«Parece adecuado recordar en estas fechas la persecución «real» que padecieron y siguen padeciendo los «malvados» cristianos en el siglo XX y lo que llevamos del XXI»
Mi postura sobre si incorporar nuevas celebraciones a nuestro calendario apenas ha cambiado desde que tomé una temprana decisión al respecto, allá por mis seis años de edad, ante la entonces palpitante polémica de si instaurar en España los regalos de Papá Noel junto a los más tradicionales de Reyes. Sí, soy partidario de introducir festividades novedosas (¡y sus regalos!), que bastantes afanes acarrea la vida del hombre sobre la tierra y demasiados contados están sus días como para privarlos de uno u otro dulzor. Por tanto, y aunque este artículo puede reputarse como una cierta crítica de Halloween, avanzo ya que mi argumento contra esta fiesta no será misoneísta: tiendo a contemplar las cosas nuevas con simpatía y esta se acrecienta si son festivas.
Pulsa el botón cuando hay que pulsarlo, por instinto, por desconocimiento, por azar o por certeza, pero lo pulsa. Después, cuando escapa del temblor, el fuego, la furia del mar o la rabia del viento, mira a la pantalla y ahí está: la belleza de la catástrofe.
Continúa el drama en la frontera española de Melilla. Y continúa la izquierda clamando contra el gobierno y contra el capitalismo y contra la madre que parió a todo el mundo occidental.
Si es usted ateo, eso es todo. No siga leyendo. No celebre la Navidad, el Misterio por excelencia.
Hemos tomado el relevo de nuestros mayores en la fe, los judíos, en cuanto a persecuciones se refiere