THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Bernal, el espía del CNI asesinado hace 19 años: «Me quiero ir a Irak; si me sale mal, pues mal»

Tras la invasión del país en 2003, el CNI reenvió a Bernal y a su jefe Martínez sabiendo el alto riesgo que corrían. Decisión errónea: los mataron

Bernal, el espía del CNI asesinado hace 19 años: «Me quiero ir a Irak; si me sale mal, pues mal»

A la izquierda aparece Bernal y a la derecha Ignacio Zanón, en Bagdad el día anterior a la muerte de Bernal. | Imagen cedida.

El 9 de octubre se cumplen 19 años del asesinato del agente del CNI José Antonio Bernal. Desde que ocurrió aquella salvajada en Bagdad me empeñé en mantener vivo el recuerdo de él y de sus siete compañeros que fueron asesinados al mes siguiente, el 29 de noviembre de 2003. Cada año recordaba la historia y añadía nuevos datos que investigaba. Mantener viva su memoria era muy importante para mí. Hace dos años escribí la novela basada en hechos reales Destrucción masiva, mi homenaje a los ocho héroes de Irak. Hoy, manteniendo la tradición, os hablo de Bernal, uno de los protagonistas principales de la historia.

El 17 de septiembre de 2001 aterrizó en Bagdad para ocupar el puesto de Viceconsejero de Información de la Embajada española. Era un joven decidido y entusiasta que aprendió el complicado oficio del espionaje en el extranjero rodeado de enemigos gracias a la mano experta de su jefe, Alberto Martínez. 

De joven había soñado con ser piloto de combate, pero vio truncada su carrera cuando apenas había comenzado a preparar el examen de ingreso en la Academia General. Le hicieron las pruebas de aptitud médica y presentaba un problema de oído a 4.000 pies de altura.

La decepción le duró poco tiempo y continuó con sus ganas de ser militar. Su padre le marcó el camino de radiotelegrafista y él se lanzó en tromba. Se presentó al examen de ingreso y sacó el número 1, con una nota de 9,95. 

Nadie supo que entró en el servicio secreto

En junio de 1995 entró en el CESID. Mientras hizo el curso de acceso, nadie supo a qué estaba dedicando su tiempo. Pero su padre, un militar experimentado, un día le comentó: «No me engañes, cuando te vistes con corbata para ir a trabajar es porque no vas a un cuartel». 

Durante los seis años que pasó en la sede central del CESID antes de ir destinado a Irak ocupó un puesto en el Centro de Comunicaciones. Nunca fue un aventurero. Eso sí, era ambicioso dentro de su profesión y cuando a principios del siglo XXI se enteró de que había una plaza para un agente de su perfil en Irak, como número dos de la delegación del CESID, solicitó la plaza.  

Unos días antes de la adjudicación, se sinceró con su padre: «Quiero irme a Irak, pero es muy difícil que consiga la plaza porque mi jefe no quiere desprenderse de mí y si me pone pegas no me la van a dar». Su padre vio claro cómo echarle una mano: «Habla con fulano (un alto mando de La Casa), que es amigo, y le dices de parte mía que quieres ir a Irak». 

A José Antonio no le gustó aquello, pero obedeció. La plaza fue para él. 

Antes de incorporarse a su destino en la embajada, hizo un largo curso para aprender la idiosincrasia del país y algunas técnicas especiales necesarias para un agente secreto que se va a mover en territorio hostil. Además, perfeccionó el inglés y dio clases de árabe. 

Se fue a Bagdad el 17 de septiembre de 2001, pocos días después del atentado del 11-S en Estados Unidos, lo cual complicaría sobremanera su misión. Su mujer y su hija no tardaron en irse con él, aunque regresaron un año después cuando la situación en Irak se complicó. 

Bush, Blair y Aznar, los presidentes de Estados Unidos, Reino Unido y España, decidieron acabar con el dictador Sadam Husein alegando que disponía de armas de destrucción masiva y que estaba apoyando a la Al Qaeda de Bin Laden. Los dos agentes españoles destinados en el país, Martínez y Bernal, lo negaron con mayor o menor rotundidad, pero no les hicieron caso.

En febrero de 2003 el ataque militar para derrocar a Sadam era inminente y los dos agentes recibieron la orden de abandonar el país antes de que el conflicto estallara. Al regresar, Martínez y Bernal se convirtieron en las principales figuras del gabinete de crisis que se montó en la sede del CNI. Eran los únicos que disponían de acceso a fuentes directas en Irak. 

Derrotado Sadam y ocupado el país por las fuerzas estadounidenses, los dos delegados del servicio recibieron la orden de regresar a Bagdad. Sus jefes fueron conscientes de que sus vidas correrían peligro, que el riesgo que asumían era muy alto. Pero los dos eran los únicos que conocían el país y disponían de fuentes.

El destino por el que tanto había peleado Bernal había perdido toda su tranquilidad. «Él era plenamente consciente de las dificultades que se encontraría a su regreso –explica su padre-, la situación estaba muy jodida. No podía permitir que los españoles que estaban allí no tuvieran a nadie que se preocupara por ellos. Había firmado por tres años y tenía que cumplir con su compromiso».

«En todas partes hay dios»

Es imposible saber a ciencia cierta lo que le pasó por la cabeza antes de su partida, pero nadie conocía mejor que él la situación que se iba a encontrar. El servicio secreto de Sadam le tenía identificado, había trabajado con ellos íntimamente, y disponía de muy buenos contactos con diversos grupos religiosos. Lo lógico era pensar que ahora le vieran como un traidor.

Bernal era metódico y nunca se engañaba. No lo intentó con su padre: «Yo me quiero ir a Irak, si me sale bien, bien; si me sale mal, pues mal». Y tampoco con su madre cuando directamente le espetó: «¿Cómo te vas a ir allí tal y como están las cosas?». José Antonio no dudó: «Sabes qué te digo, que en todas partes hay Dios».

El 7 de octubre, a la hora de la comida telefoneó a su mujer, con la que deseaba tener un segundo hijo cuando hubiera pasado la experiencia iraquí y regresara a España, y antes a su madre. Lo hacía con cierta frecuencia, quería mucho a sus mujeres. Tras hablar con su madre se despidió: «Buenos, pues en una semana nos vemos, que voy de vacaciones cortas, un beso».

«Nuestro hijo se había presentado voluntario»

Dos días después, la noticia de su asesinato llegó a los telediarios sin tiempo para que los agentes que el CNI había enviado a casa de sus padres tuvieran tiempo de advertirles. «Cuando vi en la pantalla la noticia dije han matado a Josito –recuerda el capitán Bernal-, fue como si ya supiera que iba a ocurrir».

El teléfono comenzó a sonar y no paró de hacerlo en días. De entre todas las llamadas hubo una especial para el capitán del Ejército del Aire: su antiguo jefe, el que había ayudado a su hijo para conseguir el puesto, destinado en ese momento en una delegación del servicio en el extranjero. El hombre no pudo evitar llorar amargamente en cuanto escuchó la voz del padre de Bernal y lleno de congoja asumió la responsabilidad de la muerte. José Antonio le respondió que no había culpables: «En cualquier caso, si hubiera alguien, que no es el caso, sería yo».

El capitán Bernal habló directamente con la prensa para dejar claro que «somos militares, sabemos que se corre un riesgo, para el que nuestro hijo se había presentado voluntario», que era el trabajo que le gustaba y «ha muerto en acto de servicio, haciéndolo por Dios y por la patria».

José Antonio abrió muy de mañana a un clérigo chií, a quien seguramente conocía, que iba acompañado por tres hombres. No tardó en percatarse de que iban a matarle, pero no llevaba encima su pistola y salió corriendo. Resbaló a unos metros de su casa y lo mataron mientras estaba tirado en el suelo.

Las fuentes consultadas consideran que el asesinato fue una encerrona montada con premeditación. El guarda de seguridad que debía estar en la puerta de su domicilio no apareció esa mañana, pero tampoco lo hicieron el jardinero y la chica que cocinaba, cuando siempre acudían a su casa pronto por la mañana. La investigación del servicio de inteligencia no creyó en las casualidades e interrogaron al guarda, que aseguró que no podía declarar nada hasta que quitaran del medio a Sadam, que por aquel entonces seguía escondido en el país. Su ausencia no fue una casualidad: si quería salvar su vida y la de su familia, no debía estar en la puerta de la casa esa mañana.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D