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Cultura

El Génesis, por Stephen King

La fijación por las primeras líneas, que en la literatura ha sido siempre un tema de análisis, ha llegado agresivamente al periodismo con el asunto de las suscripciones. Quien escribe solo dispone de 200 caracteres para inyectar el veneno en el lector

El Génesis, por Stephen King

Evan Agostini | Invision/AP

Según una encuesta de la plataforma musical Deezer, dos tercios de los británicos son capaces de recordar el primer verso de Bohemian Rhapsody mientras que solo la mitad pueden citar el primer versículo de la Biblia.

Los defensores de la Biblia son un blanco fácil y, probablemente, el titular solo pretendía enfrentarlos con los de Queen para dejar que las redes sociales hiciesen su magia y que la noticia circulase cuanto más mejor. Después del estupor inicial y los comentarios acerca de la falta de cultura de las nuevas generaciones el tema se disuelve porque, en realidad, es una comparación tramposa.

Es verdad que “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” no es precisamente una frase que enganche y pida continuar leyendo. La Biblia tiene momentos trepidantes pero, desgraciadamente para los lectores disciplinados, el inicio no es uno de ellos. Sin embargo, “Is this the real life? Is this just fantasy?” (¿Esto es la vida real? ¿Es solo una fantasía?) apela al que escucha y lo coloca en el centro de la acción, narrativamente funciona como un mecanismo suizo y, si le sumamos la musicalidad, vence por KO. Hasta aquí, sin sorpresas.

Comparar ambas primeras lineas como si fueran iguales no es justo, comenzando por el simple hecho de que el Génesis no se escribió para ser ni disfrutado ni narrativamente atractivo, es un libro doctrinal que no se concibió para competir por los lectores. La Biblia pertenece a esa época en la que se escribía para dar respuestas no para levantar preguntas y, en ese contexto, el arranque tiene todo el sentido. La primera línea del Génesis es, en realidad, un cierre. ¿Había dudas sobre quién creo el cielo y la tierra? Fue Dios, fin de la cuestión. Con una actitud parecida a la que se da cuando se dicta una sentencia o un acta notarial, por tanto, la comparación es injusta y desigual. La buena narrativa, libros doctrinales aparte, busca todo lo contrario.

El Génesis, por Stephen King
¿Había dudas sobre quién creo el cielo y la tierra? Fue Dios, punto. | Foto: Bibiana Candia | The Objective.

No es nada nuevo, la fijación por las primeras líneas, que en la literatura ha sido desde siempre un tema de discusión y análisis, ha llegado al periodismo de manera aún más agresiva hoy en día con el asunto de las suscripciones. Quien escribe solo dispone de apenas doscientos caracteres para convencer a quien ha hecho clic en el artículo de que vale la pena pagar por leerlo todo, doscientos caracteres para inyectar el veneno en el lector. Hay demasiada competencia y el tiempo de atención es limitado, es necesario abrirse paso a codazos. La primera línea tiene que ser el codazo de la voz narrativa abriéndose paso entre la multitud. Que el principio de un libro o un artículo falle es como esa ficha de dominó que cae demasiado lejos de la siguiente y destruye un espectáculo que llevó horas preparar. Un error de cálculo pequeño que echa a perder todo el trabajo porque, no olvidemos que un libro, un artículo o un poema, no son más que un efecto dominó hecho con palabras en que una debe llevar a la siguiente y a la siguiente, sin dar tiempo al lector o al oyente a coger aire.

Por todo esto, es más seguro juzgar los libros por sus primeras líneas que por sus portadas, la frase, que me encantaría que fuese mía, es de Stephen King, el rey en esto de enganchar lectores hasta dejarnos sin aliento. En una entrevista con The Atlantic, a propósito de la importancia de las primeras líneas, King explicaba que, antes de acostarse, se sentaba en su habitación a oscuras para pensar en el principio de la nueva novela, en ese primer párrafo. Esta tarea podía llevarle días, semanas, meses o incluso años, lo que fuese necesario. Porque en el momento que el párrafo aparece ya existe la certeza de que la novela puede ser escrita. Desentrañar esas primeras líneas, según él, es abrir la puerta imaginaria de la historia.

La clave, nos dice, está en dos elementos, la acción y voz narrativa, a veces son necesarios los dos, y otras, basta uno de ellos. Colocar el inicio en medio de una situación lo suficientemente interesante puede bastar, un momento de tensión que abra vías narrativas que el lector no se quedará tranquilo hasta que explore. Para hablar de la voz, Stephen King advierte de que raras veces esa buena frase de inicio es bonita o poética, diferenciando una buena narrativa de lo que solemos llamar ‘estilo’. La voz tiene que ser tan contundente que inmediatamente haga bajar la guardia al lector y dejarse contar, la solidez es poco amiga de florituras innecesarias.

No se puede hacer una carrera literaria o periodística solo con primeras frases brillantes, aunque tener un buen repertorio de ellas ayuda a labrarse buenos comienzos que son el ingrediente imprescindible para conseguir lectores. Porque, al final, para eso sirven las buenas primeras frases, para aumentar drásticamente la posibilidad de que nos lean. Quienes escribimos no tenemos la suerte de las canciones, que suenan sin más y las escuchas quieras o no, o de un libro doctrinal, que no tiene competencia, a nosotros tienen que aceptar leernos. A veces, seguramente por la impaciencia de escribir y publicar, puede ser que se nos olvide.

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