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Cultura

Cristina Oñoro: «El silencio acompaña a las mujeres, es una relación ancestral»

Hablamos con ella sobre ‘Las que faltaban’ (Taurus, 2022), donde nos muestra el mundo desde una óptica silenciada: la de 13 mujeres fascinantes, desde la Prehistoria a la Guerra de Afganistán

Cristina Oñoro (Madrid, 1979) es doctora en Teoría de la literatura y profesora en la Universidad Complutense de Madrid. Está especializada en las relaciones entre filosofía y creación literaria y en literatura escrita por mujeres. Hablamos con ella sobre Las que faltaban (Taurus, 2022), donde nos muestra el mundo desde una óptica silenciada: la de 13 mujeres fascinantes, desde la Prehistoria a la Guerra de Afganistán.

PREGUNTA. La idea de Las que faltaban surge en un quiosco, a raíz de un coleccionable sobre grandes hombres de la historia. 

RESPUESTA. Sí, el libro comienza con una anécdota del año 2016: salió a la venta un coleccionable por fascículos ilustrados, con muñecos que pretendían servir para jugar a pequeños y mayores en torno a la aventura de la Historia (con mayúscula). Y se generó una pequeña polémica porque entre esos muñecos no había ni una sola mujer. Es una anécdota reciente, pero se ha repetido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia. Una de ellas, a la que dedico un capítulo completo, es la que viven las hermanas Jane y Cassandra Austen, allá por 1791.

P. ¿De qué manera?

R. Las dos hermanas están muy aburridas, leyendo un libro que les había dado su padre, el reverendo Austen: La historia de Inglaterra de Goldsmith. En un momento dado deciden escribir su propia Historia de Inglaterra, un texto de juventud que se conserva hoy en día en la British Library; Jane escribió los textos y Casandra hizo las ilustraciones. La historia es delirante, son 34 páginas muy divertidas; empieza diciendo que en su historia habrá muy pocas fechas, que no se acuerda de casi nada… y además aparecen varias mujeres. Este texto le encantaba a Virginia Woolf, quien decía que si afinábamos el oído todavía podíamos escuchar la carcajada de Jane Austen.  Empecé a escribir el libro en ese capítulo, porque quise que esa risa, que todavía puede escucharse, me acompañara a lo largo del viaje que iba a emprender por distintos periodos de la historia. Y quise empezar el prólogo con la anécdota del coleccionable que me recordaba a Jane Austen. 

P. Describes esa anécdota como un eslabón más en una concatenación de omisiones. Además, 2016 es un año importante para el feminismo: es el año de la victoria de Donald Trump, y de la posterior marcha de las mujeres por Washington. Poco después llega el auge del movimiento Me too. ¿Cómo influye en la escritura del libro todo el ecosistema intelectual que se forma durante esos años?

R. Pues sin duda es muy importante. El libro es muy simétrico porque comienza en ese momento que mencionas, 2016, en lo que se ha llamado la cuarta ola feminista, y termina en esos mismos años, con una entrevista entre dos mujeres que forman parte de esa generación: Malala Yousafzai y la actriz Emma Watson. No es mi generación, pero es la generación de mis alumnas, que son mis interlocutoras fundamentales desde hace años. Y he querido que la mirada que posáramos sobre Sofonisba, sobre Juana de Arco, sobre Malinche, fuera una mirada actual, desde esa cuarta ola.

P. También fue la pancarta de una alumna la que te inspira a llenar un vacío.

R. El libro comienza a escribirse a partir de la manifestación del 8 marzo de 2018 en la Universidad, en la que veo la pancarta de una estudiante que dice «No hay mujeres en mi temario de literatura». Es una frase que me acompaña desde entonces y es una reflexión que nos hacemos muchos profesores y profesoras. Pero a pesar de que faltan mujeres en la mayoría de temarios y todavía hay mucho trabajo por hacer, existen algunas excepciones. Una de ellas, que cuento en el libro, es la del historiador del arte Giorgio Vasari. En su libro Vidas narra las biografías de varios pintores del Renacimiento, y entre ellos habla de Sofonisba Anguissola, pintora a la que dedico un capítulo. Vasari no habla de ella como la única pintora relevante, si no que insiste en que hay muchas mujeres que son buenas pintoras.

P. El caso de Sofonisba es interesante porque tuvo un padre humanista que puso esmero en que sus hijas estuvieran formadas y tuvieran los recursos necesarios para convertirse en lo que finalmente se convirtieron. Quizás ese es uno de los problemas que históricamente han tenido las mujeres: no solo es una cuestión de reconocimiento sino de falta de posibilidades. ¿Es la ausencia en el canon la consecuencia lógica de haber cortado las alas a las mujeres, o crees que han pasado las dos cosas, se les han cortado las alas y a las pocas que levantan el vuelo se las silencia todavía hoy?

R. Eso es lo que pensaba Freud. En su famosa conferencia «La feminidad» de 1933 dijo que las mujeres han hecho escasas contribuciones a la historia de la humanidad, que solo han aportado el arte de tejer y de trenzar. Pero para Freud, el amor de las mujeres por los tejidos no sería la expresión de una cultura femenina sino una forma de ocultarse, de mantenerse en silencio, de permanecer en la ausencia. Pero cuando las mujeres han permanecido en el silencio han encontrado otros lenguajes como puede ser el bordado, que tiene unas posibilidades metafóricas muy fuertes. En todo caso, el tema del silencio acompaña a las mujeres, es una relación ancestral. 

Cristina Oñoro y David Mejía durante la entrevista. | Foto: Carmen Suárez

P: Los perfiles de mujeres que presentas en el libro, entiendo que es una selección personal, que no pretende ser exhaustiva. ¿Qué lógica has seguido? 

R. En primer lugar, hice caso a Jane Austen y su Historia de Inglaterra, en la que comienza diciendo que su historia va a ser parcial, negligente y llena de prejuicios. Utiliza la ironía para referirse a la historia que nos presentan como universal y que a menudo es muy parcial. Desde el principio reconozco la absoluta parcialidad de mi historia. Hago una selección personal porque quiero presentar una visión dialogante, con muchas voces. Por mi formación hay muchas escritoras y filósofas, pero también aparecen otras profesiones: hay artistas, científicas, mujeres sanitarias (se nota que el libro lo he escrito en la pandemia). Y he tratado de cubrir una cronología muy amplia, empezamos en la Prehistoria y terminamos en la Guerra de Afganistán. 

P. ¿Por qué las narrativas han esquivado determinados perfiles? ¿A qué atribuyes ese silencio? 

R. El libro pretende poner en valor las vidas de estas mujeres, pero también pretende acercarse a ciertos momentos históricos para contarlos desde sus vacíos, desde perspectivas que han estado en la oscuridad o en el silencio. Uno de esos personajes es Malinche, que como sabes es la intérprete de Hernán Cortes, y es mi camino para entrar en el periodo apasionante pero también doloroso de la conquista de México. Utilizo ese espacio intermedio que representa Malinche, la figura del intérprete, y rescato algunas anécdotas con potencial cómico, por los malentendidos que se producían al transmitir los mensajes; intervenían muchas personas, se utilizaban varias lenguas, etcétera. He querido que esa sea la perspectiva del libro, reivindicar lo que solemos obviar, Malinche haciendo de intérprete entre Moctezuma y Hernán Cortes. Fueron las palabras de Malinche las que permitieron la conexión entre dos mundos. 

P. Antes has hablado de la risa de Jane Austen y ahora hablas de la comicidad que tiene ese encuentro que hoy llamaríamos intercultural, y es algo que me ha atraído de tu libro: la concesión que haces al humor en un tiempo en que parece que toda reivindicación tiene que ser con el ceño fruncido, ¿qué papel juega para ti el humor, tanto en la reivindicación como en tu escritura y tu propio trabajo?

R. Todos los autores que me gustan manejan códigos de humor en su narrativa, y yo he tratado de disfrutar escribiendo este libro porque, a diferencia de la escritura en el ámbito académico, aquí podía permitirme una libertad que pasaba por el humor. Y en el libro relato situaciones históricas de una enorme comicidad. El humor es un código con el que me manejo habitualmente y espero haber transmitido una cierta ironía en mi libro.

P. Jane Austen es un ejemplo de jugar con el humor, es una escritora que hace reír, y hay adaptaciones teatrales de sus novelas que funcionan porque son muy graciosas. El humor y las mujeres es otro gran tema, hubo una polémica hace unos meses en un local de comedia en Madrid, donde se dijo que las mujeres no llenan porque no son graciosas. El humor vinculado al feminismo parece un ángulo de debate interesante y hace falta seguir explorándolo. 

R. El humor es fundamental y en el libro rescato la importancia que tuvo el humor en las manifestaciones de las sufragistas: se disfrazaban de Juana de Arco, por ejemplo. Hay toda esa historia de cómo las mujeres y el feminismo han utilizado el humor para hacer ciertas reivindicaciones y hoy en día seguimos utilizando códigos muy teatrales. Para mí era muy importante que el libro suscitara alguna sonrisa, que hombres y mujeres se rieran por percibir familiaridad en las historias que contaba. 

P. Por último quería preguntarte por Ana y Elsa, de la película Frozen de Disney, en relación con el debate sobre la presencia de tipos femeninos inspiracionales, poderosos, en la ficción infantil.

R. Aparecen en la postdata, porque el libro se escribe desde Arendelle, el reino de Frozen. Es muy significativo que la primera película de Disney dirigida por una mujer suponga un cambio tan evidente respecto a las narrativas más tradicionales. En lugar de encontrarnos con una historia de amor entre príncipe y princesa, trata de dos hermanas que descubren que juntas tienen mucho poder. Es una historia de amistad entre mujeres que viene a culminar toda una cadena de mujeres amigas, y por eso aparece también en el libro, para que veamos que las cosas están cambiando. 

P. Y para terminar, ¿a quién te gustaría que invitáramos a Vidas Cruzadas?

R. Os propongo que invitéis a Estrella de Diego, historiadora del arte que ha hecho muchos esfuerzos para dar a conocer a muchas mujeres artistas, y de la que tomo una frase para encabezar mi libro: «La auténtica historia, la que cuenta, la que importa, se suele escribir a partir de lo que falta».

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