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Cómo reducir la brecha entre generaciones: el caso de Vitoria

Los cambios en las estructuras familiares y la movilidad han reducido los contactos intergeneracionales

Cómo reducir la brecha entre generaciones: el caso de Vitoria

Shutterstock.

En los próximos años nos enfrentaremos a un desafío esencial: la diversidad de la sociedad contemporánea. El envejecimiento demográfico, los movimientos migratorios y las variadas necesidades de niños, niñas y jóvenes se perfilan como líneas de acción cruciales.

Al examinar la realidad de las personas mayores en la actualidad, observamos un cambio significativo. El aumento de la soledad no deseada, alimentado por el individualismo, está generando impactos negativos en la salud de este grupo.

Simultáneamente, la realidad de los niños, niñas y jóvenes ha experimentado transformaciones radicales. Cambios en las estructuras familiares y la movilidad han reducido los contactos intergeneracionales. La pandemia y las medidas de protección han acentuado esta distancia entre generaciones.

En este contexto, la promoción de la cohesión e inclusión social se convierte en un desafío apremiante, y las experiencias que fomentan las relaciones intergeneracionales se destacan como herramientas clave. Estas experiencias no solo reducen la brecha entre generaciones, sino que también fomentan la interrelación y el apoyo mutuo, generando cambios positivos tanto a nivel individual como comunitario, promoviendo la cohesión social y la inclusión.

Participación de personas mayores

En este contexto, la participación de las personas mayores en experiencias intergeneracionales se revela como un factor influyente en sus dimensiones individual y social (Pstross et al., 2016. Asimismo, estas experiencias generan cambios significativos en los niños, niñas y jóvenes participantes, abarcando aspectos individuales, sociales y educativos (Lokon et al., 2018. Desde la perspectiva de los profesionales involucrados, las experiencias intergeneracionales impactan a toda la comunidad, promoviendo la cohesión social, reduciendo distancias e intercambiando valores, sabiduría y culturas sociales.

La Universidad de el País Vasco (UPV/EHU) ha realizado una investigación junto con el Ayuntamiento de Vitoria donde el propósito central es explorar las experiencias intergeneracionales impulsadas por el departamento de Políticas Sociales, Personas Mayores e Infancia de este ayuntamiento.

El objetivo es identificar buenas prácticas y, en consecuencia, desarrollar un marco de actuación determinado. Para lograrlo, se han establecido objetivos específicos, como analizar estas experiencias, crear una guía de buenas prácticas y resaltar el valor de las experiencias intergeneracionales en la construcción de una sociedad inclusiva y sostenible.

Partiendo de este marco, investigadoras de la UPV/EHU y técnicas del departamento de Políticas Sociales del ayuntamiento crearon una herramienta de recogida de datos para identificar y describir las prácticas intergeneracionales en la ciudad de Vitoria.

Se recogieron 132 experiencias intergeneracionales. Entre los/as participantes, alrededor del 77% de las actividades las promovieron desde el Departamento de Personas Mayores siendo la mayoría en el centros sociales participativos de la Red BIZAN.

Acción comunitaria y cohesión social

Cabe destacar que existe una fuerte unión comunitaria, puesto que la mayoría de las actividades son realizadas en red con diferentes agentes comunitarios, tales como escuelas, entidades o programas de educación de calle. Esta metodología de trabajo en red repercute directamente en la comunidad y en la ciudadanía de Vitoria, puesto que refuerza la acción comunitaria y la cohesión social.

Los principales objetivos que persiguen las diferentes experiencias son, en primer lugar, estrechar los lazos entre generaciones, creando conexiones significativas entre jóvenes y mayores. Después, se embarcan en la misión de derribar estereotipos relacionados con la edad, desafiando ideas preconcebidas y demostrando que cada etapa de la vida tiene su propio valor. Además, invitan a la comunidad a participar activamente, convirtiendo a cada individuo en un actor vital en la historia compartida. Para lograrlo, trabajan con diferentes grupos y áreas, construyendo conexiones imprescindibles para la participación comunitaria.

Por ejemplo, una de las actividades llevadas a cabo es un taller de arte de varias sesiones de duración y diseñado por profesionales donde un grupo de personas mayores, adultos y jóvenes comparten distintas acciones relacionadas con el arte: El arte y dinámicas para fomentar la creatividadPintura: Arte milenario chino, De la tinta a la acuarelaPintura: Retrato de mujeres del mundo y Empoderamiento feminista a través del arte.

En gran parte, estas experiencias tienen lugar en grupos pequeños, generalmente entre tres y doce personas. Esta configuración crea un ambiente propicio para establecer vínculos significativos entre las personas participantes. El tamaño reducido de los grupos permite una interacción más cercana y personal, creando un espacio donde las conexiones pueden florecer de manera más íntima y auténtica.

Sin embargo, al estudiar estas experiencias intergeneracionales también se han observado diferentes limitaciones. Aún no tenemos instrumentos de evaluación para obtener la eficacia de estos programas y es la observación la técnica más usada para medir su utilidad. La falta de un plan de difusión organizado se refleja en que cada experiencia sigue su propio camino sin un marco común. No existe una estructura coordinada para compartir estas iniciativas, lo que significa que cada una se desenvuelve de manera independiente.

Esta ausencia de un enfoque unificado dificulta la creación de una narrativa colectiva y limita la visibilidad de estas valiosas experiencias. Disponer de un marco común podría brindar cohesión y facilitar la difusión para maximizar el impacto positivo de cada experiencia.

Amaia Eiguren Munitis, Docente del departamento de Didáctica y Organización Escolar. Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Ana Belén Fraile Bermúdez, Profesora de Enfermería. Investigadora del grupo AgeingOn., Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Idoia Imaz Aramburu, Profesora de Enfermería, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Jose Miguel Correa Gorospe, Profesor del Departamento de Didáctica y Organización Escolar, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Miren Nekane Beloki Arizti, Profesora en el Departamento de Sociología y Trabajo Social, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Naiara Ozamiz Etxebarria, Profesora agregada en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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