Hace años que estoy inscrito en el Club Natación Barceloneta, el Real Madrid de las aguas, al que voy a nadar tres o cuatro veces por semana. Las instalaciones ocupan lo que fueron los Baños de San Sebastián, cuya construcción, coincidiendo con la Exposición Universal de 1929, avivó en Barcelona el sueño de una ciudad risueña, lúdica, recreativa; el reflejo mediterráneo de la Bella Easo. De hecho, los baños fueron concebidos como un casino-balneario que, si bien nunca llegaría a funcionar como tal, acogió en sus salones algunas de las fiestas más canallas de la burguesía local. Cuentan las crónicas que Josephine Baker actuó en una de aquellas celebraciones, aunque de hacer caso a todos los artículos que señalan que en tal o cual bar de Barcelona actuó Josephine Baker, estaríamos ante el sosia femenino de Hemingway, que bebió en todos los bares de Getafe.
Pasé los días de mi infancia y mi adolescencia en remojo. Nadaba. Nadaba todos los días, a excepción de los domingos. Entrenaba varias horas, en la piscina. Y varias horas más en el gimnasio, haciendo pesas y circuitos. Había empezado de pequeña. Mis padres querían que mis hermanos y yo practicáramos un deporte y, aunque a Mario y a mí lo que nos gustaba era el fútbol, pensaron que el mejor era la natación.
Zambullirse. Lanzarse al agua para morir o para vivir. Esos instantes sumergido recuerdan de manera inconsciente a aquellos rodeado de liquido amniótico, previos al nacimiento, a la salida al exterior. Una maniobra convulsa que termina con el primer llanto sobre este mundo. Por eso no sorprende que algunos poetas como Ángel Ganivet, John Berryman, Paul Celan o Virginia Woolf decidieran sumergirse en un río para terminar ese llanto con «un trago amargo e infinito».
Apparently, these numbers are not distant from other Western countries such as the United States, where only 14 percent of American engineers are women.
Cuando, tras la muerte de Andy Warhol, Lou Reed y John Cale le dedicaron el disco Songs for Drella no escribieron una canción titulada Fame, ni tampoco una titulada Success. Escribieron una canción titulada Work.
Mujeres ¡ya pueden ser sirenas!; hombres ¡ya pueden ser tritones! Es una aventura basada en algo que todos tenemos: sueños. Y perseguir los sueños es una de las maneras más hermosas de felicidad.
Mireia Belmonte sigue pulverizando récords y sumando títulos a un palmarés de vértigo.
El deporte debe tener, entre muchas otras funciones, la de promover hábitos saludables entre la gente o dar buen ejemplo a la sociedad.