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Sofía de Grecia: 5 momentos clave en la vida de la reina consorte

Sofía Margarita Victoria Federica nació un 2 de noviembre de 1938 ya casi predestinada, pues llegó al mundo en el seno de una de las casas reales más antiguas de Europa, la Casa de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg. Hija de reyes, esposa de rey, madre de rey y ¿abuela de reina?, Sofía de Grecia ha ejercido como monarca consorte durante 38 años, siempre en un discreto segundo plano

Sofía de Grecia: 5 momentos clave en la vida de la reina consorte

Sofía Margarita Victoria Federica nació un 2 de noviembre de 1938 ya casi predestinada, pues llegó al mundo en el seno de una de las casas reales más antiguas de Europa, la Casa de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg. Hija de reyes, esposa de rey, madre de rey y ¿abuela de reina?, Sofía de Grecia ha ejercido como monarca consorte durante 38 años, siempre en un discreto segundo plano pero con la firme voluntad de «ser útil», según sus propias palabras. Su apoyo al rey Juan Carlos I ha estado por encima de todo, a pesar de desplantes e infidelidades, a pesar de los problemas familiares, porque si por algo destaca la trayectoria de Doña Sofía durante todos estos años ha sido su profesionalidad.

Infancia

Grecia celebró por todo lo alto el nacimiento de la primogénita de los príncipes Pablo de Grecia y Federica de Hannover, el 2 de noviembre de 1938 en el palacio de Tatoi, con amnistía incluida. Bautizada una semana después por el rito ortodoxo, Sofía obtuvo desde el primer momento el tratamiento de Alteza Real. Dos años después nació Constantino, y en 1942, Irene. Los tres hermanos han mantenido siempre una estrecha relación. En el caso de Irene, para Sofía, más que una hermana, ha sido su mejor y más íntima amiga, su confidente, con la que ha compartido sus alegría y sus penas.

La vida palaciega y tranquila de la familia real griega se vio interrumpida cuando tuvo que huir del país con motivo de la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial, siendo Sofía muy pequeña, en abril de 1941. Su madre, la reina Federica, contó en sus memorias lo mal que lo pasaron antes de poder establecerse en Reino Unido, durante su periplo por Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y El Cairo (Egipto).

El exilio, que el padre de la actual reina emérita ya había experimentado siendo príncipe, duró cinco años, hasta el fin de la guerra, momento en que la familia, que residía en Londres, regresó a Atenas; fue en septiembre de 1946, durante la Guerra civil griega y tras la victoria en las urnas de los monárquicos y la restauración de la monarquía en Grecia mediante un plebiscito. Pablo, el padre de la princesa Sofía, llegó al trono al año siguiente, en 1947, al morir su hermano Jorge II.

Estudios y encuentro con Juan Carlos

Desde muy joven, Sofía se interesó por todo lo relacionado con las bellas artes, la filosofía, la arqueología y la música. Estudió Bachillerato en el prestigioso internado de Schloss Salem, en Alemania. A a su regreso a Grecia, cursó estudios de Bellas Artes, Arqueología y Música, y se graduó en Puericultura, haciendo prácticas durante un par de años en un hospital materno infantil de Atenas. Su biografía oficial destaca que publicó dos libros: Miscelánea arqueológica y Cerámica en Decelia.

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Sofía hizo prácticas en un hospital materno infantil en Atenas tras cursar Puericultura. | Foto: Archivo Casa Real

Sofía amplió sus estudios en la Universidad de Cambridge y, una vez ya en Madrid, se matriculó en la Universidad Autónoma para realizar cursos de humanidades entre 1973 y 1977. Es, además, doctora en Derecho Civil por la Universidad de Oxford, y habla cinco idiomas: griego, español, inglés, francés y alemán.

Aparte de leer y estudiar, ha demostrado tener un fuerte compromiso con la defensa de los animales, como se ha reflejado en numerosas ocasiones fotografiándose junto a sus perros o jugando con unos osos pandas, además de ser presidenta de asociaciones y organizaciones en defensa de los animales. Un amor por los animales que le ha impedido compartir con su marido y otros miembros de la familia Borbón como su suegra, María de las Mercedes, o su hija mayor, Elena, su afición a la fiesta de los toros. En realidad, no le gusta nada esta tradición tan española, y si se le ha visto en alguna plaza ha sido por obligación.

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La reina Sofía con un panda en el centro para osos panda de Chengdu, en China, en 2007. | Foto: olor China Photo | AP

En cuanto a los deportes, es aficionada a la vela, y llegó a formar parte como suplente de la selección griega de vela en los Juegos Olímpicos de 1960, celebrados en Roma. Una afición, esta sí, que ha compartido siempre con Juan Carlos y sus tres hijos.

De hecho, fue en un barco donde los primos terceros, Sofía y Juan Carlos, coincidieron por primera vez, en un crucero de la realeza por las islas griegas en 1954. Entonces, eran ambos muy jóvenes, y no hubo nada especial que hiciera pensar que acabarían casándose, así que sus vidas transcurrieron sin que se produjera otro encuentro, hasta seis años después.

Sofía y Juan Carlos – Juanito, como le llamaba ella – volvieron a verse en 1961 en Sttutgart (Alemania) en una fiesta y, meses después, el 8 de junio, en York (Reino Unido) con motivo de la boda de los duques de Kent. Dicen de que una boda sale otra y, según las crónicas, el idilio comenzó entonces. Fue visto y no visto, porque la petición de mano del futuro rey de España a la familia de la princesa griega se produjo en septiembre de ese año en la localidad suiza de Lausana, donde vivía Don Juan de Borbón con su familia en el exilio.

Todo fue como la seda. Nada que ver con el noviazgo y casamiento años después de su hijo Felipe, el heredero de la Corona. Las familias de Juan Carlos y Sofía estaban encantadas con la relación. Era, para ella, la culminación de una vida dedicada a prepararse para ser reina consorte, después de fracasar su compromiso con Harald de Noruega, y sin que se le conociera ningún otro romance. Juan Carlos, por su parte, a quien siempre le gustaron mucho las mujeres y había tenido ya algunas novias, sabía que había encontrado en Sofía a la perfecta futura reina de España y compañera.

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Anuncio del compromiso entre Juan Carlos y Sofía. | Foto: Archivo Casa Real

Boda y maternidad

Fue un noviazgo breve. El 14 de mayo de 1962 se celebró la boda en la catedral de San Dionisio, en Atenas, por lo civil y por los ritos ortodoxo y católico, religión esta última profesada por el novio. Un enlace por todo lo alto al que acudieron gran parte de la realeza de todo el mundo.

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Boda de los príncipes Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia. | Foto: Casa Real | Efe

Sofía, que tras la boda se trasladó a vivir con Juan Carlos al Palacio de la Zarzuela, en Madrid, se convirtió al catolicismo. España vivía entonces bajo el régimen del dictador Francisco Franco y la influencia de una iglesia católica omnipresente, de modo que si Sofía quería ser aceptada, lo mejor era que se presentara como una futura reina católica, a pesar de lo cual, le costó ser aceptada entre los sectores de la sociedad más rancios del país debido a su origen extranjero, empezando por el propio Franco.

El joven matrimonio pronto aumentó la familia. El 20 de diciembre de 1963 nació Elena de Borbón y Grecia, primogénita de los príncipes. La segunda hija, Cristina, nació el 13 de junio de 1965, y el 30 de enero de 1968, Felipe, el heredero.

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Los todavía príncipes , con sus tres hijos. | Foto: Archivo Casa Real

Reina consorte y compromiso social

Sofía mostró desde el primer momento su apoyo a Juan Carlos, que en 1969 fue proclamado príncipe, y nada más pisar España supo que su marido, y ella con él, tenían ante sí un reto inmenso. A Sofía nunca le gustó Franco, como ha quedado plasmado en algunas biografías, y éste, a su vez, la detestaba.

Juan Carlos contó con la princesa desde el primer momento y junto a ella recorrió cada rincón de España para conocer bien el país y a sus ciudadanos. A la vez, estos viajes eran la manera en que los príncipes, primero, y los reyes, después, decidieron darse a conocer. Comenzó entonces a extenderse la imagen de un Juan Carlos cercano y campechano. A Sofía, siempre en un segundo plano, le costó más ganarse al pueblo que, al principio la veía como una mujer fría, más «germana» que latina.

Con el paso de los años, Sofía se convirtió en el miembro más querido de la familia real junto, según las encuestas. Durante los 38 años como reina consorte fue, poco a poco, mostrando su parte más humana, más solidaria, más comprometida, a través de fundaciones como la que lleva su nombre, la Fundación Reina Sofía, constituida en 1977 por un pequeño capital aportado personalmente por la propia reina, benéfica y cultural, sin ánimo de lucro y de naturaleza permanente. Su trabajo se ha centrado, sobre todo, a partir de 1994, en gestionar y promover proyectos educativos y sanitarios, de ayuda social y humanitaria de los que se han beneficiado niños, mayores, inmigrantes, discapacitados y afectados por catástrofes naturales.

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Proclamación de Juan Carlos como rey de España. | Foto: Archivo Casa Real

De 2002 a 2007, una de las principales líneas de actuación de la Fundación Reina Sofía ha sido el Proyecto Alzheimer, cuyo principal exponente es hoy por hoy el Centro Alzheimer de la Fundación Reina Sofía, inaugurado en 2007 en Vallecas, donde se han llevado a cabo hasta el momento 27 proyectos de investigación, seis de ellos a nivel internacional. También ha generado más de 60 publicaciones científicas y 38 comunicaciones a congresos y reuniones científicas

En la actualidad se está llevando a cabo un Proyecto de Investigación de diagnóstico precoz “Proyecto Vallecas”, dotado con 1.800.000 Euros y que cuenta con la ayuda de 1.000 voluntarios. Se ha creado también una Unidad de Orientación diagnóstica que servirá para la investigación de esta enfermedad y servirá para diagnosticar.

Sofía ha presidido durante años también la Fundación Ayuda contra la Drogadicción (FAD). «Agradezco a la FAD el honor y la magnífica oportunidad que me dio, de colaborar en un campo especialmente sensible para nuestra sociedad y para nuestros jóvenes. Cualquier esfuerzo, cualquier trabajo en la lucha contra la drogadicción es necesario. Con mucho orgullo y cuando se cumplen 30 años de la Fundación, he cedido el testigo a la Reina Letizia«, dijo la reina emérita, en2016. «Estoy segura de que sentirá, como yo he sentido, esa satisfacción íntima por ayudar a los demás ante uno de los desafíos más duros que afronta una parte de nuestros jóvenes».

Durante estos 38 años y después ya como reina emérita, Sofía ha trabajado dentro y fuera de España apoyando a organizaciones como Unicef, el Banco de Alimentos, Proyecto Hombre, y otras entidades de tipo social. Participa también en varios proyectos internacionales sobre el desarrollo de la mujer rural y la expansión empresarial de las capas sociales más desfavorecidas a través del microcrédito. En el plano cultural, es presidenta de honor de varias instituciones como la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Amante de la música clásica, es una asidua del Teatro Real y fue gran amiga de maestros como Rostropovich.

Sofía y el resto de la familia real son grandes defensores también del deporte español, y su presencia ha sido una constante en canchas de tenis, campos de fútbol o estadios olímpicos apoyando siempre a los deportistas nacionales.

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La reina Sofía con Iker Casillas y Rafa Nadal. | Foto: Efe | Casa Real

 

Fin de una etapa: conflictos e infidelidades

Sofía de Grecia ha ejercido siempre su papel sin salirse del guión y por eso se ha ganado el calificativo de «profesional» cuando se habla de ella. Pero, como se ha visto, no todo ha sido un camino de rosas.

Uno de los momentos más tristes en su vida fue la muerte, por sorpresa, de su madre, a quien estaba muy unida. Fue en 1981. La reina Federica entró en una clínica privada para someterse a una operación estética sencilla en los párpados, pero falleció de un infarto. Sofía, que ni siquiera sabía que su madre iba a ser operada, estaba en Baqueira con su familia donde se enteró de la noticia. Mucho antes, en 1964, viajó a Grecia para asistir al entierro de su padre, Pablo I.

Aparte, Sofía ha tenido que lidiar con los problemas familiares que han salido a la luz, y lo ha hecho con dignidad y fiel a su discreción.

Cuando el rey Juan Carlos pidió perdón públicamente en 2012 después de su caída en Botswana, donde estaba de cacería con su amante la princesa Corinna, en plena crisis económica, España entera supo lo que era un secreto a voces y que Sofía ya sabía, mientras aguantaba el tipo en sus apariciones públicas con su eterna sonrisa, con su peinado de toda la vida, con sus sobrios trajes, ejerciendo de reina consorte. Antes que Corinna, tuvo conocimiento de otras relaciones de su marido como Marta Gayá o Bárbara Rey, por citar sólo a las más conocidas.

Ninguna de ellas, plato de buen gusto para la reina. Y sin embargo, mantuvo siempre la compostura, incluso con gestos de afecto hacia un marido a quien los años y los achaques le han ido agriando el carácter, demostrándolo incluso en público. Cuentan que se enteró de la primera infidelidad por casualidad, cuando decidió darle una sorpresa a su marido y se personó en la casa de campo donde Juan Carlos dijo que había ido de cacería. Corría el año 1976.

Como mujer, Sofía ha sufrido en silencio las infidelidades de su marido porque, como le dijo su madre, «las princesa no lloran», y por su elevado sentido del deber. La cosa cambió cuando los problemas tuvieron que ver con sus hijos. Ahí la Sofía madre pudo más que la Sofía reina, aunque eso le acarreara una reprimenda por parte de Juan Carlos. Fue con el caso Urdangarin, cuando estalló el escándalo y no había marcha atrás. Sofía no ocultó su apoyo a su hija Cristina y viajó a Estados Unidos para estar con ella y sus nietos en momentos tan complicados para la infanta. La imagen de la reina con su hija menor y su marido no gustó en Zarzuela. Pero ella, la reina, siempre ha defendido a la familia y ha luchado para que se mantuviera unida.

Tras el escándalo Nóos y lo de Botswana, empezaron las cosas a torcerse. El rey Juan Carlos se vio obligado a abdicar en su hijo Felipe en junio de 2014. Y la llegada al trono de éste y su mujer Letizia evidenció lo que muy pocos sabían, que suegra y nuera no se llevan bien.

La reina emérita empezó a quejarse ante todo el que quisiera oírla en su círiculo más cercano de que no le dejaba ver a sus nietas Leonor y Sofía, cuando lo que ella quería era disfrutar de todos sus nietos. Bastante doloroso era tener a los hijos de Cristina lejos, en el exilio dorado de Suiza.

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Sofía, Juan Carlos y sus nietos. | Foto: Archivo Casa Real

La Semana Santa en Palma, y la salida de la misa de Pascua, con el numerito de Letizia intentando por todos los medios evitar que Sofía se hiciera una foto con las niñas, fue lo que acabó por dejar por los suelos la imagen de la familia real, ya bastante perjudicada.

La eterna sonrisa de Sofía de Grecia ha ido difuminándose en estos últimos años. Tantos años de esfuerzo, de trabajo y dedicación a su labor como reina consorte, que tan bien le inculcó su madre, la reina Federica, han acabado de la peor manera para alguien como Sofía de Grecia, hija de rey, que nació para ser esposa de rey, madre de rey y ¿abuela de reina?.

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