«Más que una conquista –escribe Rachel Bespaloff en De la Ilíada–, el sentido de lo verdadero es un don». El don es la dignidad humana, cuyo valor se asienta en los límites precisos de la experiencia concreta y no en el coro de los derechos abstractos. «Lo que Homero exalta y santifica frente a Nietzsche –prosigue la filósofa búlgara– no es el triunfo de la fuerza victoriosa, sino la energía humana en la desgracia, la belleza del guerrero muerto, la gloria del héroe sacrificado, el canto del poeta en los tiempos futuros; todo aquello que, vencido por la fatalidad, sigue desafiándola y la supera».
Cuchilladas y atropellos: tendremos que ir acostumbrándonos a esa nueva modalidad del terror. Nueva y retrógrada. Y a los hachazos, las bombas, los disparos…
Hay un tipo de crítico derechista de la izquierda identitaria que no parece darse cuenta de que utiliza los mismos argumentos que critica: el esencialismo, el desprecio al individuo, el iliberalismo. Cada vez que se produce un atentado islamista, se vuelve un identitario y pide a todo musulmán que condene el ataque, como si cada acción de un musulmán representara a todos los musulmanes del mundo. Son maestros de la sospecha como los relativistas que critican en la izquierda posmoderna: el musulmán es sospechoso por asociación, esto es, por compartir la religión con una minoría radical que se la ha apropiado y la ha pervertido para justificar sus crímenes. Esta derecha se proclama liberal pero es identitaria y nativista. En ocasiones, llega incluso a considerar que la Ilustración y el modelo de vida occidental están en peligro, y habla del declive de Occidente como un reaccionario obsesionado con el apocalipsis.