THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Autonomías fallidas

«No solo nos adentramos en una democracia iliberal, sino que podemos dar por fallido al Estado de las Autonomías»

Opinión
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Autonomías fallidas

Ilustración de Alejandra Svriz.

La humillación de Sánchez para la investidura de la vergüenza ha dejado al descubierto, una vez más, que el gran punto débil de nuestra democracia es el Estado de las Autonomías. Lejos de procurar la conservación del proyecto en común ha servido para romperlo. Se comenzó dividiendo España en territorios de primera y de segunda, con un criterio tan estúpido como arbitrario, negando la identidad histórica, por ejemplo, a Castilla, y se ha acabado con la feria de las vanidades nacionalistas. 

El papel del PSOE ha sido determinante en este episodio final, en el que se dota a Cataluña de estructuras y de relato para la independencia. La clave era reconocer que España es la agresora, el imperio colonialista, el Estado opresor y arcaico que ha sometido siempre a los catalanes. Y Sánchez lo ha hecho. Ha entregado a ERC y Junts los instrumentos para acabar con la única democracia que ha tenido este país. 

En un mundo de unicornios y elfos, el PSOE se habría comportado como la socialdemocracia alemana o el socialismo portugués, y hubiera puesto pie en pared ante el pulso de los delincuentes agrupados en partidos políticos. Pero estamos hablando del PSOE, un compendio de corrupción y deslealtad, con una militancia echada al monte. 

Era una tentación muy grande. Hay que reconocerlo. Tarde o temprano tenía que salir de entre las filas del socialismo español un líder que aprovechara la ansiedad centrífuga de los nacionalistas para hacerse con el poder y transformar el régimen a su placer. Esa posibilidad estaba ahí porque el Estado de las Autonomías está mal hecho. 

La construcción de un país descentralizado sin punto final, en el que la oligarquía local va a asumiendo más gobierno a medida que crea una identidad propia, ha sido una cagada de nuestros Padres Fundadores. Hay que reconocerlo. Era una bomba de relojería que nos ha explotado en las manos porque Sánchez ha echado gasolina a la mecha. 

Si a esto sumamos un sistema electoral mal hecho, que sienta la desigualdad entre los españoles solo para primar a los nacionalistas, la cuenta estaba hecha. Lo siento, pero mitificar la Transición, como gusta hacer a algunos, tiene el problema de debilitar la crítica y esconder los fallos, lo que acaba dando la razón al rupturista. 

«Estamos inmersos en problemas de segunda división, sobre las obsesiones psiquiátricas de los supremacistas, marcados por la ambición de un mediocre»

Ahí también se metió la pata. Se improvisó la creación de un momento fundacional de nuestra democracia a la que llamamos Transición, y pensamos que un mito era suficiente para soportar el peso de un edificio constitucional defectuoso. No se dieron cuenta de que los proyectos rupturistas de los nacionalistas se basaban en deshacer un mito con la creación de identidades propias y también mitificadas. El resultado es que, cuarenta y cinco años después, apelar a la Transición no mueve un voto. 

España es un Estado de las Autonomías fallido. Hemos fracasado. Estamos inmersos en problemas de segunda división, sobre las obsesiones psiquiátricas de los supremacistas, marcados por la ambición de un mediocre y la natural tendencia del nacionalismo a la separación. Vivimos en un país con grandes posibilidades de progreso tranquilo, en convivencia aburrida, y nos hemos decidido por la autodestrucción. Como casi siempre.

En ese camino es significativo que mientras Sánchez se arrogue la soberanía para pactar la ruptura con los independentistas, las autonomías no nacionalistas, la mayoría, se revuelvan con uñas y dientes. Protestan, y con razón, porque sus ciudadanos son considerados españoles de segunda, financiadores de delincuentes que les desprecian, y tontos de capirote. Porque a la humillación de arrodillar el Estado de Derecho por cinco votos parlamentarios se une un relato sanchista que asume el chantaje con descaro. 

La investidura tardará más o menos pero es un hecho. No solo nos adentramos en una democracia iliberal, sino que podemos dar por fallido al Estado de las Autonomías. Todo lo que haga Sánchez, que domina las instituciones, no tendrá marcha atrás. Esto se acabó. Habrá que ir pensando en otra cosa, o no, que ya da igual.  

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