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Valeria Vegas: «El primer paso es no usar la etiqueta ‘trans’ que va siempre por delante»

Francis, Paco España, Pedro Almodóvar, Bibiana Fernández… todos ellos forman parte de ‘Libérate’, el diccionario de la cultura LGTBQ que abrió camino en España que publica Valeria Vegas con la editorial Dos Bigotes

Valeria Vegas: «El primer paso es no usar la etiqueta ‘trans’ que va siempre por delante»

Valeria Vegas | Cedida por la entrevistada

A muchos les sonarán las series Pose y Transparent o nombres como RuPaul y Divine. Todos ellos se han convertido en referentes para el colectivo LGTBQ y, claro está, no somos ajenos a la cultura y los productos que nos llegan desde otros países. En España también tenemos nuestros referentes pero en ocasiones desconocemos a aquellos que abrieron camino con esfuerzo y, en muchas ocasiones, corriendo peligros. Es el caso de Francis, un artista dedicado al transformismo que fue asesinado por un policía, Paco España o películas como Adela, estrenada en 1987 y dirigida por Carlos Balagué.

Acercar la historia y el trabajo de aquellos que se esforzaron para que hoy podamos vivir con mayor libertad ha sido el objetivo que movió a la escritora Valeria Vegas (Valencia, 1985) para publicar Libérate. La cultura LGTBQ que abrió camino en España (Dos Bigotes), un diccionario que en poco más de un mes ha agotado la primera edición. 

¿Cuándo decidiste lanzarte a este proyecto y por qué?

Fue a principios de 2020. Tenía la idea de hacer un libro diccionario, un ABC, dicho de manera popular, de mariconeo. Pero no me podía centrar en una sola A o una sola B, había muchos referentes. En la A tenía que estar Alaska por derecho pero también Anarcoma, el personaje de Nazario. Así que tenía que ser un diccionario con muchos nombres. Escribirlo ha sido por necesidad, porque no había algo así en España. Tenemos libros con referentes internacionales como Pose, Divine o RuPaul, pero, ¿dónde están nuestros referentes?

Lo ideal sería que este manual también lo leyera gente que no pertenece al colectivo, ¿no?

Claro, hay que reivindicar también que el colectivo consume productos no hechos para el colectivo. El objetivo es enriquecernos culturalmente, no encasillarnos. Es un producto LTGBQ pero no tiene que ser de consumo exclusivo del colectivo porque si no el público mayoritario se pierde canciones o películas como Mi querida señorita, de Jaime de Armiñán. El colectivo no se plantea no ver Titanic. A la fuerza se ha abierto a todo pero es más raro que quien no pertenece indague en películas o productos de este tipo.

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Imagen vía Editorial Dos Bigotes.

Por aquí desfilan figuras del cine, de la música, del espectáculo. ¿Por qué decidiste acotarlo a estas disciplinas?

Decidí dejar fuera, y me dolió mucho, la literatura porque Terenci Moix me ha inculcado mucho cada vez que lo he leído. Era un escritor que hablaba de su homosexualidad y de su romance con un hombre. Hizo mucho por naturalizar su relación. Pero si lo añadía tenía que meter a Luis Antonio de Villena y a Lorca. Así que decidí que tenía que ser un libro con figuras del espectáculo, cine, música, tele y teatro.

En el libro nos encontramos con Adela, la primera película española protagonizada por una mujer trans. Muchos no la conocerán. Al mismo tiempo desfilan otras figuras como Almodóvar, Lola Flores o Rocío Jurado que son conocidas por todos. ¿Buscaste a propósito un equilibrio entre figuras a las que todos conocemos y otras olvidadas o silenciadas?

En parte sí, necesitaba esos nombres mediáticos, cuya presencia está justificada. Almodóvar hacía un cine rompedor y con personajes LGTBQ, aunque se le reprochaba que en sus películas había maricones y travestis. Hay que ofrecer esa compensación para descubrir quién era Francis, un artista del transformismo que murió de un tiro en el País Vasco. Tenía la intención de descubrir nombres no habituales, que no están en el mainstream. Todos están por derecho propio pero también hay una intención de divertirse descubriendo historias. El caso de Adela es curioso porque el error es común. Se dice que no hay pelis españolas en las que la protagonista sea una persona trans. Hay filmes interpretados increíblemente por Carmen Maura o María Barranco pero sí hay un caso aunque no lo conocemos. La protagonista es una vedette trans pero quedó relegada a serie b y no se le dio el bombo suficiente. Ver esta historia en el 1987 es interesante.

Recientemente se han hecho películas como La mujer danesa o Lola Pater pero mientras sean actores heterosexuales los que interpreten personajes trans, no se puede considerar del todo un éxito. En cambio, la serie Pose está protagonizada por el colectivo. ¿Qué te parece? ¿queda mucho trabajo por delante?

Esa visibilidad de personajes trans interpretados por cis no es un éxito, el verdadero logro será cuando la persona trans pueda hacer de cis y los cis puedan hacer de trans. Entonces trabajarán a tiempo completo. Si al trans solo le das papeles trans trabajan poco. Cuando puedan meterse en la piel de asesinas, madres o enfermeras, roles que vayan más allá del propio personaje trans. Aunque lo ideal sería que no nos planteásemos la identidad del personaje. Vamos a poner un lustro para conseguirlo.

Los medios de comunicación tienen un papel muy importante en esto. ¿Cómo ha sido la evolución del tratamiento de estos temas?

La evolución ha sido brutal. Antes había sensacionalismo y algo mucho peor: la desinformación. Los medios escribían sin información y confundían travesti, transexualidad y travestismo, todo era lo mismo. Ha habido cuatro décadas de desinformación. Cuando muere el dictador se empieza a hacer esa mala información, algo que antes sin embargo no se hacía, no se hablaba tan abiertamente. Entonces partir del 75 se empieza a hablar pero mal, con poca base. Pero no solo por parte de los medios, también por parte de médicos y de otros gremios. Lo de hoy es un bálsamo, en 3 o 4 años hemos conseguido una conciencia apabullante y se debe a que detrás estamos nuevas generaciones.

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Valeria Vegas: «Se ha naturalizado más la L, la G y la B. Y esto es algo universal, no solo ocurre en España«. | Foto: Mista. | Cedida por la editorial.

Hace unos días vi el documental Disclosure y hacen una reflexión que minutos antes me había hecho yo. ¿Por qué una persona trans tiene que decir que es trans? El reto está en que todo sea tan natural que no haga falta atribuirse etiquetas. ¿Estamos muy lejos de conseguirlo?

Ese es el verdadero logro. Es cierto que tenemos una confesión constante. En este caso porque en las relaciones tienes que presentarte para que la otra persona no se sienta engañada. Tenemos que ir con la verdad por delante y eso no nos lo compensa nadie. El primer paso sería no usar la etiqueta que va siempre por delante. No se suele decir la escritora lesbiana, el presentador gay. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a que la palabra trans nos defina: la actriz trans, la escritora trans y es algo que no lo veo con el resto del colectivo. Se ha naturalizado más la L, la G y la B. Y esto es algo universal, no solo ocurre en España. Se sabe quitar el contexto cuando toca y con los transexuales no ocurre.

En España, ¿qué directores, cantantes o figuras de la cultura crees que lo están haciendo bien en este terreno?

En un sentido tan potente en lo narrativo y visual lo empezamos a tener. No quiero barrer para casa pero La veneno ha marcado un punto y aparte. No había una serie que hablara de la problemática del colectivo. Las buenas críticas han llegado incluso de actrices de Pose y RuPaul. Pero no es la primera piedra, había un germen quizá con Pedro Almodovar y La ley del deseo. Sin embargo, no hemos rendido tributo suficiente a esa película que no recibió ni una nominación a los Goya, había cierto veto a la temática. Con el tiempo ha ganado mucho una película que habla de la historia de amor entre dos hombres. Además, añadía el personaje trans con una niña al lado, la dotaba de la maternidad, no era un personaje del lumpen. En el año 1987 es un revulsivo a tener en cuenta. También tenemos que recordar Cambio de sexo, de Vicente Aranda, del año 77. Aunque el tema ha evolucionado mucho, está tratado con una sensibilidad que cualquier madre de una persona trans puede empatizar y entender a su hijo. O Mi querida señorita del 72. Eloy de la Iglesia entra en esta lista pero solo supo retratar la homosexualidad masculina, no supo experimentar con la homosexualidad femenina ni la trans.

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Cartel de ‘Mi querida señorita’.

A mí personalmente me cuesta sentirme identificada con las películas que abordan la homosexualidad femenina. Además, hay menos cantidad. ¿A qué crees que se debe?

La industria estaba manejada por los hombres. En los años años 70, 80 y 90 el 90% de las personas que condicionaban la mirada eran hombres y el lesbianismo era utilizado para el morbo. En cambio, la homosexualidad masculina servía para plantearte algo.

El libro arranca en los 60 y llega hasta la actualidad. Sin embargo, cuando nos ponemos a pensar en referentes LGTBQ nuestro pensamiento va directamente hacia los años de la Transición y de la Movida. Pero claro, antes de ellos hubo gente que luchó en plena dictadura para abrir un poco el camino a las generaciones posteriores. ¿Qué figuras destacan de ese periodo y qué les debemos?

Miguel de Molina era de las pocas personas que no ocultaban la homosexualidad. Era de los pocos visibles, había más pero no se posicionaban. Tenemos a Coccinelle, una vedette francesa que vino en los 60, se anunciaba con cierto morbo y recalcaban que solo actuaba en el pase de la noche. Aunque solo cantaba. Había gente que iba a verla buscando su propia respuesta.

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Cartel de ‘Adela’ (1987) de Carlos Balague vía IMDB.

Es fácil encontrar referentes en la actualidad, en ese sentido los más jóvenes lo tienen más fácil. Sin embargo, de todos ellos, ¿quiénes crees que pasarán a la posteridad?

Vivimos en el consumo rápido y si decimos lo ingrato que ha sido el paso del tiempo imaginemos qué puede pasar hoy. Por ejemplo, lo que hacen Los Javis es ser entrevistados en programas mainstream y no deja de ser una pareja que se besa pero no como Boris, que lo hacía para epatar y había un regidor que fomentaba los aplausos. Lo que ve ese chaval de 12 años es que se aprueba un beso entre dos hombres. Y no se trata del beso en sí, sino que hay unos creadores detrás que están siendo referentes de gente que tiene ahora 15 años. También podemos pensar en Ángela Ponce, que se presentó a Miss Universo y puede servir para esa chica de 16 años que empieza su transición y no se ve, no se agrada. Ponce puede ser un referente porque cuenta su historia, crea la sensación de empoderamiento. Samantha Hudson también. Veremos qué pasa con el tiempo, lo importante es que hay gente haciendo cosas.

El éxito de la adaptación de la biografía de La Veneno por parte de Los Javis ha sido bastante rotundo. ¿Te esperas algo así?

No me esperaba semejante éxito. No sé si es porque tiendo a ser pesimista o porque venía de haber autoeditado aquel libro. Que se haya consumido entre diferentes generaciones es un logro. Hay quien nos dice que la ha visto con los abuelos o con los hijos. No solo ha sido una serie vista por un público LGTQB, de hecho, el público LGTBQ ha sido una minoría y eso es maravilloso.

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Afiche de la serie vía Atresmedia.

Hay algo que he echado de menos. El primer capítulo se emitió en antena pero el resto se quedó en la plataforma de pago ATresMedia. ¿No crees que hubiera sido bueno que se hubiera emitido en abierto al completo?

Es cierto que es un producto de plataformas y creo que ese capítulo es un cebo para luego incrementar el interés por su plataforma. Pero sí, en abierto hubiera sido una buena lección pedagógica.

El libro también ha tenido su éxito. ¿Por qué decidiste abordar la historia de Cristina Ortiz?

Creía que su historia tenía que ser contada. Su vida fue interesante para quien lo quiera ver así. Para mí lo era. Además, siempre hacen biografías de gente exitosa, de gente superventas. ¿Por qué no hacerla de una perdedora, de una persona a la que le dan palos pero se levanta todos los días? A La Veneno la veía muy vilipendiada, cada vez se le tomaba menos en serio y la tele nunca la iba a sacar de esa historia.

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