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'Cryptozoo': un mundo de criaturas míticas en un parque temático de los sesenta

Dash Shaw estrena en Filmin Cryptozoo, una película de aventuras animadas para adultos ambientada en los años sesenta

‘Cryptozoo’: un mundo de criaturas míticas en un parque temático de los sesenta

Fotograma de Cryptozoo.

Centauros, pegasos y sirenas, krakens, hidras y gusanos gigantes, expuestos al público en las jaulas de un parque temático. El director Dash Shaw ha imaginado en Cryptozoo unos años sesenta alternativos en los que criaturas legendarias viven protegidas en una gran reserva en EEUU que se financia a partir de su exhibición al público. La película, cimentada en el material del que están hechos los sueños infantiles y los mitos ancestrales, se estrena este jueves 16 de diciembre en Filmin, tras alzarse con el premio Next Innovator del Festival de Sundance y a la mejor película de animación en Sitges.

La elección de la década en la que transcurre esta experiencia de animación lisérgica no es casual, por su vínculo con la lucha por los derechos civiles. El origen del conflicto en la película procede del empeño del ejército de Estados Unidos por hacerse con un baku, una quimera japonesa que devora sueños y pesadillas, y de la que los militares se quieren servir para borrar los anhelos de los jóvenes idealistas y revolucionarios.

«No quería que fuera una película de fantasía que no trata de nosotros, sino contextualizarla de manera obvia en nuestro mundo, aunque en los años sesenta», explica Shaw sobre esta trama de aventuras.

La cinta, de hecho, le debe parte de su cromatismo y estética a los periódicos de izquierdas de ese periodo en todo el mundo. Un amigo del director que estaba desarrollando un proyecto en la Biblioteca Pública de Nueva York en torno a estas publicaciones le señaló las pautas compartidas en todos los rincones del mundo, de Chicago a Brasil. «Entonces no había internet, pero existía algo particular en ese tipo de dibujo que conectaba todas las culturas. No era un tic estilístico, sino que estaba ligado a una ideología, como comprobé en el MoMA al reparar en la estética del corto experimental de Kenneth Anger Kustom Kar Kommandos (1965). Es difícil pensar en una expresión artística común así en estos momentos», considera Shaw.

Fotograma de Cryptozoo.

Name-dropping de musas

Durante mucho tiempo, la primera página del guion de Cryptozoo arrancaba con la cita de Picasso «todo lo que puedas imaginar es real». La frase ha funcionado como un mantra en el despliegue exuberante de personajes. El bestiario en el filme compila monstruos y deidades de los más diversos rincones del mundo, de la gorgona griega, que transforma en piedra a todo aquel que la mire, al citado baku, que ha sido una fijación para Shaw desde que lo descubrió en una antología de mangas experimentales titulada Comic Baku

Las fuentes de inspiración para el animador van del tapiz de unicornios del museo Met Cloiserts de Nueva York al mosaico de Medusa expuesto en el Museo Isabella Stewart Gardner de Boston, pasando por un dibujo de Hokusai de principios del siglo XIX. 

En lo que se refiere al estilo visual, una de sus principales influencias ha sido el animador Winsor McCay, autor seminal de Gertie the Dinosaur en 1914 y de un corto inacabado llamado The Centaurs en 1921. «Lo considero el precedente de Parque Jurásico (1993), porque del mismo modo que Spielberg clona a estas criaturas con la complicidad de un público dispuesto a creer en su regreso, McCay utilizaba sus dibujos para resucitar una criatura extinguida y salió de gira para presentarla sobre un escenario», detalla el director, quien a esa práctica ilusionista le incorpora un debate ético que se traslada a la conversación entre los protagonistas del largometraje, quienes deliberan sobre la conveniencia o no de la existencia de un zoológico para estos seres mitológicos.

Por un lado, está el personaje de la inversora principal del parque temático, a la que no le supone ningún dilema ético vender souvenirs o instalar un carrusel para lograr ingresos, por otro, el de una humanoide que considera la reserva como un medio para educar a la sociedad, y finalmente, el de una zoóloga que lo concibe como un santuario donde rescatar a estas criaturas en serio peligro.

«He querido incorporar las implicaciones capitalistas de mantener a estos animales a salvo, pero en cautividad, a la vista de quien pague una entrada», concreta Shaw.

Disney como precursor de utopías

No es la primera ocasión en la que se sirve de un parque temático para contextualizar un relato. El cineasta, también dibujante de cómics, tiene una novela gráfica titulada New School, sobre una dañada relación fraternal en un espacio de recreo llamado ClockWorld, donde se recrean sucesos históricos. 

Dash Shaw es autor de las novelas gráficas BodyWorld, Doctors, Bottomless Belly Button y Clue: Candlestick, y su ópera prima como director fue Todo mi instituto hundiéndose en el mar (2016) que en aquella ocasión, se adcribía al género de catástrofes.

Desde niño, ha tenido fijación por los parques de atracciones, de los que ha dibujado elaborados planos, «porque son espacios donde la imaginación fluye y te sientes libre, pero una vez allí, te percatas de que en realidad son muy comerciales y todo está restringido. Al final, la sensación es como la de estar en un aeropuerto o en un centro comercial».

El concebido para esta nueva propuesta se inspira en la deriva de la ciudad utópica Epcot Center, ideada por Walt Disney a finales de los años sesenta. Cuando el padre de Mickey Mouse falleció en 1967, los herederos decidieron transformarlo en su lugar en el segundo parque abierto en Disney World después de Magic Kingdom. «Una tragedia», valora Shaw. 

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