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No Tinc Por: la marcha de las banderas contra el terrorismo

Medio millón de personas asistieron a la manifestación convocada por la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona, nueve días después de los atentados terroristas de Las Ramblas y la ciudad de Cambrils. El Rey Felipe VI fue el eje de los desencuentros: pitada monumental en el momento de su llegada y tensión entre los manifestantes, por una pancarta que le daba las gracias a su ‘majestad’. A pesar de todas las banderas que se alzaron desde los Jardinets de Gràcia hasta la Plaza de Catalunya, el ‘no tenemos miedo’ ganó en el terreno de las diferencias

No Tinc Por: la marcha de las banderas contra el terrorismo

Reuters

Medio millón de personas han asistido a la manifestación convocada por la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona, 9 días después de los atentados terroristas de Las Ramblas y la ciudad de Cambrils. El Rey Felipe VI ha sido el eje de los desencuentros: pitada monumental en el momento de su llegada y tensión entre los manifestantes, por una pancarta que le daba las gracias a su ‘majestad’. En medio de todas las banderas que se alzaron desde Els Jardinets de Gràcia hasta la Plaza de Catalunya, el ‘no tenemos miedo’ casi se extravía en el terreno de las diferencias. Pero sobrevivió.

 

Fue intencional que las autoridades quedasen en la retaguardia. El objetivo expreso era darle el protagonismo a las organizaciones que reaccionaron las primeras, en las horas siguientes a los atentados del jueves 17 de agosto y la madrugada del viernes. Pero el revuelo fue inevitable ante la presencia del Rey, Felipe VI. Era la primera vez que asistía a una manifestación en Barcelona y también la primera, en ser directamente repudiado. Entre las pancartas, se alzaba aquella foto, la de enero de 2015, cuando viajó a Arabia Saudí a presentar condolencias al nuevo rey, Salman Bin Abdulaziz, luego de la muerte del rey Abdalá. Como ésa, tantas otras que le dedicaban mensajes relacionados con la venta de armas y que lo hacían responsable de cadenas favores que acaban financiando el terrorismo internacional.

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Foto: Diana Rangel / The Objective.

 

Así como él, compelido a asistir, se sintieron muchas organizaciones musulmanas, obcecadas con marcar la diferencia entre su fe y el fundamentalismo del Estado Islámico. A diferencia de los abucheos, a su paso, los árabes que manifestaron hoy, recibieron aplausos y muestras de afecto. Tarik Ata Rafi, de 30 años de edad, director del departamento de Lengua Española de la Comunidad Musulmana Ahmadía, viajó expresamente desde Córdoba para estar aquí. Sostenía una pancarta que decía ‘amor para todos, odio para nadie’ y otra con un claro llamado a la acción: ‘Soy musulmán, hazme una pregunta’. Dice que recibió un montón de abrazos.

 

 

Muy cerca de él, estaba solitario en su silla de ruedas, Frank Rupprecht, un alemán de 56 años de edad, que hace tres tuvo un accidente en bicicleta que lo dejó parapléjico. Luego de 20 años en Barcelona y con esta tragedia a cuestas, es un chico marroquí quien lo ayuda en su día a día: “Me duele lo que ha pasado. Ha sido un ataque muy cobarde”. Por eso ha venido a marchar.

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Foto: Andrea Daza / The Objective.

 

Sosteniendo la pancarta del Consell Municipal d’Immigració de Barcelona y de la Taula de Ciutadania i Immigració de la Generalitat, estaba Carmen Rosa Bermúdez, una colombiana de 54 años, presidenta de Fedascat, la Federación de Asociaciones de Colombianos de Cataluña: “Hay una xenofobia horrible”, dijo. “Estamos volviendo a tener inmigrantes de primera y de segunda”, volvió a decir, en referencia a los árabes, “por 4 pendejos que en nombre de dios hacen atrocidades”. Hay que trabajar en red, recomendó. Politizar menos y cooperar más.

Entre el medio millón de personas que marcharon según los cálculos de la Guardia Urbana, estaba Sheila Taberner, una catalana de 32 años que se convirtió al islam hace 12. Vino con todo un grupo del Centro Cultural Islámico Catalán, a reivindicar que el islam es de paz y que los terroristas no los representan. Con ella, María José Queralt, de 54, musulmana hace 32, reivindicó la fe que abrazó por sentir que era una continuación del cristianismo. Es divorciada y marchaba junto a su hijo, Bakary Singateh, nacido el día que su madre cambió de fe: “Los terroristas no actúan conforme al islam, no comparten nuestros valores de paz”.

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Foto: Diana Rangel / The Objective.

Horas antes, Pascale Coissard, portavoz de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado, defendía el derecho de asilo de las personas refugiadas, primeras víctimas en huir del terrorismo: “Deseamos que Barcelona y Catalunya sigan siendo tierra de asilo y que no se cierren las puertas”.

Pero toda esta pluralidad se diluyó bajo aquella enorme pancarta, la polémica pancarta, de la organización Movimiento cívico de España y Catalanes. Su vicepresidente, Javier Megino, de 48 años, pidió que no se mezclaran las cosas: “Estamos todos en contra del terrorismo”. Pero ellos, en particular, en contra del separatismo catalán. Y por eso, su pancarta, decía: “España contra el terrorismo. ¡Gracias majestad!”, para terminar, justamente, mezclando las cosas.

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Foto: Andrea Daza / The Objective.

 

Al preguntarle sobre la poca comunicación de los organismos de seguridad, entre la Policía Nacional y los Mossos d’Esquadra, dijo que era un problema de “falta de fidelidad a los cuerpos de seguridad”. Y hubo pitas y más pitas. Algunos jóvenes, con la senyera, la bandera catalana o con la estelada, la independentista, no se pudieron estar de abuchearlos, de llamarlos fascistas, empujarlos o tratar de tumbar alguna de sus banderas españolas.

 

 

Cada quién ha salido a defender su identidad, como Fabián Freire, de 56, quien sostenía no una sino dos: la de Bolivia y otra multicolor, que despertaba la curiosidad a su paso. La bandera de los Pueblos Originarios de su país, la bandera plurinacional. Fabián ha marchado para pedir el fin de la hipocresía, del tráfico de armas y la venta de petróleo: “Lo demás son soflamas nacionalistas, excluyentes, que cuando ocurren dan espacio al fascismo”.

 

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Alguna otra, como Delfina, ha traído su bandera republicana, impulsada justamente por la presencia de Felipe VI. “¡Guarden las banderas, coño, que hoy no pintan nada!”, gritó un exaltado entre la multitud. Pero en realidad, en esta manifestación, las banderas lo han pintado todo.

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