THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Silencios y mentiras: el relato etarra hoy

«La memoria histórica sobre ETA no deberían controlarla sus herederos. El silencio de la izquierda no abertzale contribuye al blanqueamiento de la banda»

Opinión
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Silencios y mentiras: el relato etarra hoy

Ilustración de Alejandra Svriz.

Se ha dicho muchas veces y se debe seguir diciendo. ETA fue vencida pero su relato todavía vive. El verdadero problema de Bildu hoy no es su pasado vinculado a ETA (para quien tenga dudas: la actual portavoz del partido en el Congreso, Mertxe Aizpurua, escribía editoriales elogiosos sobre los gudaris en la revista Punto y hora) sino que hoy controla el relato sobre el pasado de la banda terrorista con la complacencia y beneplácito del Gobierno. Hay una buena parte de la izquierda que no coincide con los postulados abertzales que sin embargo ha dejado hacer a la izquierda abertzale con este tema, es decir, ha permitido que sea la izquierda abertzale la que controle el relato y la memoria histórica sobre ETA.

El silencio cómplice del Gobierno y su blanqueamiento constante de Bildu contribuyen a que sobrevivan las tesis distorsionadas, interesadas y manipuladoras sobre ETA. Ese dejar hacer por parte de la izquierda no abertzale es por conveniencia, cobardía o simplemente porque, en la España de hoy, mostrar una preocupación especial por el terrorismo etarra te coloca en la derecha dura (y hay una parte de la izquierda en España que prefiere ser asociada con los herederos de ETA que con la derecha). 

Ha habido varias noticias recientes que demuestran que el relato de ETA sigue vivo. El primer ejemplo es de un exetarra, así que no sorprende su lengua de madera cínica y siniestra. En una rueda de prensa, el líder de Bildu Arnaldo Otegi dijo lo siguiente: «Lo voy a decir con absoluta crudeza y rotundidad: el Estado no quería que la violencia armada de ETA desapareciera. Y para eso, trataron de quitarnos de la circulación a los que estábamos tratando de que eso ocurriera. Así de claro». Recuerda a las justificaciones que hacía ETA de sus propios atentados.

«El verdadero problema no es que Otegi diga eso, sino que la izquierda no abertzale le compre esa teoría acríticamente»

En el reciente documental de Jordi Évole sobre Josu Ternera, el terrorista y exlíder de la banda justifica varios ataques terroristas y dice que el verdadero culpable del atentado del Hipercor, por ejemplo, no es quien puso las bombas sino el Estado, que no evacuó a tiempo el recinto. El verdadero problema no es que Otegi diga eso, sino que la izquierda no abertzale le compre esa teoría acríticamente. Porque es una teoría bastante extendida y normalizada por la izquierda convencional y respetable: al PP, dicen, le convenía que ETA siguiera matando para poder seguir «rentabilizando» su posición antiterrorista. 

Otro relato bastante extendido es el del carácter antifranquista de ETA. Es una idea que prevalece sobre todo en la izquierda radical, pero que tiene cierto recorrido más allá: ETA mató a Carrero Blanco, que era el sucesor franquista de la dictadura, y por lo tanto ETA tan mala no sería. Es lo que dijo el artista Albert Pla al defender a la actriz Itziar Ituño, que participó el otro día en una manifestación en defensa de los presos de ETA: «España es un país que sigue dividido entre los que creen que los que mataron a Carrero Blanco eran unos héroes y entre los que creen que eran unos asesinos. Yo creo que eran unos héroes».

En realidad, ETA intensificó su violencia con la llegada de la democracia. En 1979, asesinó a 80 personas. En 1980, a 98, casi dos muertos por semana. El académico e investigador experto en ETA Gaizka Fernández Soldevilla lo ha recordado en muchas ocasiones: «ETA jamás fue una organización antifranquista y jamás se acercó a las fuerzas antifranquistas de izquierdas, porque las consideraba españolas y, por consiguiente, enemigas. En las publicaciones de ETA aparece claramente: no luchamos contra Franco, luchamos contra España. España era el enemigo eterno y eso incluía a las fuerzas antifranquistas. Llegaron a decir que, si se proclamase una III República, también lucharían contra ella». 

La memoria histórica sobre ETA no deberían controlarla ni gestionarla sus herederos. El silencio de la izquierda no abertzale contribuye al blanqueamiento de la banda, cuya última batalla (y última esperanza por tener algo de éxito) es la del relato. 

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