El Parlamento de Venezuela declara "usurpador" a Maduro
La Asamblea Nacional de Venezuela, de mayoría opositora, acordó el martes declarar al jefe del Estado, Nicolás Maduro, «usurpador» de la Presidencia
La Asamblea Nacional de Venezuela, de mayoría opositora, acordó el martes declarar al jefe del Estado, Nicolás Maduro, «usurpador» de la Presidencia
Cada vez que una imagen fotográfica o cinematográfica me hace volver a aquella época que por lo visto se ha hecho institucionalmente forzoso evocar en estos meses, de una parte siento vértigo, de otra una especie de dolor melancólico, puramente particular y subjetivo. Pero como es de composición más sencilla, quizá sea mejor empezar por esta afección última. Porque, en efecto, el color, entre desvaído y calcinado, de las imágenes, su propia falta de nitidez, la fugacidad casi furtiva con la que vemos aparecer unas calles, unos letreros comerciales y, sobre todo, la atmósfera entre fervorosa y riesgosa que ha quedado impresa en las películas, todo ello contribuye a que, de sopetón, veamos el pasado como pasado, o sea, muerto.
Nicolás Maduro, en su penúltima farsa, ha dado un nuevo paso para perpetuarse en el poder con la investidura más patética, dando por inaugurado su segundo mandato como presidente de la República de Venezuela, en una soledad absoluta, solo acompañado de los dictadores de Bolivia, Evo Morales, Nicaragua, Daniel Ortega y, evidentemente, Cuba, con Miguel Díaz-Candel.
Brasil comienza una nueva era con la extrema derecha de Jair Bolsonaro, que este martes asumió como nuevo presidente de Brasil y reafirmó su compromiso con el «rescate de los valores» conservadores de la sociedad, una economía de libre mercado y una política exterior «libre de ideologías». Cuatro puntos marcaron su discurso: la lucha contra la corrupción y la criminalidad, el ordenamiento económico y el fin de lo políticamente correcto. «Brasil comienza a liberarse del socialismo», dijo tras asumir el cargo de manos del presidente saliente, Michel Temer.
Nona Fernández: “Chile ha tenido una Transición similar a la española: bastante cuestionable en términos de verdad y de justicia”
La Fiscalía ha pedido a la Audiencia Nacional de España que reclame a Brasil la extradición de Carlos García Juliá, detenido el pasado miércoles en Sao Paulo por una matanza terrorista cometida en 1977 en Madrid.
Las fuerzas de seguridad brasileñas han detenido a Carlos García Juliá, que contaba con una requisitoria internacional por su participación en la matanza en 1977 de los abogados de Atocha, según han informado fuentes de la investigación.
La Justicia del estado brasileño de Sao Paulo ha aceptado este lunes abrir un juicio por corrupción al exalcalde Fernando Haddad, el candidato que sustituyó al encarcelado expresidente Luiz Ignácio Lula da Silva en las pasadas elecciones presidenciales, en las que fue derrotado por el ultraderechista Jair Bolsonaro.
El libro ‘Franco. Anatomía de un dictador’, de Enrique Moradiellos no es una biografía al uso, es algo más ligero pero no simplista cuya publicación ha coincidido con la polémica sobre la exhumación de los restos del dictador y la reforma de la Ley de Memoria Histórica. Un debate que ha reavivado la división entre las dos Españas.
Jair Bolsonaro inicia este lunes sus actividades como presidente electo, con proyectos de ruptura con todo lo que huela a izquierda en materia económica, políticas sociales y relaciones diplomáticas de Brasil.
Isaac Rosa indaga en ‘Final Feliz’ (@Seix_Barral) cómo vivir el amor y el desamor en el tiempo de la precariedad económica y la inseguridad laboral. Lo cuenta @AnnaMIglesia
scuchamos con frecuencia que estos cuarenta años de democracia de la transición para acá han sido los mejores de la Historia de España. Es una frase hecha y hecha con buenos propósitos, para responder a los que quieren cargarse la constitución y la transición. Pero el infierno está alicatado hasta el techo de las mejores intenciones.
Nunca un presidente español se había expuesto tanto. La Fundación Felipe González ha presentado en público el trabajo incansable de tres años, han reunido y digitalizado cientos de fotografías, notas a mano, cuadernos enteros. El proceso sigue abierto, no han culminado la obra, pero por lo pronto la cantidad de documentos es enorme: son 2912, en gran medida fotografías, aunque también cientos de páginas escritas a mano.
Ya se ha glosado estos días la situación de penosa contradicción interna en la que se ha colocado el PSOE, recién llegado al poder, con su ataque frontal a lo que ve como herencia del horrible régimen franquista en la España posterior a Franco, incluida la hoy denostada Transición. Claro está, como aquélla fue consensuada entre políticos que procedían del Régimen, de la oposición interna y del exilio, la denuncia de la relanzada Memoria Histórica recae sobre todos ellos, incluidos los prohombres del propio PSOE: sin la participación de Felipe González, de Alfonso Guerra, de Gregorio Peces-Barba, de Enrique Tierno y de tantos otros, jamás habríamos tenido Transición. Fueron tan importantes como Fraga, Suárez o Carrillo. Y tan reprobables. ¿Qué espera Pedro Sánchez para repudiarlos, para quitar el carnet del partido a los que aún viven? Ellos blanquearon la dictadura y dejaron al dictador en su tumba de Cuelgamuros, según el nuevo credo, ¿no?
Al final de su vida, en una larga conversación con el sociólogo Steven Lukes –que acaba de editar en castellano Página Indómita–, Isaiah Berlin reflexionó sobre la difícil relación entre el espíritu liberal y la tentación dogmática del fanatismo. No se trata de una controversia precisamente nueva, ya que hunde sus raíces en el proyecto democrático. «Los liberales –observa Berlin– están comprometidos con la creación de una sociedad en la que el mayor número posible de personas pueda llevar una vida libre, una vida en la que dichas personas puedan desarrollar sus potencialidades, tantas como sea posible, a condición de que no aborten las de los demás». Pero este anhelo, que viene a ser el de una vida civilizada donde se asuma como propia la riqueza de la pluralidad, choca con la intransigencia de los extremistas.
Borja Bauzá conversa con Jordi Amat a raíz de su libro Largo proceso, amargo sueño que ha llegado esta primavera a las librerías de la mano de Tusquets.
No consigo encontrar en el asunto catalán nada que pueda resultar de interés salvo el efecto secundario, y sin embargo notable, de haber sacado a flote nuestra rudimentaria cultura política.
El negociador jefe de la Unión Europea para el Brexit, Michel Barnier, ha asegurado este lunes que Bruselas y Londres han alcanzado un acuerdo sobre el periodo de transición de alrededor de dos años una vez que Reino Unido abandone la Unión Europea en marzo de 2019.
La Unión Europea ha anunciado un «nuevo capítulo» en las inversiones y negocios en Cuba, y el interés del bloque comunitario en acompañar la «histórica» transición presidencial de abril de 2018 en la isla.
Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón nació el 5 de enero de 1938 en Roma, Italia, donde vivían sus padres, Don Juan de Borbón y Battenberg y María de las Mercedes de Borbón y Orleans. Juanito, como le llamaban en su entorno familiar, fue proclamado rey de España con el nombre de Juan Carlos I el 22 de noviembre de 1975 y ejerció como jefe del Estado hasta su abdicación el 19 de junio de 2014. Un reinado de 38 años en los que los aciertos y los errores forman ya parte de la historia de España.
El negociador jefe de la Unión Europea (UE) para el «brexit», Michel Barnier, ha dicho que el periodo de transición solicitado por el Reino Unido una vez que abandone el club comunitario en 2019
Se nos viene apuntando los últimos meses que la Constitución española pasa por una profunda crisis que solo podrá ser superada mediante su urgente reforma. Reforma o ruptura, si se nos permite traer el dilema de la Transición.
Poca broma. Dos revistas humorísticas, El Jueves y Mongolia, se presentan ante la ley del mal humor del Estado español: los primeros, acusados de odiar a la Policía. Los segundos, de ridiculizar a un torero. Algo huele mal en España.
May propone una transición de dos años después del Brexit
Hemos pasado otro 18 de julio y de nuevo, como sucede sobre todo desde la Ley de Memoria Histórica, la explotación política del aniversario del alzamiento franquista ha vuelto a reinar, con toques siempre novedosos, como esos carteles separatistas con la cara del dictador que han poblado de repente Barcelona.
“Treinta y tantos millones de españoles y yo soy de estos 350… ¡asombroso!”. El pensamiento forma parte del recuerdo del exdiputado José Ramón Pin Arboledas –número cuatro de UCD por Valencia-, pero no sería raro pensar que pasara por la cabeza de otros tantos de aquellos primeros “padres de la patria” que el 13 de julio de 1977 iniciaron la andadura de las cámaras legislativas elegidas menos de un mes antes por los ciudadanos con su voto después de casi 40 años de dictadura.
Los profesores universitarios a veces sentimos tanta curiosidad por conocer el mundo que incluso aprendemos cosas de nuestros alumnos borrachos. Es lo que les ocurrió a Daniel Katz y su mentor, Floyd Allport, con el gran número de estudiantes que, a inicios de los años 30, abusaban del alcohol en el campus de la Universidad de Princeton. Si el recurso a líquidos espirituosos era tan frecuente, se preguntaron Katz y Allport, ¿era porque verdaderamente los estudiantes ansiaban beber tanto o porque creían que la costumbre era esa y querían adaptarse a los gustos de todos? Su investigación dio como resultado que, de media, los estudiantes deseaban alcoholizarse bastante menos de lo que pensaban que la mayoría quería beber. Es decir, todos creían que había una opinión mayoritaria que, en realidad, no era mayoritaria. Katz y Allport denominaron a este hecho “ignorancia pluralista”.
De todas las subespecies nacidas del sectarismo la más fascinante para mí es la del impugnador. El impugnador es un paladín de la Historia. Un tipo cuya experiencia más cercana al apocalipsis es que se le caiga internet y que sin embargo juzga con severidad el legado que ha recibido. No se acerca a la Historia para comprenderla sino para combatirla. Y en el combate se deja todas las fuerzas que otros empeñan en el estudio.
Cuántas emociones olvidadas regresan hoy al repasar viejos textos. Qué rápidamente saltamos, hace cuatro decenios, del final de una gris y burocrática dictadura a la esperanza de que iba a ser posible recuperar tanto tiempo perdido frente a una Europa próspera, moderna, libre y reconciliada: en año y medio habíamos pasado del lúgubre «Españoles, Franco ha muerto» de Arias Navarro al «Puedo prometer y prometo» de Adolfo Suárez en el último día de la primera campaña electoral democrática. Creímos a Suárez y lo ratificamos en el poder, e hicimos bien. Sí, había en él algo del tahúr del Misisipí que le colgaría Alfonso Guerra, y le faltaba un tanto de poso cultural y político, pero era un hombre de acción y de diálogo que derribaba obstáculos y que quizá habría evitado algunos males nacidos tras su defenestración en 1981 por los golpistas. El terrorismo de Estado y la corrupción no iban con él.
Sin embargo, cuando después le preguntaron si el proceso estaba yendo suavemente, Trump pareció restarle importancia a su comentario anterior y declaró: «Oh, creo que muy, muy suavemente. Muy bien. ¿Usted no lo cree?». Trump dijo más tarde que había hablado por teléfono con Obama, asegurando que había sido «una muy linda conversación», y admitió que apreciaba la llamada del todavía inquilino de la Casa Blanca.
Las tensiones entre Trump y la Administración Obama han aumentado en las últimas semanas, sobre todo en los últimos diez días después que Estados Unidos se abstuviera el pasado viernes en la votación de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU en la que se condena los asentamientos israelíes en territorio palestino. Desde 1979, Estados Unidos había vetado siempre las resoluciones contra la política del Gobierno israelí en relación con los palestinos. A Trump le faltó tiempo para expresar su apoyo a Israel en dos tuits. «No podemos seguir dejando que Israel sea tratado con un desprecio total y esa falta de respeto» y «Estaban acostumbrados a tener un gran amigo en Estados Unidos, pero ya no es así. El comienzo del fin fue ese horrible acuerdo con Irán – sobre su programa nuclear – y ¡Ahora (la ONU)! ¡Sigue fuerte, Israel, el 20 de enero está cerca!», escribió.
Aún así, Parlamento y gobierno seguirán condicionados por el ejército, que mantiene, por ley, un cuarto de la cámara y controlará los ministerios de Defensa, Interior y Fronteras. El partido de Suu Kyi propone a Htin Kyaw como presidente, un hombre de confianza de la líder birmana, que no puede postular a la Jefatura del Estado porque sus hijos tienen pasaporte británico. Ahora se elegirán los presidentes de las dos Cámaras y luego comenzará el debate para designar al presidente del país.
¿Suárez, Suárez…? Mucho político joven tuvo que echar memoria wikipédica antes de hacer sus declaraciones, eso sí, con contundencia: «Siempre será un modelo» o «el mejor político desde Maura».
Buscando qué se comentaba en las redes sociales sobre el fallecimiento de Adolfo Suárez, caí en la cuenta de Twitter del periodista especializado en fenómenos inexplicables Iker Jiménez.
Paradoja, que unos cuantos espabilados se beneficien de la memoria de un enfermo de Alzheimer. Pues en esas estamos. Otra vez el culto al fiambre provoca elogios entre quienes detestaron a Suárez.
Cuenta Pilar Urbano que la entrevista fue tan acalorada que el pastor alemán de don Juan Carlos atacó a Suárez, y que el Rey tuvo que sujetarlo. No sé si la periodista se confunde, y en realidad el expresidente lo que le estaba contando era una metáfora del 23-F.
Ha tenido que morir un ex-presidente para volver a ver imágenes tan poco habituales como necesarias. Adolfo Suárez ha conseguido lo que parecía imposible: que al menos durante unos días, hayamos vuelto a escuchar palabras como unidad, consenso y concordia.
La solemnidad ha hecho acto de presencia en las inmediaciones del Congreso de los Diputados para despedir al amigo fiel; al hombre que ayudó a restablecer las libertades; al primer presidente de la democracia.
El lugar común es decir que Adolfo Suárez fue el equivalente de Antonio Cánovas para la Transición. Suárez fue un político puro en todos los sentidos de la palabra, incluso en el maquiavélico.
Desaparece hoy un político de los pocos que encarnó la virtú política para ser uno de los conductores de la transición que dio origen al régimen político español actual.
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