menos que de explotador egoísta»

Desde el punto de vista real, el empresario arriesga en muchas ocasiones el patrimonio familiar. Su jornada laboral supera completamente la legal para los empleados por cuenta ajena, no cobra paro si fracasa su actividad; y se responsabiliza de muchas actuaciones difíciles de prever por parte de sus empleados y agentes de su entorno, clientes, proveedores, etc.

En definitiva, el empresario eficiente debe ser reconocido social y políticamente por su papel esencial en el incremento del valor social de la comunidad. Sin embargo, en España esta figura en algunos casos es atacada directamente, incluso por miembros del actual Gobierno.

España carece de cultura empresarial y capitalista. En un magnífico trabajo el profesor Manuel Jesús González analiza el tratamiento que se da a las figuras del empresario, de la empresa y del mercado, en los textos de enseñanza media. En estos textos, se tacha al empresario poco menos que de explotador egoísta, que se apropia en la mayoría de los casos de la plusvalía o valor que generaban los trabajadores. En nuestra enseñanza no es habitual que se analice con rigor la función de la empresa y el empresario en el bienestar del conjunto de la sociedad; si bien afortunadamente ya se incluyen estas materias en algunos centros de formación de base.

En los últimos años se está dificultando, por parte de los poderes públicos, la actividad empresarial y la competitividad de las empresas, mediante el deterioro de la seguridad jurídica, la reducción de la jornada laboral, el aumento de SMI, el incremento de los impuestos, incluida la fiscalidad medioambiental, y el aumento de la rigidez en el Mercado Laboral. Afortunadamente, algunas Comunidades Autónomas como la de Madrid, han creado las condiciones favorables para que los empresarios puedan crear y desarrollar sus proyectos en libertad.

Una sociedad que no reconoce e incentiva el valor del empresario está condenada a la pobreza.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D