El procés jamás ha sido pacífico, como voceaban sus promotores en una de sus añagazas propagandísticas. Las sesiones parlamentarias de los días 6 y 7 de septiembre, sin ir más lejos, con el silenciamiento de la oposición, el desdén del reglamento y el menosprecio de la más mínima elementalidad democrática evidenciaron una notable carga de violencia institucional, como violento ha sido el achique de espacios que el nacionalismo ha practicado no ya con sus adversarios, sino con el más nimio de los desafectos. Menos simbólicos han sido los ataques que las hordas independentistas han acostumbrado dirigir, con la inexorabilidad de una llovizna, contra las sedes del PP, C’s y PSC.