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El Estado Islámico en busca de la peste bubónica

La bacteria que originó la Peste Negra medieval sigue viva. No hay más que consultar los archivos de alerta de la OMS para conocer el número de casos que se han dado en los últimos años en lugares como China o Perú. Un ordenador encontrado en un refugio del Estado Islámico en Siria desvela un documento sobre la fabricación de bombas con peste bubónica y cartas y fatwas que justifican moralmente el empleo de armas de destrucción masiva. No obstante, no hay ningún indicio en la documentación hallada que asegure que el ISIL esté en posesión de esas armas biológicas a día de hoy.

El Estado Islámico en busca de la peste bubónica

Es un portátil Dell color negro. Y no está protegido con contraseña. Lo tiene en su poder Abu Ali, comandante de un grupo rebelde sirio. Fue tomado en un refugio del Estado Islámico en Idlib, en Siria. Pertenece a Muhammed S., un militante del ISIL que estudió Física y Química en Túnez. Tras una primera inspección todas las carpetas parecían estar vacías, pero pronto descubrieron que simplemente sus archivos estaban “ocultos”. En total, 35.347 archivos.

Foreing Policy ha accedido a los documentos, que incluyen videos de clérigos radicales, manuales para terroristas, y el tipo de materiales que se suelen encontrar entre los archivos de los miembros de la yihad.

La sorpresa para los periodistas llegaría después, al descubrir que los documentos “sugieren también que el dueño del ordenador portátil estaba aprendiendo sobre el uso de armas biológicas, en preparación para un potencial ataque que habría conmocionado al mundo”.

La peste bubónica

Entre la documentación reunida por Abu Ali, destaca un documento de 19 páginas, escrito en árabe, sobre cómo desarrollar armas biológicas, y lo que parece aún más preocupante: “cómo militarizar la peste bubónica de animales infectados”. En particular, el manual incluía instrucciones concretas sobre cómo “probar las armas en ratones”. “Cuando se inyecta el microbio en pequeños ratones, lo síntomas de la enfermedad deberían comenzar en 24 horas”

“La ventaja de las armas biológicas es que no cuestan mucho dinero, mientras que las pérdidas de vidas humanas, puede ser enorme”, asegura el documento incautado al terrorista del Estado Islámico. “Utiliza pequeñas granadas con el virus, y lánzalas en áreas metropolitanas, estadios de fútbol, o centro de entretenimiento”, aconseja. Recomienda emplear estas armas “cerca del aire acondicionado” y en posibles “ataques suicidas”.

“Cuando una persona es infectada por el Yersinia pestis, ésta puede desarrollar la peste bubónica, una infección de los ganglios linfáticos, o una peste neumónica más rara, una infección secundaria de los pulmones”, asegura la revista Nature. “En la actualidad la peste sigue extendiéndose a través de pulgas de roedores”, prosigue el estudio, “Esta enfermedad afecta a 3.000 personas en todo el mundo, siendo más común en Estados Unidos, Madagascar, China, India y América del Sur”.

La OMS mantiene en su centro de alerta todos los casos de peste detectados en los últimos años. El más reciente de ellos, tuvo lugar en agosto en Perú, donde se hallaron 17 casos de peste. 12 de ellos resultaron ser peste bubónica. En las investigaciones diez cepas de Y. Pestis fueron aisladas en humanos, roedores, y gatos.

Aunque en la actualidad existe tratamiento, la tasa de mortalidad sigue siendo alta, según informa la OMS.

¿Demasiado ruido mediático?

El informe elaborado por el investigador académico Milton Leitenberg para el Gobierno de Estados Unidos, asegura que entre 1995 y 2005 se concedió excesiva importancia a la “amenaza” de las armas biológicas. En sus recomendaciones políticas, de hecho, se muestran contrarios a la exageración del peligro de atentados con armas biológicas, incluso aunque esto sea sólo una táctica para que EEUU invierta en un plan de defensa más elaborado: “Los funcionarios del Gobierno deben evitar, y cuando sea necesario, corregir representaciones exageradas de la amenaza de las armas biológicas. Tal exageración, incluso si es visto como algo políticamente útil por algunos, es contraria al interés nacional, porque estimula el interés de los demás por desarrollar armas biológicas”, concluye el informe.

Sin embargo, hay precedentes confusos al respecto. La comisión que examina las capacidad de Estados Unidos para conocer y prevenir ataques con armas de destrucción masiva opera desde 2004 como The Commission on the Intelligence Capabilities of the United States Regarding Weapons of Mass Destruction. En uno de los documentos oficiales desclasificados, esta Comisión reconoce que la inteligencia de Estados Unidos minusvaloró, en el momento de comenzar la guerra en Afganistán, “el programa de armas biológicas de Al Qaeda”: “era a la vez más avanzado y sofisticado que lo que los analistas habían evaluado anteriormente”.

Entre las evidencias encontradas tras la guerra, destaca que Al Qaeda estaba trabajando sobre un “pesticida que utiliza una sustancia química para aumentar su absorción” y que estaba siendo “probado en perros gatos”. Un gran archivo de grabación de Al Qaeda al que tuvo acceso la cadena CNN en Afganistán revelaba “imágenes de los experimentos de gases químicos en perros, lecciones sobre fabricación de bombas, tácticas de entrenamiento de terroristas e imágenes nunca vistas antes sobre Bin Laden y sus principales colaboradores”.

Una fatwa para aligerar conciencias

Por improbable que parezca hoy que los terroristas del Estado Islámico consigan expandir la peste bubónica entre “los infieles”, el terrorista guardaba también en su portátil un fatwa de 26 páginas sobre la moralidad de emplear armas biológicas o de destrucción masiva: “Si los musulmanes no pueden derrotar a los infieles de una manera diferentes, se permite el uso de armas de destrucción masiva”. Son las palabras del clérigo saudí Nasir al-Fahd.

El teológo de la destrucción masiva

Al-Fahd está actualmente preso en Arabia Saudí. Durante décadas, la influencia de este clérigo islamista ha resultado clave, entre otras cosas, para proporcionar “la justificación para que los yihadistas” consideran enemigo a Arabia Saudita por estar “ayudando a Estados Unidos a invadir dos países musulmanes” –Irak y Afganistán”, ya que “cualquier musulmán, ya sea individuo o parte del Estado” se consideraría “incrédulo” si colabora “de alguna forma con Estados Unidos” en estas dos guerras.

El gran revuelo llegó con otro artículo de al-Fahd sobre “la legalidad del uso de armas de destrucción masiva”. En este texto al que ha tenido acceso Investigations, de gran influencia posterior, desarrolla su tesis según la que el Corán permitiría el uso de estas armas, y aludía a varias “pruebas” halladas por él mismo. La justificación era tan simple como escandalosa: los “infieles” han asesinado a “millones de musulmanes en diferentes conflictos mundiales, y por tanto los musulmanes tienen permiso para matar a millones de no musulmanes en retribución”.

“Estados Unidos y Gran Bretaña fueron los primeros en utilizar este tipo de armas”, afirma al-Fahd antes de proclamar “la evidencia de que el uso de armas de destrucción masiva es admisible”. Solamente exige que se empleen “en un época y contra un enemigo específico”, “es decir, Estados Unidos en este momento”, y que se haga en nombre de la reciprocidad. En este sentido considera que “con sus armas, directa o indirectamente” los infieles ha matado “a cerca de diez millones” de musulmanes.

El resto del documento de Al-Fahd es una farragosa mezcla de fragmentos del Corán e interpretaciones que aseguran a los musulmanes que “los eruditos están de acuerdo en que” bajos las condiciones de reciprocidad y en el contexto del mandato a la yihad, “es lícito matar a los infieles”.

En síntesis, la documentación hallada en el ordenador no confirma en absoluto que los yihadistas del Estado Islámico estén fabricando armas biológicas, sino que simplemente desvela sus intenciones y posibles avances científicos en la materia. “El temor”, asegura Foreign Policy, “es que hombre como Muhammed podrían estar trabajando tranquilamente” en las líneas traseras del frente, “por ejemplo en la Universidad controlada por el Estado Islámico en Mosul o en algún laboratorio de la ciudad siria de Raqqa, capital de facto del grupo, para desarrollar armas químicas o biológicas.

 

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