«Los delirios de Iglesias y los suyos, aparte de delictivos hoy, son indicativos de la deriva irreal de la política española de los últimos tiempos»
«Veremos si los jóvenes que lograron extender la sombra de la sospecha sobre toda la clase política, no terminan siendo víctimas de la medicina que ellos mismos prescribieron»
El quinto aniversario de Podemos se recordará siempre por la ruptura definitiva entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Pero lo ocurrido es solo el capítulo final de una guerra fratricida, por momentos cruenta y por momentos larvada, que solo podía acabar abruptamente. Cinco años de historia y tres de guerra civil.
Todas las grandes civilizaciones tuvieron su dios del comercio. Osiris enseñó a los egipcios a comprar y vender, mientras Tot protegía su navegación. Melkart hacía este trabajo para los fenicios, hijos del trueque y del cabotaje. En el caso de los griegos, era Hermes, el dios pillo, quien protegía el comercio; Mercurio para los romanos.
Pablo Iglesias dispone de una habilidad especial para acertar en los diagnósticos y proponer soluciones disparatadas. Es lo que tienen el populismo barato y las pulsiones autoritarias. Sí, es verdad que la situación de España puede calificarse de grave. Y no es solo como consecuencia de los casos de corrupción que van aflorando poco a poco, y los que quedan por salir, son también la crisis institucional, el poder judicial por los suelos, el problema catalán en ascuas, el paro que vuelve, la falta de confianza de los ciudadanos en los políticos, la economía que no termina de recuperar, el hastío general, la crisis de los medios de comunicación. Pero con su anuncio de moción de censura, Iglesias, que manda en Podemos como Rajoy en el PP, lo que ha hecho es montar un circo, tratar de forzar un debate con Rajoy antes de que declare en el juicio de la Gurtel, intentar presionar de nuevo al PSOE en pleno proceso de primarias y torpedear si le es posible un acuerdo para que el Gobierno saque adelante los presupuestos. Lo que viene siendo montar un cristo, un circo, un jaleo, currarse la página, que dicen en el talego.